«En cierto sentido escribir nuestra vida ha sido una pequeña aproximación a repetirla»
‘Memorias. Una biografía de Mikel Laboa’ habla de una vida compartida, de una andadura profesional y personal que no se puede entender sin Mari Sol Bastida, esposa y sobre todo compañera de viaje del gran artista fallecido en 2008. NAIZ adelanta extractos de la entrevista que mañana verá la luz en GAUR8.
A lo largo de casi 400 páginas, Mari Sol Bastida dibuja toda una vida con Mikel Laboa, viaje que recuerda con detalles, fechas, acontecimientos y sensaciones que ha ido recopilando durante 40 años y que ahora han visto la luz en el citado libro. Es la crónica de una «aventura fascinante» que, si pudiera, Mari Sol tiene claro que «la repetiría».
-‘Memorias. Una biografía de Mikel Laboa’ es, sin duda, una biografía compartida. No se puede entender la vida de Mikel sin Mari Sol, y viceversa.
Yo creo que en cierto sentido fuimos muy independientes, pero estuvimos muy juntos a lo largo de la vida. Y creo que nos convertimos en personajes importantes el uno para el otro.
-Mikel fue muy enfermizo desde niño. Dice que se ha preguntado muchas veces por qué enfermaba siempre en momentos cruciales y opina que la enfermedad muchas veces le hacía cambiar de rumbo.
Es cierto, y hay bastantes ejemplos. Cuando era niño iba a los Marianistas y un cardiólogo le diagnosticó «un corazón demasiado grande», diagnóstico que en el caso de Mikel no deja de ser divertido. Por ello, tuvo que abandonar los estudios durante un tiempo y más tarde empezó en el Instituto, donde nos conocimos. Ese encuentro fue crucial en nuestra vida.
El segundo se dio en el año 1953. Cursó primero de Medicina en Madrid, el curso 1953-1954. En el 54 volvió a Madrid a hacer segundo de Medicina. Se puso enfermo, tuvo algo de tipo nervioso, y a consecuencia de eso se cambió a Iruñea, a una nueva universidad cerca de casa, que era del Opus. Cuando estudiaba en Iruñea todavía tenían que ir a examinarse a Zaragoza y estando allí enfermó, esta vez de manera mucho más grave. Primero fue una tuberculosis que después derivó en una nefritis. Aunque Mikel no lo supo hasta 1996 –cuando acudimos a un recital en Barcelona y se lo contó una compañera de estudios–, uno de sus profesores, que era muy prestigioso, le debió de diagnosticar dos años de vida cuando enfermó de nefritis. Fue un proceso muy duro que se alargó durante dos años. Ya eramos amigos y yo solía ir a menudo a visitarle a casa de sus padres. Pero es curioso, porque a partir de esa enfermedad dejó de lado el repertorio de Yupanqui, Violeta Parra, Brassens.... –que entre 1955 y 1960 había sido esencial para él– y empezó a cantar en euskara, aunque es cierto que de niño había cantado mucho en euskara. En 1962, un amigo de Bilbo que es médico, Joseba Bidauzarraga, le habló de algunas canciones; ‘Oi Pello, Pello’, ‘Bereterretxe’... y le citó la recopilación Club de Disque Basque que estaba publicando el Museo Vasco de Baiona. Y, al mismo tiempo, Txema Faus le regaló el cancionero ‘Flor de canciones populares vascas’, que ha sido para Mikel una especie de biblia. Y entonces empezó a cantar canción tradicional en euskara y se sacó el carnet para poder actuar.
Después de esa primera enfermedad Mikel se cuidaba de una manera espartana. Desde 1962 y hasta 1985 tuvo un periodo bastante bueno. Eso no quería decir que no enfermara, porque era enfermizo y en él todo era un poco preocupante –unas anginas que le obligaban a estar nueve días en cama, por ejemplo–, pero estuvo muchos años bien. Sin embargo, en 1984 volvió a los escenarios y empezó a llenar frontones y teatros, y en 1985 empezaron las hemoptisis, que fueron muy graves y duraron siete años. Eso hizo que tuviera que reducir el número de actuaciones y que en ocasiones no pudiera salir a algunos lugares de Europa porque las condiciones eran duras. Eso le marcó también. Y muchos más ejemplos. Es curioso cómo la enfermedad ha ido marcando su camino.
-¿La enfermedad también marcó su manera de ser y ver la vida?
Sin duda. Estando enfermo pasó mucho tiempo consigo mismo, desde niño. Y además aprendió muy pronto a valorar la vida de una manera muchísimo más intensa.
-Barcelona, primavera de 1964. Confiesa que quedó fascinada por primera vez oyendo cantar a Mikel.
Conocía su trayectoria, le había oído cantar muchas veces en todas sus etapas. Aquel día sabía lo que iba a cantar, pero me causó una impresión tremenda. No solamente a mí, afortunadamente, también más gente quedó traumada. Me pareció que actuó muy bien, algo que no era frecuente en los 60 debido a su miedo escénico; hacía sentir una sensación de profundidad inmensa, de algo distinto y de algo nuevo. Era increíble. Estaba cantando canciones del siglo XV y parecía que estaba haciendo algo nuevo, es como si les infundiera nueva vida. Fue una experiencia que me conmovió totalmente y a partir de ahí me convertí en fan total. Estuve dispuesta a ser su colaboradora y a apoyarle en el terreno de la música por loco y paupérrimo que fuera el proyecto. A partir de ahí tenía clarísimo que aunque anduviéramos muy justos y fuera como fuera, eso había que sacarlo adelante. Creí en él muy pronto y estuve dispuesta a apoyarle totalmente. Y creo que esa confianza fue importante para él.