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Diego Quemada-Díez
CINEASTA

«Los inmigrantes viven un sinsentido justificado legalmente»

Cada día miles de personas tratan de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos en búsqueda de oportunidades. Entre la ficción y el documental ‘La Jaula de Oro’, que pudimos ver en la pasada edición de Zinemaldia, narra la travesía de tres chicos que se embarcan en el intento.

Diego Quemada.

A Diego Quemada-Díez (Burgos, 1969) aún se le siente una mezcla de emociones en la voz. Con su primer largometraje, después de rondar la silla del director dedicado a otras tareas cinematográficas, decidió sumergirse en un mundo que tiene sabor a periódico de todos los días, a crónica social y a injusticia mundial. No es pues de extrañar que a este cineasta afincado en México se le note cierta tristeza, coraje y tal vez algo de esperanza en su relato de cómo fue armando durante dos lustros «La Jaula de Oro», en las salas comerciales desde el viernes.

La travesía de Juan, Sara y Chauk hacia El Dorado norteño es un cuento que cada día se repite. A veces con un final feliz, otras se paga con la esclavitud (sexual o laboral), y muchas veces hasta con la muerte. Quienes logran llegar a la «tierra prometida», sin saberlo entran en una especie de cárcel de deslumbrante cielo azul, en la que si bien abundan las oportunidades de trabajo (precario, para más señas), también se vive en un constante miedo a ser deportados y, al mismo tiempo, consumidos por la nostalgia hacia sus familiares y lugares de origen.

Tal como reza el estribillo de la canción homónima de la banda de corridos Los Tigres del Norte, de la cual Quemada-Díez tomaría el título para su filme: «De qué me sirve el dinero/si estoy como prisionero/dentro de esta gran nación/Cuando me acuerdo hasta lloro/y aunque la jaula sea de oro/no deja de ser prisión...»

Después de su estreno mundial en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, ganando el premio al Mejor Reparto, «La Jaula de Oro» ha causado impacto en los diferentes países donde se ha proyectado.

¿Qué significó para usted trabajar en este proyecto durante 10 años?

El proceso de creación de esta película empezó en 2003. Estaba en Sinaloa (Mazatlán) haciendo un documental, me quedé en una casa que daba a las vías del tren, y todos los días llegaba uno con cientos de inmigrantes. Nos acercábamos a ellos para darles agua, tortillas, y se ponían a conversar con nosotros de su viaje, de las penurias que habían tenido, del sufrimiento, de sus deseos. La verdad es que me tocó mucho el corazón porque es drama de muchos, me impresionó cómo sacrifican sus vidas para ayudar a sus seres queridos, cómo se entregaban a una aventura como esa. La mayoría no llevaba ni una mochila, el dinero se lo roban, como los zapatos, así que muchos iban descalzos. Como ellos mismos dicen, se entregan a la mano de Dios, porque hasta te pueden matar.

Es muy fuerte, por eso los considero héroes ante esta situación global de injusticia económica, en esa relación entre norte y sur. Ante la impasibilidad de la mayoría de los gobiernos, los inmigrantes están haciendo algo, están desafiando la ilegalidad para ayudar a sus familias. Quise contar esas historias, provocar sentimientos y reflexión hacia esa problemática. No quería mostrarlos como héroes idealizados, sino como héroes humanos con defectos y cualidades, para así también reconocernos en ellos.

¿Fue difícil el trabajo con no actores para plasmar esta realidad?

La idea era construir la historia en base a los 600 testimonios que fui recopilando a lo largo de los años. Quería tener como protagonistas a no actores, así como trabajar con inmigrantes reales que estuvieran haciendo ese viaje hacia los Estados Unidos. Toda esa realidad tiene una fuerza que está plasmada en la película, y era parte del concepto. No es lo mismo trabajar con extras, así que todos los inmigrantes son reales, y los nombres de esas 600 personas aparecen en los créditos del filme. No sabemos dónde están ahora, qué les pasó, por eso es un homenaje y agradecimiento.

¿Le costó encontrar a los adolescentes que quería como protagonistas?

Para encontrar a los niños fue un proceso muy largo. Durante seis meses vimos a más de tres mil chicos en los cinturones marginales de la ciudad de Guatemala. Luego en los altos de Chiapas buscamos en las comunidades tzotziles y tzeltales, y apareció nuestro protagonista tzotzil, Rodolfo [Domínguez] Recuerdo que estaba descalzo, no hablaba absolutamente nada de español -ahora habla algo, pero no mucho-, era el primero en la fila del casting en un pueblo que está en las montañas. Nos dijo que deseaba irse de su pueblo y que quería ser el protagonista de la película. La verdad es que era fantástico, y de inmediato supe que era él. Ya estaba desesperado, llevaba dos meses en las montañas, y la mayoría de los indígenas que encontré se avergüenzan de su cultura, no quieren hablar su lengua, e iban vestidos como raperos.

