Retos para un nuevo «zeitgeist» en el Athletic

La incontestable victoria electoral de Jon Uriarte y su equipo en las elecciones ha abierto una etapa de renovación en el Athletic. El apoyo cosechado en las urnas confirma un cambio de tendencia claro en los paradigmas que han rodeado al conjunto rojiblanco durante las últimas décadas. Hablando en términos Hegelianos, se ha impuesto un nuevo «zeitgeist» –espíritu del tiempo– alrededor del club. Algo que se ha notado de forma palpable a la hora de calibrar el apoyo recibido por Izan Athletic en los comicios.
Su proyecto, por encima de elementos tangibles, ha calado basándose en una idea de cambio, creando de una expectativa diferenciadora centrada en la modernización y transformación del club. Esto ha generado un gran movimiento de apoyo, primero con los avales y, definitivamente, en forma de votos. Todo ello, a ojos de las y los socios, ha superado con creces a algunos elementos inconsistentes, incoherentes e intempestivos que han mostrado en campaña, además de al efecto Bielsa, entre otras cuestiones. Asimismo, han sabido proyectarse de manera casi hegemónica en las redes sociales, donde no ha faltado un grado evidente de toxicidad, al haber sido capaces de generar comunidad, conversación e interacción.
La convicción de la necesidad de algo «nuevo», «joven», «diferente», «con éxito», «rompedor», «diferente» o «sin pasado» se ha extendido como una mancha de aceite por los poros de buena parte de la masa social, pasando por encima de las otras dos candidaturas, pese a que habían presentado un gran número de nombres y proyectos sólidos en la disputa electoral. En ambos casos se han encontrado con un obstáculo insalvable, estar vinculados a instituciones que padecen una profunda crisis de representatividad social. Muchísima gente quería un cambio, incluso por encima de nombres, lo que ahora merece un crédito, tanto temporal como emocional.
Las elecciones del Athletic han supuesto una impugnación a los grandes pilares tradicionales del herrialde: Los partidos, los políticos y los medios de comunicación tradicionales. Los síntomas de dicha crisis de representatividad se vienen haciendo visibles mediante la caída de la participación en los comicios políticos, con especial incidencia en el área metropolitana de Bilbo, o con la valoración que hace buena parte de la ciudadanía sobre los mismos. Buen ejemplo de ello, es que tanto los medios como los partidos suspenden de forma estrepitosa en Deustómetro del verano de 2022. Es parte del pulso y paradoja, ya que cualquier sociedad democrática necesita instituciones consolidadas, un grado de politización –que no partidismo– social elevado y unos medios de comunicación críticos. Caer en el error que cometieron Aznar en 2001 en Euskal Herria o recientemente Vargas Llosa en Colombia, apelando al «mal voto» de la ciudadanía, polariza y genera rechazo social.
En el caso de la entidad de Ibaigane, además, la impugnación se ha extendido también a la junta saliente, los miembros de anteriores directivas o exjugadores y evoca el final de la sociología tradicional del antiguo San Mamés. Los nuevos ejes, ansías e ilusiones han conectado de forma transversal a socios de todas las edades y percepciones. Como diría Bob Dylan, «los tiempos cambían». Y, de momento, «la respuesta está en el viento».
Por de pronto, la nueva junta liderada por Jon Uriarte se va encontrar varios desafíos inmediatos. Después de tomar posesión, tendrá que pasar revista y aterrizar para ver, como resumiría Kortatu, «el estado de las cosas» y de la caja en la entidad. Para, así, poder comenzar a desarrollar e implementar su proyecto sobre una composición más detallada. En lo deportivo, lo primero será cerrar el organigrama, un entramado al que pronto se unirán Mikel González en calidad de coordinador del primer equipo y David Movilla como entrenador del Bilbao Athletic. En lo que al director deportivo o CEO se refiere, el haber ganado las elecciones, probablemente, permitirá al equipo de Uriarte encontrar un perfil más alto que el inicialmente previsto. Junto a ello, abordar la situación de Ander Capa y encarar la renovación de Iñigo Martínez son algunos de los elementos más urgentes, además de concretar el retorno de Gorka Guruzeta y definir qué jugadores del filial harán la pretemporada con el primer equipo. Después, llegará el turno de Villalibre, Zarraga, Sancet, Williams Jr y Nico Serrano en lo que a renovaciones se refiere.
Los leones, con la tercera etapade Ernesto Valverde al mando del equipo, tratarán de combinar estilos musicales y futbolísticos. Reparando en el libreto táctico y en la lista de reproducciones del técnico gasteiztarra, se puede intuir que club oscilará entre «walk side on the wild» de Lou Reed y el «joan soseguz» de Ruper Ordorika. Tras cinco años sin entrar en Europa, pese a lo dicho en campaña, la necesidad de reforzar el equipo en un mercado complejo y caro, sigue ahí. El club deberá plantearse casos como el del labortano Johaneko Louis-Jean, internacional sub18 con la selección gala e inmerso en la caótica situación del Girondins de Burdeos, y darle una vuelta al tema de Jon Moncayola, un jugador del gusto de Valverde. El debate sobre «endeudarse» o no carece de gran recorrido una vez acabados los comicios. Retornar a las competiciones continentales es el objetivo prioritario en lo deportivo, financiero y emocional.

