Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

La sumisión química desde la perspectiva del «solo sí es sí»

La sumisión química en su perspectiva más amplia y realista, incluyendo a mujeres vulnerables por un exceso de consumo de alcohol y otras drogas, se relaciona con más de la mitad de las agresiones sexuales. La nueva ley cambia la forma de interpretarla.

La agresión con sumisión química más común es oportunista, cuando el agresor aprovecha un estado de vulnerabilidad.
La agresión con sumisión química más común es oportunista, cuando el agresor aprovecha un estado de vulnerabilidad. (Getty)

Con la nueva ley de libertad sexual en el Estado español, las víctimas de agresiones ya no necesitarán demostrar cómo se resistieron, sino acreditar que no consintieron, pues se consagra al fin que «solo sí es sí». Uno de los aspectos afectados es el de la sumisión química, que pasará de atenuante (rebajaba la categoría del delito a abuso pues la víctima no se resistió) a agravante.

El fenómeno de la sumisión química va mucho más allá de drogas imperceptibles que se vierten en un vaso y de las noticias que parecen a caballo entre hechos reales y leyendas urbanas. La principal droga a través de la que se cometen agresiones sexuales por sumisión química es el alcohol. Así quedó acreditado en dos jornadas que organizó el Ayuntamiento de Iruñea, marco donde se aportaron los datos y citas que componen este reportaje.

Existen dos tipos de sumisión química: la premeditada (alguien hace que su víctima tome algo para anular su voluntad) y la oportunista (aprovechar de una vulnerabilidad generada por un consumo previo) para cometer un delito sexual. La oportunista constituye la más frecuente.

«Solo se entenderá que existe consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona», explica la abogada catalana Sònia Ricondo.

Aclara que al menos hasta setiembre la ley no estará vigente. «Veremos cómo se aplica. Falta la interpretación de los jueces», valora Ricondo, cuya experiencia previa con jueces y fiscales confiesa muy negativa. De hecho, una de las cosas más celebradas por las expertas es que estos delitos pasarán a tratarse en juzgados específicos y evitarán a algunos jueces presos de sus prejuicios. Hasta ahora, los juzgados de violencia contra la mujer se acotaban al maltrato de la pareja o la expareja y ahora su visión se amplía.

Demostrar que la víctima había sido drogada o se encontraba inconsciente o semiinconsicente no resultaba interesante para ejercer la acusación hasta esta ley, pues o bien rebajaba la categoría del delito o iba en contra de poder demostrar que la víctima efectuó actos de resistencia. Ahora se le da la vuelta y la asistencia letrada sí aconsejará a la víctima que practique pruebas de este tipo, pues facilitará concluir que no se produjo consentimiento, lo que probablemente ayudará de paso radiografiar el fenómeno.

Teresa Echeverría: «Cuando publiquemos el informe de este año incluiremos el alcohol y va a haber un salto, aparece en más del 60% de los casos»

No es que no haya cifras sobre el peso de la sumisión química en el conjunto de las agresiones sexuales. Teresa Echeverría, coordinadora del servicio de urgencias del Clínic de Barcelona que asiste a víctimas de agresión, recaba datos desde los últimos doce años, en los que han atendido a 8.000 víctimas. Según afirma, hay indicios acreditados por prueba toxicológica de uso de drogas para la sumisión en un 30% de las agresiones y se trata de un porcentaje estable, que no va al alza. «Cuando publiquemos el informe este año incluiremos el alcohol y va a haber un salto. Aparece en más del 60% de los casos. No quiero generar pánico, pero vivimos en una sociedad oportunista», advirtió.

Vallejo defendió cambiar la terminología. Prefiere «violencia sexual facilitada por drogas». Cree que «sumisión química» puede acabar generando una doble moral, en tanto que empuja a responsabilizar a las mujeres que no han sido drogadas por «haberse puesto en peligro porque les ha dado la gana» frente a las que les han drogado ex profeso «y nada tenían que ver». En opinión de esta sanitaria, «no podemos ir por ahí».

En cuanto a cuántas agresiones sexuales están atendiendo en la actualidad, Vallejo alerta de «un repunte absoluto» en el número de víctimas (que en un 90% son mujeres) y avanza que este año se van a batir todos los récords de mantenerse la tónica de este primer trimestre. El principal aumento se centraliza en el grupo de 16-25 años.

Esta enfermera –que asegura haber tratado personalmente con unas 5.000 de las 8.000 víctimas atendidas– apuntó otro dato revelador: cuando las víctimas salían del hospital tradicionalmente manifestaban una intención de denuncia del 80%, pero en el último informe esta voluntad de denuncia había caído al 60%. La imagen de la justicia, harto justificada, explica esta reticencia a denunciar.

