Josep Solano

PCJ, un siglo sin tocar poder

Fundado con la esperanza de liderar una revolución proletaria, tras muchos cambios y discrepancias con organizaciones homólogas internacionales, el PCJ cumple cien años confirmándose como uno de los partidos comunistas más grandes de los países de la órbita occidental aunque nunca haya tocado poder.

Kazuo Shii, presidente del Partido Comunista de Japón.
Kazuo Shii, presidente del Partido Comunista de Japón. (Josep SOLANO)

El Partido Comunista de Japón (PCJ) ha conmemorado este verano el centenario de su fundación, en un momento en el que la organización encara una situación delicada por el debilitamiento de su estructura institucional y por la lucha para formar un frente unido con toda la oposición parlamentaria para desbancar al todopoderoso Partido Liberal Democrático que ha dominado el país casi ininterrumpidamente desde los años cincuenta.

Pese a ello, su líder, Kazuo Shii, se muestra confiado en «superar cualquier dificultad y promover el cambio social junto con el pueblo». «Ahora, la única manera de cambiar la política de Japón es a través de un frente unido», aseguró en la rueda de prensa conmemorativa.

Según sus estatutos y principios ideológicos, el PCJ desea establecer un país basado en el socialismo, la democracia, la paz y el antimilitarismo. Propone una revolución pacífica y democrática para conseguir una sociedad justa y completar la restitución de la independencia de Japón, y que no esté condicionada por EEUU.

El PCJ fue fundado el 15 de julio de 1922, pero fue inmediatamente ilegalizado por las leyes de la época imperial y, como tal, fue víctima de persecución por parte del Ejército y la Policía hasta la ocupación estadounidense después de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue legalizado y sus miembros encarcelados fueron puestos en libertad.

Miyamoto sentó el los años 60 las bases ideológicas actuales que descartan una revolución socialista y abogan por una revolución popular democrática.

Aunque en un principio la relación entre los ocupantes americanos y los comunistas era la de una cordial cooperación para acabar con la «vieja guardia imperial», esta no tardó en tensarse con el inicio de la Guerra Fría y el comienzo de la conocida como «Purga Roja» en Japón, propiciada por el comandante americano Douglas MacArthur, que reprimió y llevó el exilio a centenares de comunistas, entre ellos el entonces secretario general, Kyuichi Tokuda. Tras una serie de tensiones y enfrentamientos entre los ocupantes y los militantes comunistas, que a principios de los años 50 defendían una lucha militar abierta para liberarse de la ocupación americana, el PCJ tuvo que repudiar oficialmente los métodos maoístas a mediados de esa década.

«Línea Miyamoto»

Pero el cambio más importante se produjo a principios de la década de los 60 bajo la dirección de Kenji Miyamoto, según Koji Nakakita, profesor de la universidad de Hitotsubashi y experto en la historia de la política y la diplomacia niponas. No solo consolidó su independencia ideológica en comparación con otras formaciones comunistas subordinadas a la extinta Unión Soviética, sino que Miyamoto sentó las bases ideológicas actuales descartando una revolución socialista y abogando por una revolución popular democrática. «Este programa chocó primero contra una URSS que deseaba la convivencia con EEUU y luego con una China que buscaba un conflicto armado: Miyamoto estableció una trayectoria del partido totalmente independiente de Moscú y de Pekín», afirma.

En su reciente libro “Nihon Kyōsantō: kakumei o yumemita 100 nen” (El Partido Comunista de Japón: 100 años soñando en la revolución), Nakakita se refiere a lo que describe como la «línea Miyamoto», una política que después de 1955 abolió la estrategia de la lucha armada en el marco de una revolución socialista para promover una revolución popular democrática por medios pacíficos. «Miyamoto era muy hábil políticamente y evitó una autoridad dictatorial dentro del partido, por eso el PCJ nunca tuvo un ídolo ni líder carismático como sí lo tuvieron otros países, algo que se mantiene hasta la actualidad. El propio líder del partido censuraba expresiones como ‘línea Miyamoto’ o ‘sistema Miyamoto’ precisamente por respeto hacia el principio del liderazgo colectivo», asegura.

