NAIZ

Los países que más contaminan deberán compensar a los vulnerables por daños a causa del clima

La COP27 se ha cerrado con un mecanismo para que los países que más contaminan respondan por los daños causados a estados sin desarrollar. El acuerdo se ha tildado de «histórico», pero los países se habían reunido para otra cosa: dejar de emitir gases de efecto invernadero. En eso no hay avances.

La cumbre de Egipto se ha alargado dos días más de lo previsto.
La cumbre de Egipto se ha alargado dos días más de lo previsto. (C. GATEAU | AFP)

La creación de un mecanismo para que los países con mayor responsabilidad en el cambio climático compensen los daños que genera el problema en los países vulnerables no es el cierre que se esperaba de la Cumbre de la ONU sobre el Clima en Egipto (COP27). Es más, el asunto ni siquiera estaba en el orden del día cuando comenzaron las negociaciones. En realidad, los 200 países que se reunieron en Sharm el Sheij tenían que haberse puesto de acuerdo para cesar en la emisión de gases de efecto invernadero. Pero ahí no hubo donde rascar y había que salvar la cumbre de alguna manera.

El disenso y el desorden ha cundido en la Comunidad Internacional, primero por el egoísmo occidental con las vacunas y después, con la guerra en Ucrania (muy ligada a los combustibles fósiles). Las cumbres climáticas, además, venían heridas por la cerrazón de China y EEUU. Las dos últimas citas, Madrid y Glasgow, habían supuesto un fracaso sin paliativos. Lo de Madrid era algo esperado, pero lo de Glasgow, no.

Que la cumbre se haya cerrado con una especie de premio de consolación no quiere decir que este no resulte interesante. La idea base es que existen países que están soportando unas terribles consecuencias por el calentamiento global: sequías, lluvia, desertización... Y que, sin embargo, poco han contribuido ellos en la generación del problema.

Hay que pensar, por ejemplo, en Pakistán. Es el quinto país más poblado del mundo, con 220 millones de habitantes. En septiembre fue azotado por unas lluvias como jamás se han conocido, que arruinaron el sistema de abastecimiento de agua de un tercio del país, propiciando plagas de cólera, de sarampión y de «polivirus salvaje».

La sociedad paquistaní está subdesarrollada. Se trata de un país eminentemente agrícola donde el uso del coche es limitadísimo y apenas hay industria. Por tanto, su población está pagando, muy a las claras, por un error que se ha cometido en otra parte y por una sobreexplotación del planeta de la que no se benefician.

Establecer quién debe pagar a los paquistaníes por estas lluvias tan terribles, por contra, es algo mucho más complejo. No solo hace falta crear un sistema justo de evaluación de daños y responsabilidades, sino que este se tiene que acomodar al juego de contrapesos entre países que caracterizan a la ONU.

Predecible y adecuada

La redacción final del mecanismo queda, traducida al castellano, de esta manera. Todos los países han firmado que establecerán un nuevo fondo, gestionado desde las propias Naciones Unidas, que «proporcionará financiación predecible y adecuada» para «los países en desarrollo especialmente vulnerables».

El concepto que más llama la atención es el de «países en desarrollo especialmente vulnerables». Nadie sabe a ciencia cierta a cuáles se refiere. Esta especie de categoría de país no existe. Habrá que aclarar esto en próximas reuniones. El tiempo para concretar, si todo va bien, será un año.

Para comenzar a desarrollar el mecanismo ha creado un grupo motor, llamado Comité de Transición, compuesto de 24 países, que elaborará durante un año los detalles sobre el funcionamiento y la financiación de esta iniciativa, en vistas a aprobarla en la COP28 de 2023.

Quienes tienen que dotar el dinero a ese fondo son los países ricos. Sin embargo, se ha añadido al texto final una coletilla relevante. Esta vez se contempla «expandir las fuentes de financiación» de dicho fondo. Se trata de una iniciativa de la UE y Canadá. En román paladino, lo que buscan estos países es que China aporte a dicho fondo.

La división entre países según su grado de desarollo en la cumbres del clima es una realidad que siempre ha existido. Los países desarrollados deben cumplir unos compromisos de reducción de la contaminación más estrictos, pues se entiende que los países en vías de desarrollo pueden necesitar contaminar más hasta alcanzar un mínimo de bienestar para su población.

Un tercio de las emisiones

El problema es que China no está completamente desarrollada. Es un país de un tamaño colosal y no todas las partes han alcanzado una industrialización completa. Beijing emplea esto como una ventaja para no asumir la responsabilidad que, como gran potencia mundial, le corresponde. A día de hoy, el 30% de los gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera provienen de China, prácticamente el doble que le corresponderían en función de su población.

En cualquier caso, la UE no ha salido para nada conforme con la reunión. Los negociadores europeos buscaban un compromiso con el clima, con el planeta. Y el resultado final se parece más a un nuevo mecanismo contra catástrofes humanitarias (por interesante que resulte su justificación) que a una resolución de una cumbre climática. Del mismo modo, las organizaciones ecologistas que acudieron a Sharm el Sheij a emandar unos compromisos reales no están para nada conformes, aunque el fondo sí les parece un avance.

La idea de una compensación de países ricos hacia pobres, era una idea con la que se venía especulando desde los años 90. Por ello, al igual que muchos portavoces de países africanos o de América Latina, los ecologistas se muestran satisfechos.

No obstante, han destacado dos pegas importantes. El texto es demasiado difuso y temen que acabe complicando los litigios internacionales en los que suelen derivar este tipo de catástrofes.

En segundo lugar, otro año más, los miembros de la ONU han acabado dando una patada hacia adelante a los compromisos para frenar el cambio climático. Cerrar la cumbre con un acuerdo económico implica como concepto subyacente la creencia absurda de que el dinero soluciona todo, incluso el cambio climático.

El secretario general de la ONU, António Guterres, trató de ser optimista y poner en valor el trabajo realiado. Calificó el ccuerdo como «un paso hacia adelante para la justicia». No obstante, recordó que hay una «línea roja» que no se debe cruzar, en referencia al calentamiento de 1,5 grados que no debería sobrepasarse a finales de este siglo, para lo que se necesita «invertir masivamente en energías renovables» y acabar con la «adicción a los combustibles fósiles».

«Debemos reducir drásticamente las emisiones ahora, y esta es una cuestión a la que esta COP no ha dado respuesta», resumió Guterres.

Los compromisos actuales de los países firmantes no permiten cumplir este objetivo del 1,5º, ni siquiera el de contener el aumento de la temperatura a 2º respecto a la era preindustrial, cuando el ser humano comenzó a utilizar los combustibles fósiles causantes del calengtamiento.

Estos compromisos, si se cumplen en su totalidad, situarían al mundo, en el mejor de los casos, en una trayectoria de +2,4°C en 2100 y, al ritmo actual de emisiones, en un «catastrófico» +2,8°C.