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40 años después, la desaparición de Popo Larre sigue reclamando respuestas

Jean-Louis Larre 'Popo' fue visto por última vez el 7 de agosto de 1983 en las inmediaciones del camping de Léon en las Landas. En el 40 aniversario de ese enigma por dilucidar 'Mediabask' ha dedicado un podcast al caso, recabando testimonios de familiares y antiguos militantes de Iparretarrak (IK).

Acto de recuerdo a Popo Larre en su localidad natal de Heleta.
Acto de recuerdo a Popo Larre en su localidad natal de Heleta. (Bob EDME)

Los periodistas de 'Mediabask' Ximun Larre y Oihana Daguerre han trazado en un podcast disponible en la página del semanario, los difusos contornos de la desaparición del militante de Iparretarrak (IK) Jean-Louis Larre, conocido como Popo, de la que se cumplen 40 años.

Para ello han contado con los testimonios del hermano del desaparecido, Totte Larre, y también de compañeros de armas del militante de Heleta, concretamente de Betti Bidart y de Gabi Mouesca.

Este último, excarcelado tras cumplir diecisiete años de cárcel, revela, por primera vez, que él era uno de los miembros de la extinta organización armada de Ipar Euskal Herria que aquel 7 de agosto de 1983 se enfrentaron a los gendarmes en las inmediaciones del cámping de la localidad de Léon, en el departamento francés de las Landas.

«Es la primera vez que lo digo porque, en nuestra cultura militante, cuando tomábamos la palabra ante un tribunal lo hacíamos para explicar las razones de nuestro combate, no para abordar los hechos concretos que se nos reprochaban», explica el expreso.

Mouesca se refiere con ello al juicio del año 2000, cuando Filipe Bidart y él mismo fueron condenados a purgar penas de 20 y 15 años de cárcel, en un proceso judicial en el que otro militante de IK, el urruñarra Totte Etxebeste fue condenado a cuatro años sin obligacion de cumplir la condena en la cárcel.

Recuerda ese proceso, en el que como ahora confiesa no dio cuenta de su presencia en el lugar de los hechos, como «un juicio entre morboso y caricaturesco» que, además de no permitir esclarecer al completo la muerte del gendarme Yves Giummara, mantuvo intactas todas las sombras que pesaban y pesan todavía hoy sobre la desaparición de Popo Larre.

7 de agosto de 1983, camping de Léon (Landas)

Volviendo a la cronología de los hechos, el enigma que rodea a Popo Larre empieza en la tarde del 7 de agosto de 1983, que Gabi Mouesca rememora con precisión.

Cuatro miembros de IK se encontraban alojados en el ya citado cámping de Léon, situado a unos 60 kilómetros de Baiona. 

Una cadena de detenciones en Ipar Euskal Herria, en la que fue arrestada una persona que sabía que estaban allí, les obliga a precipitar su salida del cámping en el que se hospedan.

La Gendarmería gala ya ha dado para entonces indicaciones a los propietarios de establecimientos hoteleros para «comunicar cualquier movimiento sospechoso» y el cámping de Léon formaba parte del perímetro de esa operación de información policial. De tal forma que cuando los jóvenes vascos acuden a pagar la estancia, no tardará en producirse la llamada a la Gendarmería.

A la salida el comando de Iparretarrak se toma con una patrulla. La persecución en coche termina a poca distancia del cámping.

«Eramos cuatro, ellos dos, nos proponen que nos rindamos, pero tenemos superioridad numérica y les hacemos frente», desgrana Mouesca, que matiza que los gerdarmes abrieron fuego y los militantes de Iparretarrak respondieron, de inmediato, con sus armas.

Para entonces, «Popo se había apartado del grupo, no tomó parte en el enfrentamiento, se adentró él solo en un pinar cercano», prosigue el exmilitante de IK.

Un gendarme muere en el tiroteo y otro resulta herido

El tiroteo en el paraje landés tiene consecuencias graves, al saldarse con la muerte de uno de los gendarmes, Yves Giummara, mientras que su compañero, Jean-Pierre Plouzot resulta herido.

Los militantes vascos emprenden la huida en el propio vehículo de los miembros de la Gendarmería, un 4L (Renault 4), pero Popo, al que llaman con insistencia, no sale del refugio boscoso en que todos creen que se encuentra. Partirán del lugar sin su compañero, del que no volverán a saber nada.

Tampoco su familia, a la que pone voz en el podcast Totte Larre. Recuerda a su hermano, seis años más joven, como una persona «desbordante de vida y muy inquieta».

Le gustaba la montaña, montar a caballo, pero desde chaval se acercó al mundo del teatro, y en esa vivencia cultural se cimentó su «sentimiento de injusticia, en particular por la situación del euskara», relata.

Su familia solo le dio un consejo; «que no se implicara hasta el punto de tomar las armas».

Cuando llegaron las noticias de que la Gendarmería peinaba una vasta zona en Landas en busca de un huido de IK, todo cambió para los Larre.

La pregunta «Nun da Popo?» ( ¿Dónde está Popo?), que en cuatro décadas ha tomado distintas formas, saltando de las paredes a los eslóganes en las manifestaciones, se quedó incrustada en las cuatro paredes de su casa en Heleta.

