Imanol  Intziarte
Redactor de actualidad, con experiencia en información deportiva y especializado en rugby
Elkarrizketa
Gorka Martín
Historiador, autor del libro ‘Bilbao 1874, el asedio carlista a la Invicta Villa’

«Las Guerras Carlistas se mueven en una ambivalencia entre la anécdota y el olvido»

Graduado en Historia y especializado en la arqueología de los conflictos, Gorka Martín pone el foco con su primer libro sobre un importante capítulo de su ciudad natal, Bilbo, que en 1874 sufrió durante dos meses un duro asedio en el marco de las Guerras Carlistas.

El historiador Gorka Martín posa con un ejemplar de su libro con la ciudad de Bilbo al fondo.
El historiador Gorka Martín posa con un ejemplar de su libro con la ciudad de Bilbo al fondo. (NAIZ)

Gorka Martín estudió el grado de Historia en la UPV-EHU, posteriormente hizo un máster en Gestión del Paisaje y para su doctorado eligió como título ‘Arqueología del Conflicto Carlista en Bizkaia y Araba’. Un período de la historia que llegó a su vida para quedarse, como deja claro su nick en redes sociales (@CarlistWars), desde el cual lleva a cabo una activa tarea divulgativa.

«Siempre he dirigido mi carrera hacia la arqueología. En los 2000 había un boom por la arqueología de la Guerra Civil, así que entre mi director de tesis, Sergio Escribano, y yo pensamos en hacer algo sobre unas guerras totalmente olvidadas, las Guerras Carlistas. Decidí tirar por ahí e hicimos bastantes excavaciones, proyectos…».

El árbol sigue dando frutos y uno de ellos acaba de ve la luz. Se trata del libro ‘Bilbao 1874, el asedio carlista a la Invicta Villa’,  publicado por la editorial La Esfera de los Libros. A lo largo de sus 408 páginas, Gorka Martín expone con detalle un capítulo relevante, y quizás no tan conocido como se debería, de la historia de la capital vizcaína.

Siempre que se habla de arqueología nos vienen a la mente las pirámides de Egipto, Pompeya, o más cerca yacimientos como el de Iruña-Veleia, pero no el siglo XIX…

La verdad es que ha sido una ventaja, nadie había tratado las Guerras Carlistas ni el siglo XIX en general desde la arqueología. Nos ha dado mucha visibilidad. Como bilbaíno, el de ‘La Invicta Villa’ era un tema que me interesaba, el hall del Ayuntamiento está lleno de referencias. Soy del barrio de Arangoiti, encima de Deusto, y ahí quedan aún restos de un fuerte de esa época.

Al final es algo también personal. Vivo en esa ciudad, hay unas ruinas que no se han estudiado, que según pasa el tiempo están más deterioradas. Decidí empezar por ahí con el trabajo de fin de grado, y la cosa fue evolucionando al trabajo de fin de máster, tesis doctoral, libro…

Este interés por el carlismo ¿le nació en la carrera o ya venía de antes?

Por las Guerras Carlistas, que lo de carlismo siempre suena muy político [ríe]. El último año de carrera andaba dudando entre algún tema militar o de Al Andalus, que ya ves que no tiene nada que ver. Al final me tiré por esto, un poco por el interés de la ciudad en la que vivo. En arqueología e historia nos hablan de Roma, pero de lo que tenemos en casa no se conoce demasiado.

¿Qué se puede encontrar quien abra las páginas de este libro?

Está estructurado en cuatro grandes bloques. La primera parte habla de todo lo que pasa antes del asedio, cómo se llega a la guerra –que se prolongó de 1872 a 1876–, los primeros alzamientos carlistas que fracasan, el alzamiento definitivo, las batallas de primera hora… Luego llegan los preliminares, porque antes de asediar Bilbao los carlistas asedian y conquistan Portugalete, Lutxana y El Desierto, una zona que ahora pertenece a Sestao, y con eso cierran el círculo.

La parte del asedio sería el segundo gran bloque. Se narra de manera cronológica qué pasa día a día. Se explica qué defensas existían, qué medios tenía cada bando. Y hay un apartado gráfico muy importante, fotos de la época que muy poquitas han sido publicadas. Se pueden ver los fuertes, las baterías, los soldados… Para alguien que conozca mínimamente Bilbao, ve esas fotos y reconoce edificios actuales, eso a mí siempre me ha chocado.

La tercera parte es qué pasa después del asedio. Por miedo a que se repita, se empiezan a construir unos fuertes que van desde Basauri hasta El Abra, hasta el mar. Los carlistas también construyeron sus propios fuertes y se generó una dinámica de frentes. Se explica cómo se va configurando este paisaje, con cartografía, fotos…

Y la última parte es sobre el tema de la memoria. Este asedio fue muy importante a nivel de memoria colectiva, todos los 2 de mayo se hacían unas conmemoraciones, una procesión, se dejaban flores en un monumento. Hoy pervive de manera mucho más humilde.

¿Por qué se produjo este asedio, qué buscaban los carlistas?

Las razones son múltiples, conquistar una plaza importante siempre era bueno para obtener rédito internacional. Bilbao es una ciudad económicamente importante, comercialmente, tenía valor simbólico porque había resistido varios asedios en la primera Guerra Carlista (1833-1840). Conquistarla hubiera supuesto resarcirse de derrotas pasadas.

¿No cree que faltan en el currículo educativo más oportunidades de conocer nuestra historia más cercana?

Al final a cada uno nuestro tema de investigación nos apasiona, y creemos que es lo más importante, pero podríamos decir lo mismo de la época medieval o de la moderna. En general se conocen pocas cosas de lo local y siempre se prima lo grandioso.

Hay un libro que me gusta mucho sobre la Guerra Carlista en Extremadura, que se subtitula ‘Entre la anécdota y el olvido’. Y es verdad, así como la Guerra Civil está muy presente en todos los ámbitos, las Guerras Carlistas se mueven en esa ambivalencia.

Quienes le seguimos en redes vemos que dedica buena parte de su tiempo a ‘cribar’ campos de batalla. Sin ir más lejos acaba de estar en Gra, en Lleida.

Sí, se denomina arqueología de campos de batalla. Es una subdisciplina dentro de la arqueología de los conflictos. Son yacimientos bastante particulares, se trata de acciones muy concretas en el tiempo, uno, dos o tres días, pero muy dispersas en el espacio. No es como un castillo medieval. Un campo de batalla es tan amplio que no sabes los límites ni lo que hay.

La metodología que se usa es ir con un detector de metales buscando los restos. Y con un GPS vas marcando los puntos, que los clasificas por el tipo de hallazgo: bala, casquillo, cuchillo… Y con eso se hacen mapas para interpretar qué ha pasado.

En España es algo bastante novedoso, y como el detector de metales se usa también para expolios, saqueos y demás, está muy denostado dentro de la profesión, y eso nos ha causado problemas para conseguir permisos. Aunque nosotros trabajamos de forma totalmente legal, dentro de un proyecto de investigación, con permiso de los propietarios de los terrenos, todo el material hallado va a un museo…

Hay campos de batalla que son lugares culturales de primer orden: Waterloo, Gettysburg, las playas de Normandía…

Algunos campos de batalla son parte de la historia nacional oficial de muchos países, pero otros están olvidados y marginados porque no gustan dentro de ese discurso oficial. Son espacios de olvido o de memoria. En Euskadi, por ejemplo, Orreaga es un mito. Algunos concentran una actividad emocional muy intensa y otros, como es nuestro caso, pasan desapercibidos.