En lo que respecta al equipo femenino, la necesidad de aumentar la inversión está encima de la mesa y la primera prueba de ello sería ampliar los contratos de Ane Azkona, Irene Ogiza, Oihane Hernández y Oihane Valdezate. Asimismo, tras las bajas sufridas en los últimos meses, que afectan directamente a la capacidad ofensiva del equipo como a las referencias en el vestuario, el club debería plantearse el fichaje de Nahikari García –más allá de quién lo propusiera– e intentar garantizarse el retorno de Irene Paredes, ahora o en junio de 2023. En ambos casos, parafraseando a Karmele Jaio, sería «música en el aire» para el club. Oxígeno, referencias y autoestima. De esto, también se ha pedido, de forma tangencial, en las elecciones. Repensar el área social y la Fundación también son otras dos de las tareas apuntadas en rojo.
En poco más de un mes, Jon Uriarte y su equipo han acumulado un capital social incuestionable, que ha combinado adhesión, crecimiento y confirmación. Su reto, ahora, es mayúsculo, ya que deberán responder a unas expectativas gigantes en la era de la inmediatez. Son los tiempos de esa modernidad líquida que definió Zygmunt Baumann. Cuya reflexión se centra en unas relaciones interpersonales marcadas por la inconsistencia o el desarraigo, la ausencia de compromisos duraderos, las identidades flexibles, la inestabilidad laborales o la renovación constante de un mercado que necesita novedades permanentes para alimentar el consumismo. Síntomas todos, más que reconocibles en la sociedad y el fútbol actual. Por tanto, poder desarrollar un nuevo proyecto en el Athletic va a requerir de tiempo y paciencia. Algo que no será sencillo en una época en la que todo caduca cada vez más rápido, los ciclos son cada vez más corto y en el que, además, el club se ha convertido durante el último lustro en una trituradora de entrenadores, directivas y proyectos.
Vivimos en una época en la que se pasa de forma casi inmediata de «joven» a «viejo», de «outsider» a «establishment», de «innovador» a «de toda la vida». Todo ello multiplicado por el altavoz e hiperventilación de unas redes sociales, llenas de códigos en constante evolución, donde el «yo» se impone al «nosotros» y en las que puedes evolucionar del «eres mi padre» al «delete club» sin prácticamente solución de continuidad en caso de acumular una serie de malos resultados. Es por ello, que aprovechando la celebración oficial de los 125 años de la historia del club en 2023, además de la implementación de todos los proyectos necesarios relacionados con la tecnología o la digitalización y la implementación de nuevos proyectos acordes al siglo XXI, será más necesario que nunca apoyarse en convicciones firmes, valores sólidos, espíritu comunitario y efectuar una gran labor pedagógica sobre el papel que debe jugar el club en la sociedad vasca actual como en el contexto futbolístico global.
Los retos para los próximos cuatro años son gigantescos, la era de Jon Uriarte ha comenzado conectando con el nuevo zeitgeist rojiblanco, goza de un gran apoyo social en sus inicios y necesita tiempo para poder desarrollarse. Ahora, más allá de mirar ya de reojo al estreno liguero de mediados de agosto ante el Mallorca con Valverde en el banquillo y la nueva grada popular en marcha, hay que dar tiempo a los nuevos gestores para que puedan aterrizar y desarrollar sus ideas. Es tiempo de cambio, pero volviendo a apelar a Ruper Ordorika, también debe de ser un momento de cohesión y en el que, pese a las dificultades, apelemos a lo que nos une, a aquello que durante casi 125 años ha permitido un viaje maravilloso: «Zaindu maite duzun hori».

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