La cruz de visitante al final pesa más que la cara de local del Baskonia en la Euroliga
Saski Baskonia ha sido el mejor equipo de toda la Euroliga jugando como local, pero fuera del Buesa Arena ha sufrido demasiado: derrotas ante los equipos de la parte baja, el caso Pierriá Henry, las limitaciones propias e impuestas por los rivales, y la reacción de Zalgiris.

¿Qué pesa más: haber disputado una Euroliga muy por encima de las expectativas, con una plaza en el Top 8 en 33 de las 34 jornadas, llegando a liderar la competición a finales de diciembre o quedarse fuera de los cuartos de final por cuarto año consecutivo? ¿Importa más haber sido el mejor equipo como local, con un balance de 14-3, o el 4-13 del equipo gasteiztarra fuera de casa? ¿Ha pesado mucho ser el segundo equipo más joven de la competición, una plantilla cambiada casi hasta sus cimientos, empezando por un entrenador novato en la Euroliga?
Quien opine que en una Euroliga sin el CSKA de Moscú o el Zenit de San Petersburgo Saski Baskonia tendría que haberse colado en el Top 8 de la Euroliga, más aún tras la debacle de un Anadolu Efes que se ha quemado de tanto jugar con fuego, tiene poderosas razones, sobre todo porque los mayores errores del cuadro gasteiztarra han llegado ante los rivales más insospechados: aquel 87-61 ante Asvel Villeurbanne, la derrota en Atenas frente a un Panathinaikos al que se le perdonó la vida durante 20 minutos; aquel 85-84 en Berlín, con los gasteiztarras incapaces de anotar un solo punto en los dos últimos minutos del partido, circunstancias parecidas a las que acaecieron en las apuradas derrotas en Mónaco y en Kaunas frente a Zalgiris... Con que solo uno de aquellos finales apurados hubiera caído del lado gasteiztarra, ahora mismo no estaríamos lamiéndonos las heridas y pensando en lo que pudo ser y no fue. ¿De qué sirve superar al Real Madrid, a Valencia Basket, Anadolu Efes y Fenerbahçe si luego pinchas contra equipos bastante más flojos que esos?

Si el balón decidiera leyendo los pronósticos y los vaticinios de los expertos, Saski Baskonia hubiera quedado todavía peor de lo que se ha clasificado; mucho peor que ese 18-16 final y con bastantes más adversarios por delante, por no hablar de que las gradas no hubieran recuperado unos dos mil espectadores respecto del año pasado. En la cancha no hay mentiras, reza un dicho ligado al basket.
Sueño y resaca a lo grande
Pero la verdad también es poliédrica; Saski Baskonia ha recuperado el juego, la ilusión y hasta parte de lo que se vendió en su día como «Carácter». Venir a Zurbano ha sido un suplicio hasta para Mónaco, Olympiacos y Barça, los tres que han conseguido salir victoriosos, no digamos ya el resto, empezando por Partizan y Efes, que perdieron en la prórroga cuando ya paladeaban la victoria. Los aficionados baskonistas idearon el «Plan Kaunas» para regresar a la Final Four de la Euroliga, casi sin pasar por el cruce de cuartos, aunque desde 2019 que el club gasteiztarra no pisa los cruces; daba igual, porque por momentos, sobre todo en ese mágico diciembre, la Final Four, el asalto a la élite permitía soñar a lo grande otra vez. Anotar 96,06 puntos en casa no está en manos de cualquier mequetrefe que pase por ahí, superando los 100 puntos en cinco ocasiones, en cuatro de ellas, claramente por encima de los 110
No obstante, ese soñar a lo grande ha traído una resaca también acorde. Caer en Berlín a principios de enero no solo cortaba una racha de 12 victorias seguidas sumando Euroliga y Liga ACB, sino que evidenciaba la debilidad de Saski Baskonia lejos de su cancha, una debilidad acrecentada cuando Pierriá Henry, el arma secreta que redescubría el Baskonia en el primero tramo de la competición, debía desaparecer de escena cuando, por un análisis de orina en una prueba antidopaje, el base de Virginia se veía envuelto en un escándalo que lo tiene en una especie de limbo deportivo, sin licencia para jugar pero sin un «positivo». Sin un segundo base de garantías, luego de que Max Heidegger descubriera con prontitud que la Euroliga es muy complicada de lidiar, los gasteiztarras se han ido desinflando en la clasificación, incapaces de encontrar continuidad lejos de casa, perdiendo ante rivales que no han estado ni cerca de optar al top 8, como pueden ser Armani Milano, el Bayern de Múnich o la Virtus de Bolonia. De media, 77,41 puntos de lejos del Buesa Arena, sin poder superar los 85 tantosa consechados ante el Real Madrid en el WIZink Center.