La aplicación de estas directrices, junto con su postura totalmente contraria al Tratado de Cooperación y Seguridad Mutua entre EEUU y Japón y su oposición a la guerra de Vietnam, propició que en los años 70 el partido experimentara los mejores resultados electorales de su historia. Según Nakakita, la línea independiente que adoptó el PCJ fue, a su vez, un factor clave en la supervivencia de la formación durante la Guerra Fría y con posterioridad a esta. «Los logros que consiguió Miyamoto fueron decisivos para la supervivencia del partido y que éste llegara a su centenario», afirma el académico.

Nuevo resurgimiento

Después de una década complicada en los 80 y de enfrentarse a la privatización de los Ferrocarriles Nacionales Japoneses impulsada por el entonces primer ministro liberal, Yasushiro Nakasone, vivió un nuevo resurgimiento. A diferencia de otros partidos comunistas, tras la caída de la Unión Soviética, el PCJ no solo no se vio especialmente afectado, tal como sucedió en la mayoría de países occidentales, sino que experimentó un enorme crecimiento llegando a ser principal partido de la oposición en la Dieta japonesa, después del colapso del Partido Socialista de Japón.

La designación como secretario general del actual líder del partido en 1990 ayudó definitivamente a este avance electoral gracias a su astucia y juventud, según Nakakita. «Kazuo Shii ha liderado el partido en unos contextos extremadamente complejos: poco después de asumir su cargo como secretario general, la URSS se desintegró y, a pesar de ello, sacó ventaja del declive del Partido Socialista. Shii ha apostado por una gestión realista, dentro de los márgenes de la ‘línea Miyamoto’», explica el profesor universitario.

El PCJ apuesta por un frente amplio y diverso formado junto a otras fuerzas políticas de la oposición para combatir la creciente desigualdad generada por las políticas neoliberales de los partidos conservadores del Gobierno.

 Uno de los ejemplos de política realista aplicada por el líder del partido Kazuo Shii hace referencia a su postura respecto a la Casa Imperial japonesa. Si bien desde su fundación el partido se había opuesto a la existencia de la familia imperial y había abogado por el establecimiento de una república democrática, desde 2004 los comunistas han modificado su postura al manifestar no tener objeciones hacia la figura del emperador siempre que tenga un papel meramente ceremonial y no ejerza poder alguno. En lo que no ha cambiado de postura es respecto al uso por parte de Japón de su bandera e himno nacionales, al considerarlos una reliquia del pasado militarista nipón.

«El PCJ tiene una serie de políticas que mantiene con rigidez y otra que adapta con flexibilidad. En el caso de la diplomacia y la seguridad, la condena del imperialismo estadounidense se mantiene inmóvil en general, pero, en cambio, respecto a las Fuerzas de Autodefensa es bastante flexible», sostiene Nakakita.

El reto del envejecimiento

Uno de los principales retos que debe afrontar el PCJ es la merma de su militancia y peso social debido al envejecimiento de sus miembros. Este es uno de los principales desafíos de cara al futuro, según el académico, que augura que de continuar así experimentará un declive gradual. «Teniendo en cuenta que su núcleo está formado por sexagenarios y septuagenarios, los próximos diez años serán decisivos», dice Nakakita. Cree que los partidos comunistas en los países europeos se han adaptado a la incorporación de generaciones jóvenes concienciadas con acabar con las desigualdades y con el cambio climático, pero lamenta que en el PCJ «su ideología tradicional y sus principios organizativos no dejan espacio a ese sector de la población».

Actualmente, el PCJ apuesta claramente por un frente amplio y diverso formado junto a otras fuerzas políticas de la oposición para combatir la creciente desigualdad generada por las políticas neoliberales de los partidos conservadores del Gobierno. Un reto en el que quedan aún muchas páginas por escribir al comienzo de este segundo siglo del partido más veterano de Japón.