Beñat Zaldua
Edukien erredakzio burua / jefe de redacción de contenidos
Elkarrizketa
Unai Pascual

«Hay que estar alerta ante las reformas que alimenten estrategias retardistas»

Hace más de mes y medio que el informe de Ipbes vio la luz, pero el móvil de Unai Pascual sigue sonando. Al otro lado, periodistas y científicos de todo el mundo. Partiendo de un concepto abstracto como los valores, el trabajo va algo muy concreto: quién y cómo toma las decisiones que nos afectan.

Unai Pascual, en una imagen de archivo.
Unai Pascual, en una imagen de archivo. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

«Ha sido el ochomil más complicado como científico», explica Unai Pascual (Gasteiz, 1973) al hablar del último informe de Ipbes sobre los valores de la naturaleza, que ha tenido el privilegio y la condena de coordinar. Suya fue la responsabilidad de defender el trabajo de miles de científicos ante 139 estados soberanos. Lo aprobaron, algo que no estaba garantizado, porque el informe es políticamente sensible.

Simplificándolo todo mucho –se recomienda leer previamente el amplio reportaje publicado ayer–, entre las diversas formas de entender los valores de la naturaleza, el informe identifica tres grandes grupos de valores específicos: los instrumentales –la naturaleza nos sirve para nuestro bienestar–, los intrínsecos –el valor que la naturaleza tiene per se– y los relacionales –aquellos que se construyen a partir de los vínculos de una comunidad con un entorno–.

Estos valores existen, están entre nosotros, señala el trabajo del Ipbes, pero solo unos pocos, instrumentales y cortoplacistas, suelen tenerse en cuenta en la toma de decisiones que afectan a la naturaleza y, por tanto, también a nuestro bienestar como especie.

Sus conclusiones señalan que la visión instrumental cortoplacista en la toma de decisiones políticas y económicas está en gran medida detrás de la crisis de biodiversidad que vivimos. ¿Por qué?

Hay que aclarar que los valores instrumentales no son malos per se, de hecho son importantísimos. Una de las razones para proteger la biodiversidad es que la necesitamos para nuestro bienestar. El problema es que esa instrumentalización de la naturaleza la está copando en gran medida el mercado, con una visión muy cortoplacista. El mantra del crecimiento económico, que utiliza el PIB como único indicador, solo mide lo que pasa por el mercado, lo que tiene un precio y se vende. Eso hace que la naturaleza se vea solo como un lugar para explotar recursos. Hay otros valores instrumentales que no tienen precio, pero son indispensables para tener un suelo fértil, por ejemplo, pero no se valoran. El papel del mercado es tan brutal que está reduciendo a la mínima expresión los valores de la naturaleza aplicados en la toma de decisiones.

«El mantra del crecimiento económico, que utiliza el PIB como único indicador, hace que la naturaleza se vea solo como un lugar para explotar recursos»

También tiene que ver con un concepto bastante estrecho del progreso y el desarrollo.

Tiene que ver con las visiones del mundo de las que hablamos en el informe. En el mundo hay concepciones muy diversas de lo que significa el bienestar o el progreso, lo que ocurre es que los sistemas de conocimiento, también en la ciencia, cada vez son más instrumentalistas y estrechos de miras, y están haciendo que la sociedad tenga una percepción del progreso y del desarrollo ligada solo al crecimiento económico.

El informe camufla una crítica feroz al capitalismo.

Es una crítica desde la ciencia y desde otros conocimientos a la toma de decisiones basadas en gran medida en visiones miopes relacionadas con el crecimiento económico que erosionan la diversidad de relaciones entre la naturaleza y las personas. Creemos que hemos ido al corazón del problema, poniendo las instituciones como el mercado, y su gobernanza, en el centro del análisis. Creo que los estados no eran conscientes de que hablar de valores nos llevaría al nudo gordiano del problema, es decir, a las razones estructurales detras de la crisis de biodiversidad y de justicia social.

Insisten mucho en vincular ambos conceptos.

Es crucial, porque las crisis ambientales globales que tenemos encima nos afectan a todos, pero a algunos colectivos más que a otros. Esto es una evidencia, no una opinión.

«Las crisis que tenemos encima nos afectan a todos, pero a algunos colectivos más que a otros, es una evidencia y ya está sucediendo»

Y ahora las propuestas. ¿Cómo se cambia este proceso de toma de decisiones?

Nosotros identificamos diferentes puntos de palanca. Hay que medir y reconocer esa diversidad de valores de la naturaleza. Luego toca empezar a incluir esos valores en la toma de decisiones. ¿Y cómo incluir esos valores? Hay muchas maneras, pero hay que apostar por procesos más democráticos, participativos y deliberativos.

¿Y a gran escala?