¿Dónde reside el justo o injusto término medio? Se podrá aducir que Saski Baskonia jugó nueve partidos en la primera vuelta, partidos en los que pudo mostrarle al mundo –a la competición– que Darius Thompson, Markus Howard o Maik Kotsar merecían el apelativo de «jugadores de Euroliga» con todas las de la ley. Unos partidos que volvían a consagrar a Matt Costello, Rokas Giedraitis, Vanja Marinkovic o Tadas Sedekerskis como complementos de nivel –y más que eso, ya que todos ellos han tenido alguna destacada actuación–, al tiempo que el encaje de Pierriá Henry acabó por suponer un buen encaje para Darius Thompson, cuyo mayor debe ha estado en los partidos en los que Joan Peñarroya ha tenido que emplearlo en exceso, en los que se ha encontrado falto de fuelle al final. Otro tanto de lo mismo para Daulton Hommes, que pese a tener que sacrificarlo en la Liga ACB, en la Euroliga ha alternado partidos sueltos de gran nivel, aunque quizá haya sido quien más ha pagado su bisoñez a esta lado del Atlántico.
Defensa de contactos
«Nuestra intención es molestar en Europa», recalcaba Joan Peñarroya después de que los primeros partidos mostraran que aquellos “Power Ranking” en los que Saski Baskonia optaba a quedar decimoquinto, por delante de Alba Berlín, Asvel Villeurbanne y... ¡Zalgiris Kaunas! «Antes que fijarnos en los rivales, tenemos que fijarnos en nosotros mismos», recalcaba el de Terrassa en la previa a la primera jornada de la competición, una primera jornada que empezaba ganando por 71-81 en La Fonteta y daba inicio a una travesía sin final feliz, pero que ha sido emocionante como pocas.
Pese a la derrota en Berlín, los gasteiztarras terminaban la primera vuelta en la parte alta de la tabla, pero curiosamente, la cuesta abajo vino más rápido de lo esperado. Los de Peñarroya solo ganaban un partido en el mes de enero y a partir de ahí, el atlante del Baskonia en la Euroliga ha sido el de sobrevivir. Aguantar las embestidas de tiros y troyanos, repeler a Anadolu Efes, agarrarse a los averages favorables ante Estrella Roja o el propio Zalgiris, remontar frente a Fenerbahçe y Alba Berlín, descarrilar a un Valencia Basket que se llevaría la mayor paliza de la temporada en Gasteiz...
Ha sido un duelo de fricciones y contactos continuo, como la defensa que le han ido aplicando al cuadro gasteiztarra conforme han ido pasando por partidos, sobre todo lejos del calor del Buesa Arena. Jugadores como Enoch, el propio Costello o Daulton Hommes han mostrado debilidades notorias cuanto más físico ha jugado el rival, por no hablar de lo grande que le ha venido la Euroliga a Heidegger o al propio Dani Díez, o por momentos a Raieste y Kurucs, imprescindibles para dar descanso a los titulares del Baskonia sobre todo tras la ausencia de Tadas Sedekerskis por lesión.

Esos contactos supusieron ceder en casa ante el AS Mónaco el 10 de marzo, un 93-102 que hacía que los gasteiztarras perdieran cualquier margen de error, en una última derrota en casa ante un rival que, pese a la ausencia de su gran estrella Mike James y unas carencias notables en el tiro exterior, sacaba a la luz las limitaciones del Baskonia en cuanto a pérdidas y rebotes ofensivos concedidos, producto de que la fricción física le ha pasado factura. Algo así le sucedió el jueves pasado en El Pireo ante Olympiacos. Pese a que los de Georgios Bartzokas parecieron guardar algunas fuerzas, y pese a los 29 puntos de un Markus Howard ciclotímico, pero mágico cuando le ha dado por aparecer, superaron a un Baskonia presa de los nervios y de sus propios condicionantes de todo el año. Solo quedaba esperar el fallo de Zalgiris Kaunas.
Pero Zalgiris Kaunas, «el octavo pasajero» –aunque se ha metido en séptima plaza–, no solo no ha fallado, sino que ha ganado sus cuatro últimos partidos, tres de ellos en el Zalgirio Arena, es cierto, pero superando en el camino al propio AS Mónaco, sobreviviendo al Maccabi de Wade Baldwin y en último término, arrancando una victoria providencial del Audi Dome de Múnich, un lugar de grato recuerdo para los lituanos, ya que fue allí donde se proclamaron campeones de la Euroliga en 1999, de la mano del gran Tyus Edney y los exbaskonistas Stombergas y Timinskas.
¿Con cuál de las caras nos quedamos con el Baskonia? Para empezar, la temporada no ha terminado, no en vano el Baskonia lidera la Liga ACB. Asimismo, la Euroliga ha visto cómo se las gastan los puntales del cuadro gasteiztarra y novias no faltarán, pero si por una vez, Josean Kerejeta y los suyos optan por mantener este bloque, con los debidos retoques y los inevitables cambios, pero sin tener que erigir de nuevo el edificio desde sus cimientos; si por una vez Saski Baskonia opta por esta estrategia, la Euroliga le volverá a dar una oportunidad al cuadro alavés. Se la ha ganado.

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