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Barcina corre el riesgo de naufragar

Nafarroa se ha convertido en una olla a presión en este 2012, con los recortes y el escándalo de la CAN calentando la temperatura sin cesar. Y las cosas solo van a empeorar para UPN, entrampado además en el rescate camuflado de Madrid en Volkswagen. Todo huele a adelanto electoral para buscar ganar tiempo.

La presidenta navarra, Yolanda Barcina, junto a su vicepresidenta, Lourdes Goicoechea, en el Parlamento. (Jagoba MANTEROLA/ARGAZKI PRESS)

UPN se enfrenta a la mayor incertidumbre de estas tres décadas de Amejoramiento, tras un annus horribilis en toda regla, en el que las «joyas de la Corona» navarra han pasado casi a incómodos pedruscos. Sobre todo, una CAN que se ha disuelto en el aire, pasando, según datos propios, de valer 1.200 millones en 2009, a solo 258 a inicios de 2012, agujereada por las corruptelas (dietas millonarias a políticos), la megalomanía (oficina de lujo en Washington), las chapuzas («caso Pejenaute») y la muralla de silencio que se intuye por la rendija del «caso Asiáin-Cervera». Volkswagen aguanta, pero pone nombre al asunto de la devolución millonaria del IVA indebidamente cobrado por Nafarroa, que ha supuesto un auténtico rescate encubierto milmillonario por parte del Estado y que Iruñea tendrá que pagar a Madrid en muchos plazos. Los despidos en Gamesa hacen tambalearse el label de la Nafarroa pionera en modernas energías. Las tan alabadas sanidad y educación palidecen día a día a base de hachazos presupuestarios. El deporte de élite (Itxako, San Antonio, ¿Osasuna?) se derrumba con estrépito. Infraestructuras como el Navarra Arena y el Circuito de Los Arcos se revelan al fin como el despropósito que eran antes de nacer...

El desplome económico es de tal calibre que empieza a desencadenar lo que UPN quizás ni siquiera previó nunca: un debate sobre la viabilidad o no de Nafarroa como autonomía uniprovincial, aislada del resto de Euskal Herria por la voluntad de sus dirigentes y de los españoles. La consecuencia siguiente será señalar a UPN, que nació sola y exclusivamente para eso.

Pero en la sede de la Plaza Príncipe de Viana saben bien que este mal es susceptible de empeorar. Nadie duda de que 2013 será más duro aún que 2012, y así lo ha adelantado Barcina en este fin de año. Es cuestión de matemáticas. La Hacienda navarra ha ingresado en 2012 260 millones de euros menos que en 2011. Según datos de junio, su emisión de deuda el pasado año fue la cuarta mayor por comunidades autónomas, pese a su escaso tamaño. En términos porcentuales, es ya la cuarta más entrampada (15,6%, solo por detrás de Castilla La-Mancha, Comunidad Valenciana y Catalunya). Hasta el momento se ha salvado de problemas de liquidez porque su deuda viva estaba bien estructurada, pero este año puede tener más apuros: en mayo le vencen 90 millones de deuda.

Mucho por hacer, y rápido

Así las cosas, y aunque parezca paradójico, la mejor salida para UPN es adelantar las elecciones, tratando de retener el Gobierno y ganar así un nuevo tiempo de cuatro años. Obviamente, dada su precariedad actual, la apuesta tiene sus riesgos. Pero salvo sorpresa, Barcina llamará a las urnas a mitad de legislatura, primero porque le conviene y también porque la minoría parlamentaria tampoco le deja más salida. Miguel Sanz ha sido quien ha avanzado la fecha aproximada: al final de este curso o al principio del siguiente.

El panorama social es tan convulso, la olla está ya tan cargada, que no está claro si el adelanto le servirá como válvula para soltar presión o si el aparato le estallará en las manos a UPN. Para empezar, dentro del partido a Barcina le esperan con los cuchillos afilados quienes, comenzando por Sanz, ya alertaron de que la estabilidad del estatus hacía imprescindible retener en corto al PSN, a quien la presidenta sacó del Ejecutivo de muy malas maneras para ganarse el apoyo del PP. Si supera el Congreso del partido –adelantado a marzo en otro indicador de que las elecciones pueden ser antes del verano–, tendrá otro problema: su figura como cartel electoral se ha derrumbado en estos dos últimos años, en los que ya es difícil imaginar a Barcina sin unas tijeras en la mano.

A su favor juega un factor: UPN planteará las elecciones más que nunca como un auténtico referéndum entre «la Navarra foral y española» y «los vascos». En esa pugna todo hace indicar que UPN puede fagocitar no solo al PP, sino también al PSN, un partido de quien nadie se fía a estas alturas: los partidarios del actual estatus, porque vuelve a amagar con un Gobierno alternativo; y los partidarios del cambio, porque la sombra del «agostazo» de 2007 aún será muy alargada. Un nuevo descenso electoral pondría al PSN ya al borde de la irrelevancia política, situación que ya vive en la mayoría de municipios del norte y de Iruñerria. Para colmo, su tibio aperturismo de los últimos meses se ha visto abortado por los escándalos de la CAN, de los que muestra querer huir como de la pólvora. Una de las frases más impagables de los últimos meses fue la de su líder, Roberto Jiménez, preguntándose en el Parlamento por qué había que investigar la caja: «¿Qué ha pasado pues en la CAN? No ha pasado nada».

La opción de un cambio histórico pasa, por tanto, exclusivamente por las candidaturas abertzales e Izquierda-Ezkerra. Pero no hay que llevarse a engaño: si se observa el cuadro adjunto de evolución de la representación parlamentaria por bloques políticos en los últimos 30 años, queda claro que están obligados aún a dar un impresionante salto electoral para voltear la tortilla. Se corre el riesgo de que el deterioro imparable de UPN despiste a un sector que todavía tiene muchas cosas por hacer en estos meses. Por ejemplo, apuntalar totalmente sus realineamientos (EH Bildu por un lado, Geroa Bai por otro, I-E por otro) después de la distorsión que provocó la ilegalización de Batasuna y el consiguiente invento de Nafarroa Bai. Y, sobre todo, hacer ver a miles y miles de votantes –decenas de miles– que el futuro de Nafarroa pasa exactamente por la dirección contraria de la que han marcado los pactos de la derecha navarra y el PSN de estas tres últimas décadas: hacia la izquierda, hacia la toma de decisiones en Iruñea y no en Madrid, y hacia su espacio natural de bienestar y futuro, junto al resto de territorios vascos. El ejemplo de la CAN es palmario de los efectos que ha tenido que dar la espalda a todo ello.