 

La madre de Popo, Mayi Larre, falleció en 2021 sin que nadie le diera señas de vida o de muerte respecto a su hijo.

La sombra que envuelve a otras desapariciones forzosas

Una tragedia que, como recuerda una pared en Patxa Plaza de Baiona, tiene réplica en la casa de los familiares de otros militantes vascos -allí aparecen Joxean Lasa, Joxi Zabala y Jon Anza- aunque con la agravante en el caso de Popo de que nunca se ha hallado el cadáver que pueda revelar, al menos en parte, lo ocurrido.

De ahí que esa condición de desaparecido enlace más bien el enigma con los casos de «Pertur» y «Naparra», aunque en su libro 'Objetos Perdidos' el historiador Iñaki Egana contabiliza una veintena de desapariciones forzosas ligadas al llamado conflicto vasco.

Tras el largo tiempo transcurrido, «la cuestión sigue siendo conocer la verdad para poder hacer el duelo, aunque lamentablemente ya no nos queda demasiada esperanza», confiesa Totte Larre, que narra algunos de los sufrimientos añadidos por los que ha pasado en este tiempo la familia que, a raíz de la desaparición de Popo, recibió durante largo tiempo amenazas telefónicas «pero también el apoyo de gente que se acercaban a darnos su apoyo», relata.

Aparece el cadáver del joven Pascal Dumont

La aparición, en dos décadas distintas, de dos cadáveres abrieron un haz de luz al que siguió un doloroso derrumbe de las expectativas.

Particularmente en el primero de los casos. El 27 de agosto de 1983 la Policía localiza en una playa girondina el cuerpo sin vida de Pascal Dumond, un joven desaparecido apenas quince días después de que se perdiera la pista del de Heleta.

Dos cadáveres aparecidos en dos décadas distintas abrieron sendos rayos de luz que dieron paso después a la misma penumbra

 

La Policía identificó como Pascal Dumont ese cadáver hallado no lejos de Léon. Pero la familia Dumont negó desde el principio que aquel cuerpo que la Policía tardó menos de tres cuartos de hora en identificar fuera el de su hijo.

El padre, Germain, testificó que la Policía le había presionado para que reconociese la identificación de su hijo y fue contundente al afirmar que el cadáver que le mostraron no se correspondía con el de Pascal, ni por edad, aspecto físico o detalles como el bañador que vestía.

Tanto es así que la familia Dumont hizo constar en la tumba la leyenda: «Aquí descansa un desconocido que nos fue impuesto el 27-VIII-83 por la Gendarmería, la Justicia y los cuerpos médicos».

Así lo recordaba la crónica que publicó GARA en el trigésimo aniversario de la desaparición del exmilitante de IK en la que se remarcaba que «la herida seguía abierta» para familiares y amigos de Popo Larre.

Intento furtivo de hacer hablar al enterrado como Dumont

El tribunal rechazó durante cinco años la exhumación solicitada por la familia Dumont, que solo llegaría cinco años después, cuando ya se había producido un intento furtivo de hacer hablar al cuerpo allí enterrado.

A ese capítulo se refiere Gabi Mouesca en el podcast para asumir que la presentada como «una profanación de tumba» fue una actuación, por así decirlo, consentida, que consistió en retirar un hueso para someterlo a las pruebas de ADN. Otro callejón sin salida.

Betti Bidart reitera que «no se puede asegurar nada a las claras» respecto a esa tumba.

Más recientemente apareció otro cuerpo en Pirineos y la Gendarmería contactó con los Larre con la petición de realizar un test de ADN a Mayi, de 92 años de edad y ya muy delicada de salud. La familia no aceptó que pasara por esa prueba.

La familia significó a la Policía que existía ya el cotejo de ADN antes referido, lo que no hacía necesario proceder a otra prueba.

Semanas después les comunicaron en otra llamada que el cuerpo no era el de Popo.

«Caza al hombre» con grandes medios y ningún resultado

«Es impensable que con los medios que emplearon para capturarle no le encontraran», persiste Betti Bidart, que reitera que hay «muchas zonas oscuras».

«El procurador rechazó la opción de que se tomara un elemento de la osamenta» añade Mouesca, recuerda, para clamar contra «una gran mentira de Estado».

En 2008 la Justicia francesa renunció a la acusación abierta contra Popo Larre, dándole por muerto pero sin hacer nada para esclarecer lo ocurrido.

Mouesca cita lo ocurrido en Argelia y reclama que «no haya que esperar 60 años a que se desclasifiquen los archivos»

 

Sin rendirse a la desesperanza, Gabi Mouesca, el militante al que la justicia europea amparó al haber sido detenido en 1984 sin ser juzgado hasta 2000, estima que «si hemos sabido de las torturas cometidas por militares en Argelia es porque los servicios franceses dejan constancia escrita de casi todo».

Y se despide con el deseo de que, a diferencia de lo ocurrido con la excolonia francesa, «los historiadores no deban esperar sesenta años para que se desclasifiquen los archivos» del caso de Popo Larre. Un enigma que 40 años después reclama respuestas.