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Santa Clara despide a Fidel con emoción desbordada

Por su valor simbólico y por encontrarse allí el mausoleo que alberga los restos del Che, se intuía que el viaje de las cenizas de Fidel iba a adquirir una aura especial al llegar a Santa Clara. Así ocurrió. El homenaje tributado después de medianochez tomó forma de danza, expresión artística y ritmo musical. Por la mañana, los santaclareños le tributaron una despedida a la altura de las expectativas. Solemne, emocionada y emocionante.


Procedente de Cienfuegos, la comitiva fúnebre que estos días atraviesa Cuba con las cenizas del más carismático dirigente cubano, Fidel Castro, llegó a la Plaza de la Revolución de Santa Clara a las 00.15 minutos de ayer. Una multitud llenaba ya dos horas antes la amplia explanada que alberga el lugar donde reposan los restos mortales del Che Guevara, en el memorial erigido en su memoria.

Fidel y el Che, dos personajes de un siglo en el que ellos escribieron la Historia, pasaron así juntos esa última noche, en un gesto que rememoraba momentos inolvidables que vivieron ambos hace ahora 59 años, en aquellos días en los que un grupo de guerrilleros cubanos derrocaron la dictadura de Fulgencio Batista. La batalla de Santa Clara es mítica. Comandada y ganada por el Che, fue un feroz combate que se vivió calle a calle y esquina a esquina. La victoria guerrillera supuso la retirada definitiva de Batista y el triunfo de quienes iniciaron la revolución tras desembarcar en el yate “Gramma”. Allí, en ese lugar donde empezó el triunfo, fue acogido de nuevo Fidel.

El acto de homenaje posterior a la colocación de la urna en el mausoleo se convirtió en un grandioso concierto, sin presentaciones ni intervenciones políticas. Fotografías de momentos históricos, fragmentos de conocidos discursos de Fidel que eran repicados simultáneamente por muchos de los presentes y vídeos en los que el comandante en jefe exponía sus ideas y ensalzaba el valor de la juventud para seguir la senda de una Cuba dueña de su destino fueron salpicando un espectacular homenaje en el que la música y el ritmo de la isla se unieron en un recuerdo constante a la figura del líder fallecido.

Dos banderas y 300 artistas

Dos enormes banderas –una de Cuba y la otra del 26 de Julio– presidían el gran concierto que se desarrolló frente a la estatua que culmina el memorial del Che Guevara. Y en el concierto se fueron sucediendo, a buen ritmo y sin interrupciones, actuaciones de solistas y grupos, músicos, cantantes, actores y bailarines hasta llegar a reunir a cerca de 300 artistas de gran calidad sobre el escenario.

«Yo soy Fidel», «Patria o muerte» y «Venceremos» gritaba la gente mientras la fusión de artes escénicas componía misceláneas de moderna danza fundida con canciones conocidas, como “El tren blindado” de Silvio Rodríguez o temas de otros artistas. De lo tradicional a lo moderno, hubo de todo. Podría decirse que casi todas las artes escénicas de Cuba rindieron homenaje a su líder y especialmente impactante fue la variedad y calidad musical que ofreció el acontecimiento: excelentes orquestas de cámara, sextetos de guitarra, emotivos dúos a capella, grandes solistas y grupos y una subyugante explosión de esa rumba cubana que el miércoles fue declarada patrimonio de la Humanidad. También hubo espacio para la canción que el cubano Raúl Torres ha compuesto para la ocasión y que ya es reconocida y cantada en toda Cuba.

El homenaje continuo y modulado con referencias indirectas a Fidel –casi sin nombrarlo– se desarrolló con un ajuste técnico y rítmico que ya quisieran muchos organizadores de espectáculos musicales del mundo. El gran aparataje técnico de luz y sonido que se observaba nada más llegar ya daba idea de la magnitud del evento antes de que este arrancara.

