Ferraz discute antes de terminar culpando a otro
PSOE y Podemos mantienen una tensión en la que ambos quieren culpar al otro del fallo de un acuerdo que realmente ninguno desea. Lo más sorprendente es que, antes incluso de presentar esa batalla, en Ferraz ya hay pugna interna por matizar un diálogo que casi todas sus corrientes rechazan, dado que se niegan a permitir el referéndum catalán.
Los últimos movimientos internos del PSOE serían extraños incluso en el caso de que el contexto político español no hubiese cambiado. El guión habitual diría que Pedro Sánchez haría malabares dialécticos para escenificar que quiere formar una alternativa al PP mientras en realidad asumía que entre bomberos tampoco están para pisarse la manguera. Ahora, sin embargo, tiene a Podemos pisándole los talones. Y las endiabladas matemáticas les dan a ambos la posibilidad puramente teórica de una alternativa para la que deberían contar, al menos, con PNV y ERC.
Por mucho que se especule (y más en fechas navideñas), la lógica apuntaría a una carrera entre ambas formaciones para culparse por la ausencia de un pacto en el que ninguno de los dos puede creer en serio. Pero lo complicado de explicar consiste en que, antes incluso de tomar posición, en Ferraz se haya desatado una guerra interna que no le deja en buena posición.
Tanto Sánchez, formalmente secretario general del PSOE desde 2014, como Susana Díaz, la omnipotente presidenta andaluza, tienen las mismas líneas rojas: un «no» al referéndum en Catalunya, que es precisamente la condición sine qua non que ha planteado Podemos desde el primer momento postelectoral. Sin embargo, y cabría decir que sorprendentemente, la atención mediática se sitúa sobre los matices en Ferraz y no ante la obvia fractura entre el partido que simboliza el régimen de 1978 y quien aspira al sorpasso.
Mal punto de partida para el PSOE, que está acostumbrado a la perversa lógica de estar en misa y repicando. Al final, la discusión entre Sánchez y Díaz se reduce a cómo gestionan rechazar unas condiciones que en otro momento podían haber desdeñado con desprecio pero que ahora no saben cómo afrontar sin salir perdiendo. Porque al otro lado de la encrucijada está el abismo de apoyar al PP, aunque sea por omisión. Hay que reconocer algo a Podemos: poner la democracia en Catalunya como condición no había ocurrido antes. Aunque busquen con ello mantener la «unidad de España». La clave está en que del Ebro para abajo resulta asumible, al menos hipotéticamente.
Titulares y matices. Las cartas están sobre la mesa desde la noche del domingo y la partida empieza. La pelea lógica entre PSOE y Podemos es presentarse el 13 de enero y responsabilizar al oponente de la inexistencia de ese inverosímil pacto alternativo. Es cierto que Podemos dispone de un comodín inasumible por el contrario: el referéndum catalán. Pero también en los últimos días ha sacado una batería de propuestas como la del plan de rescate, que apuntalan su posición. Es evidente que la repetición de las elecciones no le vendría mal a Iglesias. Pero estamos en el juego de titulares y los matices, aunque evidentes, no son especialmente bienvenidos.
Quien podría haber aprovechado ese maniqueísmo es Pedro Sánchez. Nada más sencillo que decir que uno está a favor de un pacto «de progreso», siempre y cuando no le pregunten las condiciones. El problema para el secretario general del PSOE le ha salido en casa. Tanto Díaz como diferentes barones ponen condiciones que no están ya dirigidas hacia Iglesias, sino a su propio candidato. Todas reducidas a la «unidad de España». A la presidenta andaluza le gusta mucho hablar de la pinza PP-Podemos contra el PSOE, pero en este asunto parece Sánchez quien ha quedado atrapado entre las exigencias de su rival interna y la posición fijada por Podemos.
Hacer cábalas sobre qué terminará ocurriendo no resulta fácil. De hecho, a no ser que se produzca una gran sorpresa el lunes seguiremos igual. Y eso que los dirigentes del PSOE tienen que pactar las líneas rojas de una negociación que es posible que les obligue a abstenerse o permitir unas nuevas elecciones que no les van nada bien.