El acercamiento entre los kurdos y el nuevo Gobierno, en punto muerto
En el sureste de Siria, el Éufrates separa el territorio en manos de la coalición autónoma kurdo-árabe del controlado por el nuevo Gobierno. Pese al acuerdo firmado en marzo y a las presiones de EEUU, ambas fuerzas no parecen dispuestas a cooperar. Un vacío que beneficia al Estado Islámico.

Bajo un calor sofocante aparece en la lejanía, como si fuese una cicatriz. El Éufrates, que baña las orillas de uno de los valles más fértiles de Siria, se ha convertido en una línea divisoria que separa dos territorios que apenas se comunican: al norte, la parte autónoma en manos de la coalición árabe-kurda (Aanes, que administra el tercio noreste del país); frente a él; en la otra orilla, la que está bajo el control del nuevo Gobierno sirio liderado por Ahmad al-Sharaa.
Kalashnikov al hombro y con la mirada en estado de alerta permanente, los combatientes kurdos y árabes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) avanzan a toda velocidad por las bacheadas carreteras que bordean el río. El convoy se detiene al pie del viejo puente de hormigón que lo cruza y que conecta estos dos mundos. Mahmoud Jalil, miembro de las fuerzas de seguridad árabe-kurdas, inspecciona minuciosamente los vehículos que abandonan el territorio autónomo y se dirigen a Deir Ez- Zor. Al otro lado, se divisa claramente el puesto de control del nuevo poder sirio. «Todas las mañanas nos saludamos desde la distancia -comenta divertido-. Pero no nos conocemos».
Ataques en serie
Sin embargo, en las últimas semanas, un mismo temor parece unir a ambas orillas, el de ver resurgir los fantasmas del Estado Islámico (ISIS), aún arraigado en la región. Todos están en alerta máxima: por parte de la Aanes, varios ataques de los yihadistas, aún influyentes en la zona, fueron neutralizados. Al otro lado del río, además de publicar un escueto comunicado dirigido al nuevo hombre fuerte de Siria, Al-Sharaa, el ISIS acaba de llevar a cabo su primer ataque mortal contra las fuerzas gubernamentales, a unos cientos de kilómetros de allí.
Los últimos informes son alarmantes: mientras se han frustrado al menos dos intentos de magnicidio atribuidos a los yihadistas -el último a principios de junio-, varias fuentes de seguridad citadas por la agencia de noticias Reuters afirman que el ISIS «ha comenzado a reactivar a sus combatientes, identificar objetivos e intensificar el reclutamiento en Siria e Irak».
En un vehículo cedido por los estadounidenses, dos miembros árabes de las FDS con las armas listas para disparar y colocadas sobre el freno de mano, salen a patrullar. Para Aboud y Mohammed, de 25 y 26 años, no hay duda de que el peligro acecha por todas partes. «Sabemos que Daesh [ISIS] está volviendo a atacar, lo vemos casi a diario -explica el primero-. A menudo se desplazan en moto y pueden abrir fuego si nos quedamos quietos».
¿UNA COOPERACIÓN IMPOSIBLE?
Su ronda les lleva al corazón de una cadena de pueblos muy próximos al río. En estas aldeas, la hostilidad de los lugareños es palpable. Es un hecho con el que deben lidiar las FDS: a pesar de la integración de un gran número de árabes originarios de la región, las fuerzas de la Aanes suelen ser percibidas como representantes de un poder ajeno, dominado por los kurdos. Y, ante una amenaza difusa pero constante, la dureza de las operaciones antiyihadistas llevadas a cabo en algunos pueblos no ayuda a mejorar su imagen ni a crear una relación de confianza.
Al-Zabaliya, una aldea aislada de unos cientos de habitantes, es uno de los puntos calientes de la región. El general Firas, de 43 años, conoce bien la zona, nació a pocos kilómetros de allí. «Es uno de los focos más activos del Daesh. Aquí puede pasar cualquier cosa. Los combatientes merodean por el pueblo y aprovechan el más mínimo descuido para atacarnos», explica.
«Aquí no hay ningún problema de seguridad», responde con cautela un comerciante al que se le pregunta al abrigo de las miradas de las FDS, que buscan evitar cualquier interacción con los lugareños.
Pero en este pueblo perdido, son los ojos más que las bocas los que hablan: los de los hombres del pueblo que se mantienen de pie frente a la patrulla, los de las mujeres que miran atentamente desde lo lejos y los de los niños que no responden a las sonrisas de los militares.
