La ruta de quienes lo perdieron todo, menos la dignidad
[Crítica]: ‘Nomadland’
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La cineasta de origen chino Chloé Zhao y una Frances Mcdormand en la cumbre de su carrera interpretativa han sumado sus respectivos talentos para dar forma a un prodigio de sensibilidad y fiereza vital.
Tomando como referencia el libro ‘Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century’, en el que la periodista Jessica Bruder siguió de cerca a la nueva generación de nómadas que, golpeada por la grave crisis que padeció Estados Unidos entre 2007 y 2008, prolongaron aquella ruta iniciada por sus antepasados durante la Gran Depresión.

Esta nueva hornada de desheredados, nutrida en su mayoría por trabajadores que lo perdieron todo por culpa de un sistema capitalista que arrasó con sus sueños y propiedades, optaron por iniciar un viaje incierto en el que el asfalto toma el testigo de la ruta de los raíles que musicó el gran Woody Guthrie.
Zhao alterna la ficción y el género documental a la hora de captar las impresiones de quienes ven en la carretera –eterno símbolo de la cultura norteamericana– la única salida para reivindicar su única propiedad –la dignidad– y eludir de paso el azote del dólar.
En mitad de este paisaje cargado de melancolía y poesía contracultural, emerge la figura de una Frances McDormand cuyo personaje rezuma nostalgia pero también una fuerza interior que le impide doblar la rodilla.
Ella nunca se considerará vagabunda, sino alguien que perdió su casa y, por ello, emprendió un viaje cuya subsistencia depende de los trabajos esporádicos que encuentra en las diversas etapas de su viaje.
Este personaje tan rico en matices, también sirve de excusa para ir conociendo a otras personas que comparten con ella sus experiencias y anhelos a lo largo de un mapa que constantemente es reinventado por quienes nunca buscan un destino final y recorren un territorio rural, gobernado por los vastos espacios abiertos que siempre invitan a la evocación.