El independentismo se sacude la pereza
Tras los topetazos de diciembre y junio, el arranque de campaña parece indicar que el independentismo recupera tono y un estado anímico que empezó a flaquear hace cuatro años. Aquella noche del 21 de octubre de 2012 el viento de cola comenzó a rolar.
Noche del 21 de octubre de 2012, La Casilla. Probablemente nadie de quien estuvo allí olvidará fecha y lugar, porque fue la jornada del «sorpasso» frustrado.
Todo estaba preparado para celebrar una fiesta y acabó con poca celebración y demasiadas caras largas. Objetivamente no había motivo, pues los resultados fueron extraordinarios para la izquierda independentista: 21 escaños, 25% de los votos, 277.000 papeletas. Enormes. Sin embargo, el tsunami de Bildu, la victoria en escaños de Amaiur, las encuestas... todo indicaba que EH Bildu estaba ahí con el PNV, pugnando por llevarse el gato al agua. No fue así y el 22 de octubre mucha gente amaneció con resaca, como si hubiera estado año y medio inmersa en una parranda que acabó bruscamente, sin aviso.
Esa pequeña gran frustración, alentada por las expectativas, ha marcado los siguientes cuatro años. Aquella noche el viento dejó de entrar de cola, la confianza, quizá inconscientemente, comenzó a flaquear, la coalición empezó a mirarse en el espejo con melancolía, intentando reconocerse. A la ciclotimia inherente a la política vasca se le sumó el temor a dejar pasar un contexto inmejorable para los independentistas. Y, con ello, llegó la ansiedad.
Un estado de ánimo que condujo a ver por sistema la botella medio vacía, como el año pasado, cuando «lo de Gipuzkoa» no permitió valorar y celebrar debidamente un hito histórico como la Alcaldía de Iruñea, la victoria inapelable en muchas de las principales localidades navarras y la participación vital para posibilitar el Gobierno de cambio, un hecho más relevante visto en perspectiva que el triunfo de Bildu en 2011. Qué decir de la segunda posición ¡en Gasteiz! o en Bilbo, la metrópoli vasca. Hasta el logro de un eurodiputado en 2014 se celebró de forma muy contenida.
Luego llegaron los comicios de diciembre, el terremoto de Podemos, la repetición de junio. Una secuencia endiablada para EH Bildu, que mira al 25S como si fuera una reválida.
Ocurre que entre tanto Arnaldo Otegi ha salido de la cárcel. Seguramente el tiempo sabrá ponderar el gran trabajo realizado por quienes han llevado el timón de la izquierda abertzale desde 2009 hasta ayer mismo, asentando el escenario buscado en un contexto dificilísimo, pero ese sector y el independentismo aguardaban al dirigente de Elgoibar como agua de mayo.
Hay quien critica, interesadamente, que en un colectivo tan poco dado a los personalismos Otegi tenga tanto protagonismo, pero cualquier militante de la izquierda abertzale podría enumerar una docena de nombres de personas que han sido referencia para ese movimiento. Y Arnaldo Otegi se ha ganado con creces aparecer en esa lista. No es solo un magnífico orador, es un líder nato y clarividente, y tiene más carisma que los candidatos a lehendakari del resto de partidos juntos. El Estado, por supuesto, lo sabe de sobra.
Su llegada ha aportado al soberanismo de izquierdas serenidad y le ha devuelto confianza y autoestima. El ánimo es algo difícilmente mensurable, pero se palpa. Por supuesto, como escribió Iñaki Altuna en un Gaur8 de junio y ha repetido hace poco en NAIZ, está por ver si esa sensación se queda en la masa social más fiel o permea en los círculos periféricos, aquellos que deciden si un resultado es malo, regular o bueno. Es evidente que el 26J no ocurrió, y veremos si el 25S es aún demasiado pronto. Desde luego, quien adelantó las elecciones algo así buscaba.
Pero es evidente que el ambiente ha cambiado, sólo hay que ver los actos del inicio de la campaña, la cantidad de gente que ha acudido y los rostros de los asistentes. No es garantía de nada, claro, pero el entusiasmo de los propios es condición para atraer a los cercanos. Y los independentistas empiezan a tener cuerpo de jota otra vez.
En estas elecciones, tan cercanas al verano, con la gente oliendo a after sun y una sociedad un tanto hastiada de ir a las urnas, la campaña va a tener una importancia primordial.
EH Bildu ha empezado fuerte, y ha hecho un trabajo serio, no hay más que ver el programa de Gobierno presentado en Gernika. Pero para luchar por el partido tiene que lograr que el ritmo de su campaña sea creciente, recuperar su frescura original y la complicidad de la ciudadanía. Centrarse en sus propias fortalezas, sin tratar tanto de poner en evidencia a quien se vale por sí mismo para ello; porque si hay equipo y programa, hablar de los demás es malgastar energía.
No está fácil, pero creo que esta vez el votante de EH Bildu no acudirá a las urnas con pereza ni resignación, sino esperanzado y con una sonrisa. No es poco.