Mariona Borrull
Periodista, especialista en crítica de cine / Kazetaria, zinema kritikan berezitua

Joe Wright estrena su biopic de Mussolini y Dea Kulumbegashvili divide después de ‘Beginning’

Todo cabe en el Festival de Venecia: la segunda película de la georgiana tras de la Concha de Oro, ‘April’ es cine de autor duro, y la serie de Wright para Sky ShowTime, con Luca Marinelli, corre bajo un colosalismo marca de estudio.

Dea Kulumbegashvili junto a parte de su equipo.
Dea Kulumbegashvili junto a parte de su equipo. (Alberto PIZZOLI | AFP)

A pesar de encontrarse fuera de competición, los ocho capítulos de ‘M: Son Of The Century’ han acaparado los titulares de la jornada. Al fin y al cabo, el cuadro es particular… El británico responsable de ‘La hora más oscura’, que dio el Oscar a un Gary Oldman irreconocible como Churchill, acepta una tarea ingrata: adaptar el éxito de ventas literario de Antonio Scurat sobre la vida del Duce.

Mussolini, una caricatura alarmada del vampiro

El cineasta ha justificado la peligrosa frontera entre retratar y dar un espacio excesivo a la memoria del dictador. «No creo que se trate de hacerlo demasiado humano. Simplemente es humano, pero es un ejemplo de lo peor de la humanidad», ha explicado. «Su vida plantea importantes cuestiones sobre cómo nos relacionamos entre nosotros y con el mundo que nos rodea, y también sobre nuestras propias almas».

Hace las de Benito Mussolini un destartalado Luca Marinelli, al que recordamos como dandy hecho a sí mismo en ‘Martin Eden’ (por el que ganó la Copa Volpi a Mejor Actor), pero que hoy brilla en una inquietante caricatura digna de Bruno Dumont.

De cara oronda y actitud simiesca, verborreico, el disfraz del campesino que se creyó gánster hasta convertirse en él, es naturalmente el primer y gran espectáculo de una serie esforzada por alcanzar una colosalidad comparable a la del monstruo que retrata. Para ponerse a la altura de su inverosimilitud, Wright invoca todas las herramientas expresivas del cine mudo más hiperbólico y desvergonzado: desde los decorados de cartón-piedra a la superposición metafórica de imágenes, o los acrobáticos movimientos de cámara. El resultado es una serie que chilla tanto como su protagonista, que recuerda las sombras afiladas del Doctor Caligari. A falta de ver su segunda mitad, aún falta adivinar si el barullo, en fin, va a alguna parte.

Dea Kulumbegashvili perfecciona la fórmula y vuelve a dividir

Cuatro años después de ‘Beginning’, la directora se interna otra vez a las profundidades masculinas y tradicionalistas de la Georgia rural. Ha competido por el León de Oro con ‘April’, viaje a la noche de una médico obstetra (otra vez Ia Sukhitashvili) que desafía la Ley del Estado practicando abortos ilegales en un pueblo de campesinas analfabetas, violadas por defecto por los hombres del lugar.

Es el mismo infierno que su ópera prima, sobre el que ahora la cineasta ha perfeccionado su fórmula. Teatralizante, ‘April’ pendula metódica entre la artificiosidad sus cuadros (coreografías precisas, trabajo con un espacio distorsionado por la perspectiva, un colorismo oscurantista) y un interés malsano por el detalle descarnado, gore, físicamente chocante. En este sentido, dialoga con la hipervisibilidad violenta de ‘Beginning’ mientras la trastoca, equilibrándola incorporando el fuera de plano, aquello que no llegamos a ver, como espacio igualmente expresivo.

El grueso de la película, por ejemplo, deja en un contraplano que se retrasa, o se oculta, al personaje más importante de cada escena, o moviliza una cámara subjetiva sin desvelar de momento (o nunca) a quién pertenece la mirada. Kulumbegashvili se reconocerá heredera de ‘El caballo de Turín’ de Béla Tarr por su rotundidad desamparante, que acaba de redondear el diseño grueso y anti-evidente de la banda de sonido compuesta por Matthew Herbert (‘The Responder’), a base de respiraciones agitadas, murmullos y runruns corporales, entre lo animal y lo humano.

‘April’ es una película tan aguda y anticomplaciente como ‘Beginning’. Que el Festival la programara al final de una de las jornadas más estresantes de su segunda semana, con la prensa agotada por la cobertura del ‘Joker’, podría explicar la cantidad tremenda de deserciones que hubo en su primer pase. El cine de autor cabe en el Lido, pero qué poco se cuida.