Ramón Sola

Festival de golpes a tres bandas: vaquilla pega a mozo, mozo a vaquilla, mozo a mozo

El día de los Cebada Gago, la mención por megafonía a que quizás no se pudieran sacar las vaquillas por el colapso en la enfemería de la Plaza de Toros suscitó una pitada monumental. Curioso festejo este en que se celebran todo tipo de golpes, también entre humanos.

Una de las vaquillas, de vuelta al coso tras saltar al callejón esta mañana.
Una de las vaquillas, de vuelta al coso tras saltar al callejón esta mañana. (Miguel Riopa | AFP)

Sería curioso hacer un estudio sobre cuántos de los casi 20.000 fiesteros que acuden cada mañana a la Plaza de Toros han ido a ver el encierro y cuántos se acercan más atraídos por el espectáculo posterior de las vaquillas (y cuántos por los divertidos previos o simplemente por apurar la noche hasta la última gota). El caso es que pocos se van del coso antes de la cuarta o quinta tanda de las seis que se sacan cada día entre las 8.10 y cerca de las 8.45. En ese tiempo, un espectáculo incesante de golpes en tres direcciones: vaca-humano (las más), humano-vaca (de vez en cuando) y humano-humano (de cuando en vez).

En pura teoría, la actividad tiene como objetivo recortar a las reses emboladas, bien con quiebros o incluso saltando sobre ellas. Pero la realidad resulta bien diferente. Para empezar, porque en el ruedo hay casi tantos gaupaseros como aprendices de recortador, lo que se traduce en una ensalada de golpes de todos los colores y a múltiples bandas. Incluidos los que propinan los cabestros a los despistados, que quizás merecerían más atención de los pastores -o de quien corresponda- antes de que se produzca alguna desgracia.

Dar de ostias al forastero que agarra el cuerno de la vaca es costumbre inveterada -e impune– en la Plaza de Iruñea; «lo que pasa en el ruedo se queda en el ruedo»

De vez en cuando, lo ha denunciado el colectivo Pacma con imágenes, también aparecen humanos que ceban más de lo permitido con el bicho, bien con golpes a traición o tirándole del rabo o los de los cuernos.

Pero es aquí cuando llega una tercera variedad de animalada: la de quienes vengan a golpes el maltrato a la vaca. Sobre todo si no van vestidos de blanco impoluto; un forastero se fue muy caliente de la plaza el pasado lunes, entre los golpes de la vaca y los que le propinó la mocina por agarrarla del cuerno, un auténtico intento de linchamiento a patadas y puñetazos. Costumbre inveterada que en otros casos daría para denuncias y multas seguramente, si no fuera porque en la Plaza de Toros rige la ley de «lo que pasa en el ruedo se queda en el ruedo». Paralelo al de «si te ha pillau la vaca, jódete».

En cuanto a los saltos, la feria 2022 va mostrando que cada vez los hacen menos los mozos y más las vacas, que se están dando sus buenos paseos por el callejón interior para regocijo de la grada.

Todo ello animado por un repertorio musical in crescendo y de lo más variopinto, que llega a su culmen primero con ‘Bella Ciao’ y luego con ‘I will survive’. De lo segundo da fe este reportaje con vídeo de Pello Guerra. Lo del himno partisano ha indignado especialmente a algunos.

El caso es que las vaquillas y su carga de salvajismo multilateral no dejan indiferente a casi nadie. Que para los parroquianos de la Plaza de Toros resultan imprescindibles lo muestra lo ocurrido tras el encierro de los Cebada Gago, cuando un corredor había sido corneado en la Plaza de Toros y se vaticinaban varios heridos más por asta en el callejón, con lo que el trabajo en la enfermería del coso se iba acumulando. Bastó que el speaker apuntara que se estaba valorando la suspensión de las vaquillas para que se escuchara una pitada importante.

Por si quedaba duda, al final hubo vaquillas, las seis.