Carlos Gil
Analista cultural
CRíTICA TEATRAL

Una proteína teatral excelente

Obra: ‘Las bingueras de Eurípides’. Autora: Ana López Segovia. Intérpretes: Ana López Segovia, Alejandra López, Teresa Quintero, Rocío Segovia y Fernando Cueto, José Troncoso. Dirección. José Troncoso. Producción: Las niñas de Cádiz. Teatro Arriaga – 22-09-22.

‘Las bingueras de Eurípides’.
‘Las bingueras de Eurípides’. (NAIZ)

En el buen sentido del término, este montaje se inscribe de manera luminosa en lo que se podría definir como teatro popular. Llevan años ‘Las niñas de Cádiz’ usando textos clásicos de referencia, estructuras dramatúrgicas de antaño, para aplicarle una mirada nueva cargada de acercamiento a la realidad actual y además desde la perspectiva de unos personajes de mujeres absolutamente identificables, reconocibles, que dada la habilidad de Ana López Segovia para pervertir las situaciones solemnes en chirigota de lata graduación crítica, en algo entendible y cercano, con una suerte de don para las coplas, las letrillas que resumen y engalanan todo lo que sucede en escena para convertirlo en una nuevo escalón de la tradición del burlesco.

Como en todos sus montajes, el equipo actoral, las «niñas» que dan vida a lo personajes son material de lujo escénico, existe una simbiosis perfecta, es como si los textos surgieran improvisados, un gran logro en el que también contribuye José Troncoso en una dirección de acompañamiento, de búsqueda en complicidad, de reforzamiento de tanto y tan buen material textual, de movimiento, de gracia intrínseca, de capacidad inusitada de comunicación con los espectadores.

Esta obra es un monumento a la inteligencia dramática, al saber jugar en los límites, en respetar una esencia principal de «Las Bacantes» y convertirla en un esperpento siglo veintiuno de alta graduación subversiva por atacar sin conmiseración a los tópicos y los tics del machismo más estructural. Tiene un ritmo escénico diabólicamente efectivo, los personajes se van construyendo delante nuestro y hay momentos que dan ganas de abrazarlos y protegerlos porque, dentro de todo el ambiente festivo, binguero, caóticamente bello, nos definen como sociedad, y tras desternillarnos de risa, nos deja esa manera de pensamiento latente en donde no salimos muy bien en el retrato coloreado.

El teatro popular es aquel que está al servicio de las clases populares, y en este caso es evidente que se logra esa aproximación rompiendo estilos, siendo genuinas, tocando los temas con perspectiva de género y de clase, en su manera y acercar la calle, la bulla, la creación espontánea, dentro de un proceso de asimilación y aceptación de las convenciones teatrales, para sacar provecho de ellas, en un magnífico ejemplo de destilación. Se disfruta. Se ríen los públicos a carcajadas, pero no buscan la alienación del humor zafio. Nada es inocuo. Ellas son auténticas, una proteína teatral excelente para afrontar la vida desde el hálito del buen teatro.