La carrera cinematográfica de Ángeles González Sinde se ha visto bastante arrinconada por los cargos políticos que ha ido ocupando, bien como Ministra de Cultura, bien como presidenta de la Academia de Cine o, en la actualidad, como presidenta del Patronato del Museo Reina Sofía. Es una pena, porque había apuntado alto con el Goya a la Mejor Dirección Novel obtenido por su ópera prima ‘La suerte dormida’ (2003), que añadía a su prestigio como guionista ganadora de un Goya por la obra maestra de Ricardo Franco ‘La buena estrella’ (1997).

En fin, que en el nuevo milenio apenas le ha dado tiempo para dirigir un segundo largometraje con la adaptación de la novela de Elvira Lindo ‘Un palabra tuya’ (2008). Pero parece que ha podido hacer un hueco en su apretada agenda para volver a rodar, y en Bilbo, ya que ahora que todo el mundo se sube al carro de la memoria reciente sobre la violencia de ETA, una vez despejado el camino con la disolución histórica de la banda y no es cuestión de quedarse atrás.

El tema del conflicto vasco se toca de forma tangencial, pues lo que abordaba Gabriela Ybarra en su novela de inspiración autobiográfica no era los hechos sangrientos en sí, sino las consecuencias para los familiares de las víctimas. Por lo tanto, se trata de un drama familiar y, aunque en la ficción los nombres han sido cambiados, se centra en la relación de la autora en su vertiente cotidiana de profesora con su padre.

De detonante para remover recuerdos dolorosos sirve la enfermedad de la madre en el año 2011, ya que su hija interpela al padre sobre el secuestro y asesinato político del abuelo, sucedidos durante la Transición en 1977. La construcción narrativa de ‘El comensal’ (2022) alterna las dos épocas de presente y pasado, mediante saltos en el tiempo, en un esfuerzo por desentrañar secretos guardados en un intento de olvidar.