Todo elemento cultural, artístico, especialmente los que son un legado destacable tanto inmueble o mueble, como inmaterial, catalogados o no y en todas sus tipologías, es decir, como bienes patrimoniales en su implantación o desarrollo requieren un respeto a su contexto que ya existía previamente, sea un núcleo edificado o un paraje geográfico singular. Un ámbito y condiciones de protección por proximidad definido, que lo cualifica y realza en las circunstancias en que se sitúa y entre ambos se establece un paraje de coherencia ambiental, cultural, de la que mutuamente se benefician.
En esta relación biunívoca entre objeto y lugar, en cuántas ocasiones un elemento arquitectónico, escultórico o de obra pública se bonifica por la calidad de su alrededor y viceversa. Cómo un lugar cuando acoge algún elemento monumental se enaltece en su belleza, lo incorpora y lo hace suyo. El entorno, como cualidad espacial cultural, facilita la comprensión del monumento.
El entorno, como fragmento de la naturaleza, del ambiente circundante, del territorio o de la trama urbana, no es un parámetro geométrico de proximidad o un radio de protección, de inacción. Es un atributo espacial perceptible que debe ser especialmente considerado por la trascendental influencia de las intervenciones en modo de afecciones que se realicen en su ámbito.
Entendido como un aspecto del alrededor, resulta fundamental para la comprensión del elemento monumental insertado. Quizá la referencia más comprensible sea el árbol y su sombra. Aunque mutable, es algo existencial, una presencia del tiempo histórico en el que inciden fenómenos atmosféricos, el viento, la lluvia, el clima y la luz que caracterizan el paraje y la antropización que lo ha ido modelando y consecuentemente conforman un ineludible contexto evolutivo.

La singularidad de un monumento no está determinada por su antigüedad, tamaño, composición o material si no además de por su belleza, de modo especial también por su adecuado emplazamiento en un lugar coherente con su razón de ser, manteniendo su carácter, considerando su repercusión en el paisaje circundante y contribuyendo a una contemplación completa.
Elemento discordante
En relación con el entorno, ahora que todo tiene la etiqueta verde de ecológico, en demasiadas ocasiones se pervierte deliberadamente con la intromisión de un elemento discordante que lo distorsiona, intentando justificarlo con un lenguaje conscientemente falso, mencionado perversamente la palabra ‘integración’ y otro embuste: ‘maridaje’.
Estos conceptos se oficializan con la ‘Declaración de Xi’an, Sobre la Conservación del Entorno de las Estructuras, Sitios y Áreas Patrimoniales’, adoptada en Xi’an, China, por la 15a Asamblea General del ICOMOS (International Council on Monuments and Sites) el 21 de Octubre 2005.
En ella se insiste y acuerda la definición precisa del entorno de protección de los monumentos que preserven su significado y carácter analizando los valores propios del lugar, su topografía, las perspectivas y siluetas, los usos y otras circunstancia que conforman su carácter. Todo ello debe quedar precisado en el planeamiento que incluya o afecte a un bien cultural, el monumento y su alrededor, de modo conjunto.
La libertad creativa del arquitecto tiene sus límites, el daño causado al medioambiente por una intervención errónea, permanece durante siglos, por lo que la sociedad debe ejercer su derecho a la defensa sobre estos, irreversibles daños. El entorno es mucho más que un lugar, es el conjunto de circunstancias que interactúan sobre el sujeto monumental, cultural.
El brutal proyecto que innecesaria e impunemente se está ejecutando en el Museo de Bellas Artes de Bilbo, la fotografía ya lo anticipa a falta de la planta superior, además de todas las ilegalidades acumuladas, es la constatación de una soberbia y agresiva imposición, por corrupción y prevaricación de todos cuantos han intervenido en el proceso administrativo Gobierno, Diputacion y Ayuntamiento y también el judicial.
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