Mariona Borrull
Elkarrizketa
Enzo Vogrincic
Actor

«Cuando haces de un personaje real, tu trabajo adquiere más capas»

El actor uruguayo (Montevideo, 1993), que devuelve a la vida a Numa Turcatti en la película de JA Bayona para Netflix, es una de las estrellas emergentes más prometedoras del panorama latinoamericano actual.

Enzo Vogrinic, en un fotgorama de ‘La sociedad de la nieve’.
Enzo Vogrinic, en un fotgorama de ‘La sociedad de la nieve’. (La sociedad de la nieve)

En la película, su personaje actúa como la voz narradora, quien cuenta la historia, pero ¿se siente cómodo con la etiqueta de ‘protagonista’?

No, para nada. Esta es una historia que le pasó a tanta gente… Hay tantos protagonistas como cabezas en ese avión y dependiendo de qué perspectiva tomes, la historia será espectacular igual, pero radicalmente diferente.

¿Por qué cree que tenemos necesidad de imponer protagonistas a un relato como este?

Pues no sé por qué, pero sí sé que ‘protagonista’, Numa no es. De hecho, cuando fuimos a casa de la familia de él, ‘Jota’ (JA Bayona) mencionó que Numa sería el ‘protagonista’ y sus hermanos le respondieron que a él no le hubiera gustado ser el protagonista de nada. De hecho, Numa era un as jugando al fútbol pero nunca vistió la camiseta del ‘9’, que es el número del goleador. Yo creo que eso dice mucho de cómo era esta persona.

Bueno, y también habla mucho de la actitud moderada que se impuso en esta ‘sociedad’ de la nieve…

¡Totalmente! De hecho, ahora Gustavo [‘Coco’] contaba que en el avión se censuraban entre sí para mantener la moral. Por ejemplo, si alguien empezaba a tener una actitud negativa o a llorar por sus muertos, como sabían que habría una reacción en cadena, pactaron castigos como negarles la palabra o no masajearles los pies. Si te derrumbabas, te morías, así que esas reglas ‘positivas’ tenían todo el sentido.

En Venecia, JA Bayona hizo referencia a los extremos de frío y hambre reales a los que habían llegado para encarnar a los personajes, y dijo que fue para obtener la ‘validación’ de los muertos. ¿Fue así?

Yo lo veo como una cuestión de responsabilidad. Como actor, cuando haces de un personaje real, tu trabajo adquiere más capas. Eso conlleva un plus de responsabilidad y de placer para dedicarte más, que te lleva a involucrar el cuerpo y a bancar el frío sin problemas.

Decía que el frío y el hambre eran el ‘alimento’ para interpretar…

Con el frío y el hambre encuentras motores que te resuelven cosas. Por ejemplo, a veces hacía calor en la montaña, y entonces nada funcionaba. Entonces, te metías nieve dentro de la ropa y ya eras capaz de actuar el frío que pedía la situación. El frío y el hambre nos han servido para encontrar soluciones para interpretar eso tan raro que teníamos por delante, un abanico de emociones para las que no teníamos ninguna referencia. Incluso ellos cuando cuentan que se les moría algún amigo, explican que no tenían emociones para procesar eso y lo vivían como si se hubiera caído un árbol… ¡Pero tú tienes que actuar alguna emoción para la cámara!

¿Cuándo sintió que había encontrado el personaje de Numa?

¡Nunca! Todavía dudo. Porque si tienes a alguien vivo, tienes un referente con el que compararte, pero tratá de compararte con el recuerdo que se tiene de alguien… Había gente que decía que Numa era la mejor persona que habían conocido en su vida, incluso ‘Coche’ [José Luis Coche Inciarte, superviviente] decía que lo veía como Cristo bajado a la Tierra. ¡Y tú no podéis actuar a Cristo bajando a la Tierra! [Roberto] Canessa lo definió como un monje venido de otro planeta. Que sus hermanos me dijeran que le gustaba caminar haciendo equilibrios por el muro del lado de casa, eso es una información que es mucho más útil. Pero te vas acercando al personaje como puedes…

Yo había días que salía del rodaje y decía: ‘Eso fue un desastre, no lo veo claro’. Incluso llegó un día en que Jota me empezó a contar en privado una historia sobre cómo [Terence] Malick prácticamente eliminó en montaje a su protagonista de una película [Adrien Brody en ‘La delgada línea roja’]. Y entrabas en pánico, como: ‘¿Pero qué me está queriendo contar con esto?’. Pero entonces, seguías tratando de definirlo y desde el esfuerzo consciente ya aparecía un personaje.