Las deficiencias del sistema judicial

Además de no ser capaz de percibir una parte importantísima de los casos (haría falta comprobar cuántas de esas víctimas que aseguran que van a denunciar en el hospital luego formalizan la denuncia), el sistema judicial fracasa en la mayoría de las ocasiones. Y resulta particularmente ineficiente con los casos donde se ha producido una sumisión química, sea oportunista o premeditada.

Según los datos de la sicóloga forense Nuria Iturbe, solo en un 5% de los casos se consigue condenar al autor. «Esto provoca una sensación de impunidad», apunta. Dicha impunidad tiene una gravedad añadida en estos casos, dado que estos criminales acostumbran a desarrollar «trayectorias» delictivas y no solo repiten conductas, sino que agravan sus comportamientos.

Los datos que más a fondo ha trabajado Iturbe son de Baleares lo que hace que no sean del todo extrapolables por ser un destino muy turístico y muy de verano (en Barcelona las denuncias de abuso sexual son constantes y, contra la creencia popular, no crecen de notoria en el periodo estival). Según detalla la sicóloga, entre 2015 y 2020, se denunciaron 3.334 agresiones en Baleares. Y, de todos los casos, solo un 7% llegaron a juicio.

Las pocas mujeres que sí consiguen llegar a juicio y que, además, han sido víctimas de sumisión química lo tienen aún más complicado, dado que un relato coherente de los hechos es la prueba de cargo fundamental.

Nuria Iturbe: «El sistema judicial es muy demandante de la memoria, pero ignora cómo funciona la memoria humana»

«El sistema judicial es muy demandante de la memoria, pero ignora cómo funciona la memoria humana», explica Iturbe. En un estado inconsciente o semiinconsciente, el relato de los hechos se va a ver afectado y, de cara a un tribunal, «lo hace menos creíble».

Iturbe añade que, además de los efectos de la sustancia que altera la percepción, episodios tan horribles pueden hacer que la mente genere amnesias para protegerse del hecho traumático. O, por conta, cuando se crean recuerdos muy vívidos «estos están muy centrados en el hecho traumático en sí y obvian los detalles periféricos». Así, una víctima puede recordar con precisión qué le hicieron, pero haber borrado de su mente el color de la camiseta. Y son, precisamente, estos detalles periféricos los que busca un tribunal para dar validez a un testimonio.

Otro fallo del sistema es considerar que cuanto menos tiempo pasa entre la agresión y la denuncia, más va a recordar la víctima. «La memoria no funciona así, a veces los recuerdos afloran con el paso del tiempo o cuando un amigo te va dando detalles de la noche», insistió la sicóloga. Su consejo: no correr a presentar la denuncia y esperar a tener un relato lo más sólido posible.

Varias expertas de las jornadas coincidieron en remarcar que una violación de la que no queda recuerdo no tiene por qué facilitar la superación del suceso traumático. Solo sucede así en ocasiones. Para otras víctimas supone un tormento añadido, pues sin recuerdo no hay con qué trabajar para superarlo emocionalmente.

Falta de herramientas

En lo referente a las drogas que protagonizan las noticias sobre sumisión química echando una sustancia al vaso (como el GHB o la Burundanga), existe el problema añadido de que son difíciles de detectar. En concreto, el GHB desaparece de la sangre a la seis horas de haberlo ingerido y la escopolamina lo hace muy pronto en orina. Ello implica que, ahora que la ley hace mucho más relevante probar que ha existido la sumisión química, se carezca de las herramientas apropiadas para detectarla.

En la Universidad de Valencia están desarrollando el proyecto NoSum, un kit sencillo de detección de drogas en vasos con bebida. La idea tiene la ventaja de que se puede actuar en el momento previo y evitar la agresión. Por contra, una prueba de este tipo carece de validez jurídica si se hace fuera de la cadena de custodia de pruebas.

Que las mujeres tengan que llevar kits de este estilo de forma preventiva abrió debate en el congreso. No son las víctimas potenciales las que deben protegerse, sino los agresores los que deben cambiar. No obstante, los responsables de NoSum aseguraron que el desarrollar su kit (que ha sido capaz de detectar GHB en todas las bebidas y combinados que se les han ocurrido) ha hecho que se les acerquen de otras partes. A los cuerpos policiales les interesa tener kits de este tipo en sus patrullas nocturnas y hasta alguna compañía de bebidas ha mostrado interés por un kit que se sabe a ciencia cierta que funciona en su producto.

En definitiva, la ley abre muchos senderos nuevos: nueva forma de entender la agresión, nuevas fórmulas para calcular la gravedad y nuevas pruebas para acreditarlo. Solucionar por qué a tantos hombres les excita tener sexo con un cuerpo prácticamente inerte requerirá, con todo, de mucho más.