A decenas de kilómetros al noreste, en el cuartel de las FDS situado en Al-Suwar, las lenguas están más sueltas. El general Abou Ali Fulaz, originario de Deir Ez-Zor, toma la palabra: «La situación es preocupante. Si bien los líderes del Daesh siguen siendo los mismos , hay una nueva generación, más joven, que está emergiendo. Cuando se abrieron las prisiones sirias tras la caída de Bashar al-Assad, muchos miembros del ISIS se fugaron. Las tropas de Hayat Tahrir el Sham se centraron en la persecución de personas vinculadas al régimen y dejaron en paz a los yihadistas». Y continúa: «A día de hoy, el nuevo Gobierno se enfrenta a un difícil reto, ya que será muy complicado desalojar a estos grupos. Nos estamos preparando para incursiones procedentes de su territorio».
Una situación de emergencia que las FDS se toman muy en serio. Según varias fuentes militares, habría cerca de 15.000 milicianos yihadistas en la provincia de Deir Ez-Zor.
Sin embargo, a pesar de la filtración de hace unas semanas sobre un proyecto de patrullas conjuntas entre el nuevo Gobierno y las FDS para luchar contra el ISIS, no ha habido ningún avance. «No existe ninguna cooperación militar, de seguridad ni de Inteligencia. Los contactos se limitan a la circulación de vehículos, como ocurría con el régimen anterior», afirma Abou Fulaz.
Una situación que irrita a Washington. Donald Trump, que ha decidido reducir a la mitad la presencia militar estadounidense -unos 1.000 soldados-, ha lanzado un ultimátum contundente: las FDS deberán integrarse en el aparato estatal a partir de agosto.
¿Cómo podemos confiar en ellos?
Pero todo el mundo se pregunta cómo se podrá llevar a cabo rápidamente sobre el terreno una tarea de tal envergadura. Sobre todo teniendo en cuenta las numerosas tensiones existentes. Así, el nombramiento de Abu Hatem Shaqra al frente de la 86ª división, en Raqqa y Deir Ez-Zor, ha causado estupefacción. Antiguo jefe de Ahrar al-Sharqiya, acusado de numerosos crímenes de guerra, en 2019 dirigió la salvaje ejecución de la política kurda Hevrin Khalaf, cuyo vehículo fue interceptado en una carretera por sus tropas. Las imágenes del cuerpo mutilado de la joven, filmadas por los propios combatientes, dieron la vuelta al mundo. «Una muy mala señal», sentencia Abou Ali Fulaz. «En realidad, es una buena noticia: está vivo y muy cerca de nosotros», dice amenazante al abrigo del anonimato una fuente de alto rango de las FDS.
Desde su base, el general Firas intenta no caer en el derrotismo: «La idea de las patrullas conjuntas es positiva. Pero sigo siendo cauteloso. Muchos de sus soldados provienen de grupos radicales contra los que hemos luchado en Manbij y en otros lugares, ¿cómo podemos confiar en ellos?».
Las fuerzas kurdo-árabes se muestran definitivamente recelosas hacia los nuevos amos de Damasco.
«Hemos decidido tender la mano al nuevo poder por sentido de la responsabilidad. No queremos llevar a Siria a la guerra civil, y por eso hemos tomado esta iniciativa diplomática -asegura el portavoz de las YPG, Siyamend Ali-. Pero es cierto que, en las filas del Gobierno, algunas personas tienen un pasado criminal y darles responsabilidades es un terrible error».
Nuestra fuente anónima dentro de las FDS continúa: «El acuerdo firmado en marzo tras la masacre de los alauitas por parte de las fuerzas de Al-Sharaa satisfacía a todos. Pero solo existe sobre el papel. Por ahora, seguimos intentando encontrar un punto de partida para esta cooperación».
Entonces, ¿podría este resurgimiento del Estado Islámico ayudar a ambos bandos a trabajar juntos? «Quizás. Pero Al-Sharaa no es un líder fuerte. En Afrin, Serekaniye y Jarabulos, las fuerzas gubernamentales no le obedecen. Y nosotros nunca estaremos del lado de esa gente», sostiene.
Y concluye: «Sabemos que Al-Sharaa es considerado como demasiado conciliador por parte de sus tropas. Daesh también lo sabe y está esperando su momento». Apuesta por futuras deserciones, cuando algunas facciones acaben abandonándolo: «Sin duda, eso va a suceder. Y habrá que afrontarlo».

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