Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Elkarrizketa
Fátima Sime
Escritora chilena autora de la novela ‘Carne de perra’

«No podemos calificar ni enjuiciar a la persona torturada»

Escritora y matrona de profesión, la chilena Fátima Sime abordó la tortura y la relación entre víctima-victimario en su primera novela, «Carne de perra», editada en Chile en 2009. Ahora llega a las librerías de Euskal Herria de la mano de Txalaparta.

La escritora y matrona chilena Fátima Sime.
La escritora y matrona chilena Fátima Sime. (Fátima SIME)

«María Rosa podría ser una de las tantas desaparecidas o torturadas en Chile que han hablado de lo que vivieron, pero tal vez represente mejor a quienes no lo han hecho. No es una superviviente idílica, ni mucho menos perfecta. Pero ¿acaso existe la persona torturada perfecta? ¿Qué o quién decide qué o quién lo es en la absurdidad de las reglas del juego de la tortura?», se pregunta Lohizune Amatria Zabalza, sobrina de Mikel Zabalza, en el epílogo de la novela  de la escritora chilena Fátima Sime “Carne de perra”. Editado por primera vez en Chile en 2009, ahora llega a Euskal Herria de la mano de Txalaparta.

«Es imposible cualquier acuerdo de reparación si no se habla en profundidad de la tortura, que no solo afecta al torturado en sí, sino que actúa como un virus que se desparrama hacia la familia y desde ahí infecta el cuerpo social», subraya Sime a NAIZ.

¿A qué hace referencia el título «Carne de perra»?

En Chile, la palabra ‘perra’, principalmente usada por los hombres, se refiere a una mujer casquivana, pérfida, mala, promiscua. Quería perfilar a mi protagonista, María Rosa, como una persona común y corriente que está totalmente metida en la matriz cognitiva machista. Ella se siente así después de lo que le pasa.

¿Cómo nace esta novela?

Cuando la escribí, en Chile había un movimiento a favor de meter las cosas debajo de la alfombra, como si la forma de reconciliarse fuera el olvido y hacer borrón y cuenta nueva. Yo quería que mis hijas supieran todo lo terrible por lo que habíamos pasado. Sentía que en la literatura chilena había  muy poco acerca de lo que sucedió. Por otra parte, tengo cierta obsesión por el binomio víctima-victimario. Uní ambas cosas en un trabajo por la memoria. Así nació este trabajo.

María Rosa Santiago López se enfrenta a su torturador casi dos décadas después, con él moribundo en el mismo hospital donde trabaja. ¿Por qué eligió este enfoque para abordar la tortura y la relación entre víctima y victimario?

Nuestra expresidenta Michelle Bachelet se encontró un día en el ascensor con el torturador de su padre. No es algo que no tenga un asidero en la realidad. Pero el motivo principal fue literario; necesitaba que María Rosa tuviera un cambio a lo largo de la narración. Una forma fue que el personaje se enfrentara a la herida, al trauma síquico y físico que queda después del síndrome de Estocolmo que experimentó y el reconocimiento de lo que para ella, hasta ese momento, fue una aberración –enamorarse, por decirlo de alguna manera, de su torturador–.

¿Cómo la definiría?

Como una persona sencilla y como una víctima con las mismas complejidades que tenemos todas las personas.

¿Cuántas Marías Rosas sigue habiendo en el Chile actual?

Creo que todas tenemos algo de María Rosa. Dentro de la violencia, la tortura es lo más fuerte, pero a lo mejor tu vecina de la cuadra siguiente es una mujer que está sufriendo algún tipo de abuso. Las Marías Rosas pueden estar multiplicadas en cualquier sitio.

¿Y cómo describiría al «Príncipe», su torturador?

Soy una convencida de que los seres humanos somos una mezcla de ángel y demonio. La gente se escandaliza cuando digo que la posibilidad de actuar bajo nuestro lado de demonio está también dentro de nosotros. La mayoría de los torturadores son abuelitos que llegan a su casa después de torturar a otro ser humano y se ponen a jugar con sus nietos, que hacen su día a día como cualquier otra persona…

«No puedes decir que son casos aislados cuando en un país se ha torturado de la forma que se hizo en Chile, con la cantidad de detenidos-desaparecidos que tenemos»

Es como si se sacaran un pedazo de cerebro por decirlo de alguna manera. Cuando los nazis estaban dando su testimonio decían que actuaban cumpliendo órdenes. Me llama la atención esa dualidad de quienes piensan que deben conseguir esa información porque consideran que es para un bien mayor. Meterse en esa dicotomía humana es un trabajo para los sicoanalistas; diría que para todos, en realidad.

«¿No sabes acaso cómo se enfermó la mamá buscándote?», le reprocha su hermana. La tortura no solo daña a la persona torturada, también a su tejido familiar, social… ¿Cómo reparar lo irreparable?

Me viene a la mente el método kintsugi, el trabajo de reparación de los japoneses cuando una porcelana o un objeto valioso se cae al suelo [consiste en arreglar fracturas de la cerámica con barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro]. Si tuviéramos ese oro para hacer la reparación en las víctimas o en una misma sería maravilloso, pero desgraciadamente no tengo la respuesta a cómo reparar lo irreparable.