Las actuaciones tuvieron un broche de oro para su cierre. Eran cerca de las tres y media de la madrugada y las salvas finales, coreadas por gritos de «Se oye, se siente, Fidel está presente», las encendieron el canto del “Unicornio azul”, las inspiradas rimas de los repentistas –“Vuelvo ante ti, comandante /vestido de verso y rima/ esta vez cargando encima/ un dolor relampagueante”– y el canto general de “Qué linda es Cuba”, entonado conjuntamente por todos los artistas que participaron en el homenaje; niños y niñas, hombres y mujeres, colocados estratégicamente en las diferentes alturas que ofrece la arquitectura de la Plaza de la Revolución.

Terminado el recital, muchos de los artistas participantes y varios centenares de santaclareños formaron una barrera de honor ante el mausoleo del Che Guevara, donde se guardaban esa noche las cenizas de Fidel. Permanecieron allí, en nocturna vigilia, para acompañar su presencia hasta la salida de la ciudad horas después.

A todo volumen

Y la despedida llegó temprana. A las siete en punto de la mañana, la comitiva de honor, presidida por el jefe del Ejército Central, abandonaba la gran plaza para retomar una nueva etapa del último viaje de Fidel Castro por la isla. Los habitantes de Santa Clara, con el sueño mermado pero dispuestos a que el paso por su ciudad se convirtiera en inolvidable, llenaban ya calles y rincones de un recorrido adornado con banderas cubanas en cada ventana, enormes enseñas del 26 de julio en edificios oficiales y un gran retrato del comandante revolucionario ante el Gobierno municipal.

Si la salida de las cenizas de Fidel de La Habana estuvo marcada por el apoteósico silencio, ayer en Santa Clara la música lo inundaba todo. Y a todo volumen. Desde una hora y media antes, sin lugar al descanso, en el Parque Vidal retumbaban con fuerza conocidas canciones del cantautor Silvio Rodríguez o el estremecedor “Canto de la Tierra” de Sara González.

El parque encerraba un simbolismo al que nadie pudo sustraerse. Ni los vecinos, ni los organizadores de estas exequias históricas, ni los miles de pájaros que duermen cada noche en las ramas de los magníficos flamboyanos que rodean la plaza y que abandonaron al retumbar los primeros sonidos musicales de la madrugada.

Ante la entrada principal del Gobierno de la localidad, un grupo de siete antiguos combatientes de Santa Clara ocupaba el lugar de honor. Uniformados de verde olivo, con medallas y condecoraciones en las pecheras, el grupo flanqueado por autoridades policiales y del Ministerio del Interior, se cuadró solemne ante la urna con los restos incinerados de su comandante en jefe. Frente a ellos se detuvo el cortejo. Y en esa escena, con las cenizas ante ellos, comenzó a sonar a todo volumen “Al combate, corred, bayameses...” Todo el mundo se puso en posición de respeto ante el himno. Muchos se quitaron la gorra en señal de respeto. Algunos retiraron los teléfonos móviles. Cantaron los santaclareños y cantaron los antiguos combatientes. El himno oficial de Cuba y la presencia de los restos de Fidel hizo que la emoción estallara sin contención en el histórico parque. En un instante, la sobriedad de milicianos y policías se hizo añicos, mayores y jóvenes rompían a llorar y resulta difícil pensar que hubo quien no derramara alguna lágrima. Los periodistas mostraban su rostro más expectante ante lo que estaba sucediendo. Yo tenía enfrente a un fotógrafo de prensa internacional que a duras penas conseguía sobreponerse y enfocar el objetivo.

En el Parque Vidal, entre ovaciones se despidió Fidel Castro el 6 de enero de 1959, en ese mismo lugar en el que ponderó la «estatura moral» de los humildes combatientes del Ejército Rebelde y en el que declaró que «aquí, a partir de ahora, quien manda es el pueblo».

Desde ese mismo Parque Vidal, el llanto de esta Santa Clara le tributó la más doliente y, a la vez, dulce despedida.