Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / redactor de opinión, especializado en economía

La guerra económica que esconde el diálogo climático China-EEUU

La suspensión del diálogo sobre el clima decretada por el Gobierno chino como respuesta a la visita de Nancy Pelosi a Taiwán sorprendió. Da la impresión de que tras esa decisión, más que la cuestión climática, lo que está en juego es el liderazgo en las tecnologías de cero emisiones.

Agricultores recogiendo pimientos de Sichuan en un campo bajo paneles solares en Bijie, en la provincia de Guizhou, suroeste de China.
Agricultores recogiendo pimientos de Sichuan en un campo bajo paneles solares en Bijie, en la provincia de Guizhou, suroeste de China. (STR /AFP)

La provocación de la presidenta del Congreso de EEUU, Nancy Pelosi, con su vista a Taiwán fue respondida con una serie de sanciones por parte del Gobierno chino. Entre ellas llamaba especialmente la atención la decisión de detener cualquier diálogo sobre el clima con EEUU. La medida no provocó una respuesta airada de Washington, más bien se lo tomaron a broma. Sin embargo, parece que se lo han pensado mejor y la pasada semana el embajador de EEUU en Pekín, Nicholas Burns, escribía en Twitter que combatir el cambio climático es una «responsabilidad compartida» y se preguntaba «¿por qué no reanudar el diálogo climático? Estamos listos».

La pregunta la lanzó justo después de que el Congreso de EEUU aprobara la ley para la reducción de la inflación, que contempla inversiones de más de 370.000 millones de dólares en tecnologías limpias. Sin embargo, más allá del pomposo nombre, parece que la norma busca, sobre todo, proteger la industria estadounidense. A partir de ahora, por ejemplo, los subsidios a la fabricación de baterías eléctricas se concederán a aquellos que produzcan al menos el 40% de los componentes, principalmente compuesto de litio, en EEUU o en países con los que tenga firmado un tratado de libre comercio, entre los que evidentemente no figura China.

Los analistas calculan, asimismo, que hasta el 70% de los coches eléctricos que en la actualidad se fabrican en EEUU no recibirán subsidios con la nueva ley. Los productores chinos, coreanos y japoneses se quedarán sin subvenciones mientras sí las recibirán sus competidores norteamericanos. Con estos mimbres no está claro que la ley vaya a servir para reducir la inflación, como su nombre predica, pero lo que sí es seguro es que está diseñada para impulsar la industria estadounidense relacionada con el clima.

Baterías eléctricas

En el contexto de la vista de Pelosi, el mayor fabricante de baterías del mundo, la empresa china Contemporary Amperex Technology Co., Limited (CATL), dejó en suspenso una inversión de casi 5.000 millones de dólares en EEUU. Planeaba construir una planta que daría trabajo a 10.000 personas de forma directa, y que tenía como objetivo una producción anual de 80 GWh, suficiente para producir más de un millón de baterías de 70 kWh cada año. Una semana más tarde, CATL anunció oficialmente que invertirá 7.340 millones de euros en la construcción de una planta de baterías con una producción anual de 100 GWh en Debrecen, al este de Hungría. Será su segunda planta de baterías en Europa tras la que tiene en Alemania.

En el ámbito de las baterías eléctricas, China representa más del 60% de la capacidad mundial del procesamiento de materias primas que contienen litio, mientras que EEUU apenas alcanza el 7%. Pero como ha constatado el ex director de Energy Finance Studies, Australasia, Tim Buckley, China también es líder mundial en «instalaciones eólicas y solares, en fabricación eólica y solar, en producción de vehículos eléctricos, en baterías, en energía hidroeléctrica, en energía nuclear, en bombas de calor terrestres, en transmisión y distribución de redes, y en hidrógeno verde. Literalmente lidera el mundo en todas las tecnologías de cero emisiones en la actualidad».

A pesar del elevado consumo de carbón, la expansión de las energías renovables en China no tiene parangón con ningún otro país del mundo.

Y parece que EEUU está preocupado por el dominio chino. En una reciente visita a Australia, la secretaria de Energía de Biden, Jennifer Granholm, manifestó que «desde el punto de vista de la seguridad energética, es imperativo que las naciones que comparten los mismos valores desarrollemos nuestras propias cadenas de suministro, no solo para el clima, que por supuesto es muy importante, sino para nuestra propia seguridad energética». No vaya a pasar como con el gas en Europa.

Acuerdo entre potencias

Toda esta historia deja traslucir que el diálogo climático, ahora en suspenso, posiblemente haya sido algo más que un mero intercambio de pareceres. Tal vez, las dos grandes potencias llegaron a una serie de acuerdos mutuamente beneficios. La base del intercambio posiblemente haya sido que los estadounidenses se comprometían a la transferencia de ciertas tecnologías medioambientales a cambio de inversiones chinas en Estados Unidos. Washington utilizaría de este modo la agenda climática como una forma de imponer una nueva economía en la que EEUU mantendría el dominio sobre las tecnologías clave.

En el caso de China, el compromiso forma parte de su cultura política, se considera algo positivo, y posiblemente buscó el acuerdo con Estados Unidos mientras desarrollaba sus propias capacidades. Seguramente, las actuales tensiones geopolíticas han provocado la suspensión de los compromisos adquiridos.

Tal vez, la falta de cooperación limite seriamente los planes estadounidenses para seguir liderando el sector de las tecnologías limpias. De ahí el llamamiento de su embajador en Pekín a retomar el diálogo.