¿Por qué María Rosa opta por el silencio, por desaparecer y espera 18 años para retomar el contacto con su familia?

María Rosa vuelve a su patria pensando que las cosas van a ser distintas. No lo son, al contrario, son peores por la culpa que carga y que la destroza interiormente. A esa culpa se suma la soledad y la vergüenza de presentarse ante sus seres queridos. Mucha gente no tiene la claridad de que lo que le pasa a uno no solo le pasa a él o a ella, sino también a sus familiares y a todo su núcleo.

¿Es posible una reparación cuando no hay un reconocimiento colectivo y oficial? El 50 aniversario de golpe de Estado de Pinochet reflejó el auge del negacionismo.

Es imposible cualquier acuerdo de reparación si no se habla en profundidad de la tortura, que no solo afecta al torturado en sí, sino que actúa como un virus que se desparrama hacia la familia y desde ahí infecta el cuerpo social. No puedes decir que son casos aislados cuando en un país se ha torturado de la forma que se hizo en Chile, con la cantidad de detenidos-desaparecidos que tenemos. No puedes cerrar el duelo; permanentemente llevas a ese hijo, marido, amigo… cuyo cuerpo no te han entregado.

«Creo que todas tenemos algo de María Rosa. Dentro de la violencia, la tortura es lo más fuerte, pero a lo mejor tu vecina de la cuadra siguiente es una mujer que está sufriendo algún tipo de abuso»

Una amiga me dijo que se te tuvo que tomar un ansiolítico para leer la novela. ¿Cómo esa misma persona tiene que leer algo para que algo se le remueva por dentro y no siente lo mismo ante el familiar de un detenido-desaparecido?

Los seres humanos tenemos la capacidad de tapar las cosas y de no querer ver las heridas. Desgraciadamente, estamos viviendo un apogeo de un sistema económico que te lleva a lo individual más que a lo colectivo. Se han perdido muchas características de lo que significa ser parte de una comunidad.

«Carne de Perra» sale por primera vez en 2009. Nueve años después es reeditada en Chile. ¿Cómo cree que la perciben las diferentes generaciones?

Estoy muy contenta con su reedición por el recibimiento que ha tenido entre el público joven. La primera vez que fue publicada tuvo una fabulosa acogida en la academia, se empezó a estudiar en las facultades de literatura, en las universidades, pero hubo poco trasvase hacia las diferentes clases que componen la sociedad. No hubo la suficiente difusión, al contrario de lo que ha sucedido con la segunda redición.

En diez años la sociedad cambia mucho. Pertenezco a un grupo de mujeres escritoras feministas. En el transcurso de estos años, las mujeres han hecho grandes avances a la hora de tomar la bandera feminista y luchar por las causas feministas. “Carne de perra” es tremendamente feminista y les ha llegado mucho.

Ahora llega a Euskal Herria de la mano de la editorial Txalaparta. Quisiera reformularle la reflexión que plantea en el epílogo, «Marcas silenciadas», la periodista y sobrina de Mikel Zabalza Lohizune Amatria Zabalza: «¿Acaso existe la persona torturada perfecta? ¿Qué o quién decide qué o quién lo es en la absurdidad de las reglas del juego de la tortura?»

Yo situé la novela y a María Rosa en Chile porque me interesaba rescatar la memoria chilena, pero María Rosa podría perfectamente pertenecer a cualquier otro país que haya padecido torturas sistemáticas propiciadas por el Estado. Lo terrible es que son elementos del Estado quienes promueven esta tortura. Aunque los personajes son tremendamente chilenos, la temática es universal. Es un fenómeno mundial y humano, y como tal lo tenemos que tomar.

«Los seres humanos tenemos la capacidad de no querer ver las heridas. Estamos viviendo un apogeo de un sistema que nos lleva a lo individual más que a lo colectivo»

La pregunta que plantea es bastante compleja y nos invita a la reflexión. No creo que haya nada heroico en el hecho de que no te quiebres durante las sesiones de tortura o que, por el contrario, lo hagas. No podemos calificar ni enjuiciar a la persona torturada, para mí la tortura es una y por el mero hecho de que te estén torturando, ya pasas a ser un héroe.

La novela aborda la tortura, la violencia sexual, la manipulación sicológica… ¿Sigue habiendo tabúes?

Tendemos a no mirar aquello que molesta, a no discutir y reflexionar sobre ello. Hay mucho tabú todavía. Debemos cambiar la matriz cognitiva machista en la que vivimos todos. Hoy día, la palabra deconstruirse está muy de moda.

Es precisamente lo que debemos ir haciendo porque, sobre todo mi generación y las anteriores, venimos de una matriz cognitiva tremendamente machista.

Jamás hay que dejar el concepto de la deconstrucción, debemos revisarlo permanentemente porque los avances son lentos y hay muchas fuerzas en contra de esos avances sociales; fuerzas que siempre están tratando de echar para atrás los logros.