También. Claro que tiene sus límites, porque al final hay que tomar decisiones, y hay valores e intereses a veces irreconciliables, pero el proceso deliberativo mismo ya aflora esa diversidad de valores y da pie a decisiones más democráticas. Hay evidencia científica sobrada de que, cuanto más transparente es una toma de decisión, y cuantos más valores se reconocen, mejores son los impactos sobre la naturaleza y el bienestar. Cuando un área se protege teniendo en cuenta a las personas que viven y dependen de ella, no solo se es más justo, sino también más sostenible, en todos los sentidos. Y ahí se van a empezar a retroalimentar justicia y sostenibilidad.

Pero hay más palancas. Hay políticas que tienen que ser reformadas y otras que deben ser cambiadas de raíz. Y finalmente estan los grandes paradigmas sobre qué entendemos por progreso, bienestar, beneficio... Eso es lo que más va a costar cambiar, pero sin eso, y sin esas palancas accionándose de forma combinada e inteligente, no se puede dar el salto que necesitamos ahora mismo.

«Hay evidencia sobrada de que cuanto más transparente es una toma de decisión, mejores son los impactos sobre la naturaleza y el bienestar»

El salto hay que darlo hacia adelante, pero parece más fácil retroceder. No resulta muy esperanzador ver cómo la crisis energética actual ha incrementado la demanda de petróleo y carbón.

No lo es. Yo no quiero ser pesimista, pero los datos no me dejan ser optimista. Es verdad que el pesimismo ayuda a quienes no quieren que nada cambie, pero la radiografía es la que es. Ahora ha llegado la guerra de Ucrania y para algunos se ha convertido en la escusa perfecta para no avanzar, pero es que los cambios tenían que estar en marcha mucho antes. Llevamos décadas hablando de estas crisis, los datos generales que tenemos ahora no son muy diferentes a los que teníamos hace muchos años. Ahora que ya no hay negacionismo posible, emerge el intento de retardar lo máximo posible los cambios inevitables.

¿Cuáles pueden ser esas estrategias retardistas?

La misma guerra de Ucrania está sirviendo para retardar medidas estructurales de calado profundo. Pero más allá de eso, para mí hay una cosa muy importante, un peligro, que es que las pequeñas reformas que se han puesto en marcha aquí y allá, con el vehículo eléctrico o el hidrógeno, por ejemplo, hagan pensar a la sociedad que ya nos estamos moviendo, que ya estamos en la famosa transición. Pero si esas reformas no son genuinas y ayudan a avanzar hacia cambios reales sobre el núcleo de las crisis, a las instituciones y a las tomas de decisiones, tienen el peligro de ser otra forma de retardismo.

Que la industria automovílistica o gigantes como Repsol e Iberdrola sean los abanderados de reformas así no da confianza en ese sentido.

Está claro que ellos van a alargar su chicle lo que puedan. No son Iberdrola ni Repsol en particular, los grandes intereses del mercado están readecuando su estrategia para sus propios intereses, no para transformar la forma en que se toman las decisiones que actualmente están afectando muy negativamente a la sostenibilidad y la justicia social.

Hay que estar muy alerta para que estas reformas no se conviertan en una estrategia retardista. No tienen por qué serlo todas, hay reformas que, combinadas, te ponen en el camino de la transformación. Las reformas solas no transforman, pero pueden desencadenar hábitos y convertirse en llave para transformaciones mayores. Siempre se cita la ley antitabaco. Las reformas tienen que ser aquellas que generen condiciones reales de transformación.

«Hay que tener claro que la lucha por la sostenibilidad y la justicia, igual que con el clima, no es algo individual, no va de voluntarismo, es un proceso colectivo de toma de decisiones en el que la responsabilidad es compartida pero diferenciada»

Y para acabar, ¿cómo informar de todo esto? Porque el miedo tiene sus límites.

Yo creo que siempre hay que ir con la verdad por delante. Esto es lo que hay, nos guste más o menos. Pero siempre teniendo en cuenta que hay opción de cambiar las cosas. Siempre la hay, en este país lo sabemos muy bien. Si el pesimismo reinase, no existiría GARA, por ejemplo. Hay que actuar, mover proyectos e intentar incidir sobre una realidad que es muy cruda. Llegaremos a donde lleguemos, yo creo que rebasaremos los 1,5º de calentamiento del Acuerdo de París, pero ¿qué es mejor, subir 2º o 3,5º? Porque hay que tener claro que las cosas siempre pueden ir a peor. Hay que comunicar que se pueden hacer más cosas y mejor.

Y luego hay otra cosa que a mí me gusta destacar y que es importante llevar a los medios. Esto no es algo individual, no va de voluntarismo, porque decir que cada uno puede aportar su granito de arena reciclando es otra forma de retardismo, aunque parezca paradójico. Claro que hay que reciclar, faltaría más, pero hay que ir más allá, esto es un proceso colectivo de toma de decisiones, donde las responsabilidades son compartidas entre todos, pero son también diferenciadas. Porque a quien más hay que exigir es a quien tiene más poder para cambiar las cosas y a quien ha generado mayores problemas. Todo lo que no se encamine al meollo del problema es una forma de retardismo.