Ha dicho que quería a adolescentes como protagonistas para lograr un mayor impacto...

Sí, pero también es porque la realidad es que a muchos niños en México y Centroamérica se los está llevando la marea. Es como que se ven arrastrados hacia el norte porque sus padres, sus tíos, sus amigos se fueron a Estados Unidos por la falta de oportunidades en sus lugares de origen. Ese viaje se convierte como un ritual de iniciación, es como pasar de ser niño a hombre. Por otro lado también está el poder enfrentarse a la muerte, poder vivir una experiencia extrema con tintes de aventura. Por eso quise plantear ese crecimiento de alguien inocente que está viviendo experiencias muy fuertes, que experimenta un aprendizaje, el cual le brinda un crecimiento, un desarrollo.

¿Cómo le ayudó la experiencia con Ken Loach en la realización de esta película?

Trabajé con Ken Loach en «Tierra y libertad» (1995), en «La canción de Carla» (1996) y en «Pan y rosas» (2000). Lo que él me enseñó fue la importancia de filmar en continuidad, que los actores o los no actores tengan un proceso vital en el cual vayan descubriendo las experiencias. En la película mis actores nunca conocieron el guion, y por ende desconocían la historia. El mismo día del rodaje se iban dando cuenta de lo que les pasaría. El resultado es que se obtiene mucha más naturalidad, porque van teniendo la experiencia poco a poco.

Por otra parte se coloca la cámara donde estaría un ser humano. La idea de todo esto es crear la sensación en el espectador de que es testigo de toda la vivencia, se le da la oportunidad de convertirse en un observador para experimentar en carne propia el drama de los protagonista. Se trata entonces de hacer un cine muy humano.

¿Cómo logró el equilibrio entre lo documental y el aspecto estético?

Lo poético era parte del concepto del choque de dos formas de ver el mundo, enfrentar el individualismo y la racionalidad, con otra percepción más poética, que abraza al misterio, que está más conectada a la tierra, en donde hay más generosidad, donde se le da valor a la bondad y al trabajar juntos. Quería que de ese enfrentamiento surgiera el proceso de aprendizaje de los protagonistas, pero que también cada uno de nosotros cambiara un poco al ver la película, que pudiera inspirar a que desarrollemos nuestra humanidad.

El otro recurso poético son las metáforas, de las que tampoco se puede abusar para no caer en pretensiones. Para mí el tren es la alegoría de nuestra obsesión con el progreso industrial, con el uso de las materias primas y de la mano de obra casi desechable para que esa máquina funcione.

¿Por qué Estados Unidos es la jaula de oro?

Los inmigrantes mexicanos y centroamericanos se refieren a ese país como la jaula de oro porque vas allí por el oro, y una vez que estás adentro, no puedes salir, convirtiéndose en una cárcel. Es un lugar que te atrae a través del cine, de la música, de las oportunidades de trabajo, pero cuando llegas allí, se convierte de alguna manera como en una trampa debido a la situación migratoria.

Escuché historias escalofriantes, como el de una madre a la que los agentes de migración le derribaron la puerta de su casa en Los Ángeles, le quitaron a su bebé de dos meses porque había nacido en Estados Unidos, mientras que a ella la deportaron. Conversé con esa mujer en Tijuana, y estaba destrozada, ya llevaba tres meses llorando todos los días. Se vive un sin sentido justificado legalmente.

¿Qué piensa de la Ley de Migración que se está discutiendo en Estados Unidos?

Por un lado tiene un lado positivo, ya que se pretende regular la situación de los inmigrantes, pero, por otro lado, no se está tratando la raíz del problema que es la existencia de ese muro en la frontera entre México y Estados Unidos, el cual va a provocar mayor militarización de esa zona. Además se originarán otras consecuencias como que los precios para cruzar la frontera aumentarán, así como que se incrementará el uso y el abuso de los inmigrantes como mulas para el tráfico de drogas.

¿Continuará usted en esta línea social en sus próximos proyectos?

Espero hacer muchas películas más, y seguir aplicando este método de creación de narrativa a partir de testimonios reales. Quisiera que mi trabajo le de voz a la gente y que sirva como un canal para que las historias sean escuchadas. Me gustaría hacer un poco como de trovador, al que le contaban historias y las iba narrando a otros por el camino.