¿Cómo creció la película durante los dos meses que estuvieron ensayando en Barcelona?

Te voy a dar una anécdota muy loca de una actividad que hicimos preparando el rodaje en Barcelona. Un día, vino una mujer de Bali a darnos dos talleres de respiración holotrópica dirigidos a llegar a estados alterados de consciencia. Te tumbabas, y durante cuarenta minutos tratas de respirar muy intenso para hiperventilar. Con el tiempo dejas de sentir el cuerpo, empiezas a sentirlo separado –alucinante–, yo en un momento empiezo a tener ataques de risa o de angustia, hay quienes se encuentran con ex o con sus padres…

En la segunda sesión, se me empiezan a aparecer personas que ya fallecieron, como un compañero de casting, que me pide que lo acompañe y, de repente, se me presenta Numa como a esta distancia [unos centímetros]. Le digo que no sé quién es, le pido disculpas, se lo agradezco y vuelvo. Pero yo había quedado en otro lugar y a la hora de explicar lo que había pasado, en ese momento, empecé a bajar informaciones que nunca había procesado, sobre su abuelo, su oficio, sus hermanos de la montaña (a quien yo nunca llamaba así)... No sé qué me pasó, pero de ahí conseguí sacar un montón de herramientas para enfrentar al personaje.

Me encanta que les organizaran una actividad así para antes de rodar.

¡Esta y otras muchas! Tuvimos incluso sesiones con bongos…

Yo también quiero ser actor… Suena todo muy divertido, pero estaban rodando una historia muy trágica. ¿Cómo equilibraban el pasarlo bien con contarlo bien?

En realidad, una cosa lleva a la otra. Desde el primer día en Barcelona, nos pasábamos todo el día juntos y nos hicimos muy amigos. Entonces, cuando vas a trabajar, estás actuando con y para amigos, no para un actor que acabas de conocer. El compañerismo es una forma de acercarte a la historia mucho más fiel.

‘La sociedad de la nieve’ y su anterior película, ‘9’, son dos proyectos de envergadura muy diferente [contra la épica de la de Bayona, ‘9’ es una película de cámara muy independiente, con Vogrincic como seudo-Cristiano Ronaldo solitario y en crisis existencial]. ¿En qué escala le es más fácil trabajar?

Yo siento que el trabajo es siempre el mismo: resolver escenas, diálogos y situaciones  concretas, que son aspectos que siempre dependerán de vos y de cómo quieras jugar tus cartas como actor, no de la película. No siento un peso extra en ningún caso.

¿Cómo empieza a interesarse por el cine?

El cine nunca fue un objetivo, yo siempre quise ser actor de teatro. Empecé a los quince años como hobby y a los dieciocho entraba en la Escuela Municipal de Arte Teatral (EMAT). El cine llegaría mucho más tarde y fue un cambio de registro tan brutal, de la proyección física del teatro a la interpretación para cámara, que mi sensación es que me era imposible. No tengo formación, aún dudo de mí y aún ese pensamiento me mantiene alerta. Lo que me sostiene es una disciplina que me da más trabajo, pero que me hace estar tranquilo.

La entrevista se desarrolla en un ambiente muy coloquial. Enzo me confiesa que aún tiene que procesar el cambio que ha dado su carrera: ‘Hace dos años, estaba cargando muebles con mis amigos para una escenografía, ahora me tratan de actor serio’. Con las agentes de prensa, le aseguramos que es síndrome del impostor a lo que, bromeando, viste unas gafas de sol enormes y con mucho estilo, y nos regala una pose glamurosa.