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Kutxabank: Poder y control en las fundaciones bancarias

Los autores sostienen que la transformación de las cajas en fundaciones bancarias «no solo es una privatización», sino que además es «una privatización absurda, con el peor de los sistemas organizativos posibles» e «instaura un sistema oligárquico de poder financiero». Se pretende dejar el patrimonio y el capital social acumulados por generaciones de vascos en manos de una cúpula de poder blindado, a salvo de cualquier control público o social


Es lógico que algunos de nuestros ciudadanos se sientan confusos y perplejos ante lo que está sucediendo, que no es otra cosa que la puesta en marcha, en un proceso de quince días, de esa privatización de Kutxabank que una y otra vez se ha venido negando.

Vamos a explicar a nuestros lectores en qué consiste la transformación de las cajas en fundaciones bancarias, propuesta por los consejos de BBK y Vital Kutxa con el objetivo de su aprobación en las asambleas generales del día 30 de este mismo mes.

El cambio fundamental radica en la sustitución de los actuales órganos de las cajas -Asamblea General y Consejo de Administración- por un único órgano, con el nombre de Patronato, que asume todas las funciones de ambos.

Aunque todavía, al debatir sobre la privatización de las cajas vascas, se continúa haciendo referencia a la posible incorporación futura de accionistas en Kutxabank, como vamos a ver, la transformación de las cajas en fundaciones bancarias supone ya por sí misma su privatización. Si esta transformación sale adelante, poco importará ceder a accionistas externos el 10% o el 20% del poder, porque ya no será el poder público o social lo que se les ceda, sino el poder del núcleo oligárquico que ya se habrá hecho con el control de las cajas.

Veamos, como punto de partida, cuál es la representación actual en las cajas de los distintos colectivos. Con el fin de entender la repercusión de la transformación que se propone, veamos también cómo quedaría la representación de estos colectivos en la propuesta fundación bancaria, aplicando los mismos porcentajes a un patronato compuesto por 15 miembros, tal como se propone en el proyecto aprobado en los consejos de administración:

El poder de las cajas actuales se reparte con un 40% entre las entidades públicas; un 48% entre los ahorradores; un 7% entre los empleados; y el 5% restante entre entidades representativas, lo que suma el 100% entre esos grupos de interés. Si se aplicara el mismo porcentaje a un patronato de quince miembros: las entidades públicas tendrían un peso de 6 patronos; los ahorradores, 7; los empleados, 1; y las entidades representativas, 1.

Ahora, como contraste, veamos lo que se plantea en el proyecto presentado a las asambleas sobre «el poder en las fundaciones bancarias»: las entidades fundadoras designarán 3 patronos y ostentarán un porcentaje del 20%; los expertos y entidades de confianza tendrán 12 patronos, el 80% del patronato, que se designarán por cooptación.

Es decir, se privatiza ya el 80% del poder de Kutxabank. Más aún, de los 15 miembros del patronato, sólo 3 son designados a través de una reserva de puestos. Los otros 12, los «expertos y entidades de confianza», una vez designados se representan a sí mismos y las nuevas designaciones son aprobadas «por el propio Patronato».

Es decir, el Patronato se basa en un régimen de «cooptación», de autodesignación, que lo configura como un órgano dotado de poder absoluto, sin ningún tipo de supervisión ni control.

La transformación en fundaciones bancarias no sólo es una privatización. Es una privatización absurda, con el peor de los sistemas organizativos posibles. Es, sin duda, la peor de las privatizaciones. Una privatización que, además, supone de forma inmediata la instauración en nuestra economía de un sistema oligárquico de poder financiero con capacidad de ir controlando progresivamente nuestro sistema financiero, nuestra economía y nuestra sociedad.

¿Cuál puede ser el objetivo de un régimen de cooptación como éste, sin ninguna lógica organizativa? Solo tiene una explicación: se pretende dejar el patrimonio y el capital social acumulados por generaciones de vascos en manos de una cúpula de poder blindado, a salvo de cualquier tipo de control público o social.