De una en una y juntas, dos cuerpos de mujer, una concepción espacial, un técnica interpretativa, el cuerpo como principio y fin a partir de un estilo que comporta una forma, una ideación de la mujer, desde los hábitos y códigos sociales hasta su proceso de liberación, de lo simple y complejo, hasta la explosión de lo incontrolable, de aquello que no está codificado, que expresa las ansias de hacer del cuerpo no un campo de batalla, sino un campo de libertades, de placeres, de compromisos.

Tres coreografías encadenadas, que suceden en esta ocasión en una sala de un museo de arte contemporáneo, por lo que el diálogo entre los cuerpos en movimiento con lo estático de una expresión plástica que ocupan unas paredes neutras, blancas, producen un añadido de significantes que van mucho más allá de lo obvio, de lo racional, de lo que se debe entender como coreografías de danza contemporánea con lenguaje muy marcado que crea un estilo y que se debe analizar en su contexto formado por esos cuadros de diferentes tamaños que van lanzando mensajes a la capacidad receptiva de las espectadoras que reciben en una mirada varios impulsos que deben sus neuronas espejo asimilar, descifrar, acumular.

Son tres piezas breves, potentes, muy bien pensadas, y coreografiadas en las que las bailarinas forman un todo con la música, los movimientos y, en este caso, el espacio dónde sus cuerpo pintan un nuevo lienzo, con fondo de otros lienzos. Propuesta de mucho valor añadido por todas las lecturas que propicia.