La Unión Europea se plantea seriamente hacer pagar al tráfico aéreo sus emisiones de CO2
A estas alturas, quienes utilizan habitualmente un automóvil en Euskal Herria deberían saber que la mitad de lo que pagan por llenar el depósito de combustible corresponde a los impuestos. Pues llenar los tanques de un avión con queroseno tiene ‘cero impuesto’. Bruselas quiere cambiar el paradigma.
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Cortar las alas a las emisiones contaminantes del tráfico aéreo. Ese es el objetivo de las medidas que la Comisión Europea debe proponer este miércoles para ‘enverdecer’ los vuelos internos, incluyendo una tasa hasta ahora inédita para el queroseno a costa de las compañías aéreas, que temen una «distorsión de la competencia» con el resto del mundo.
El sector se muestra alarmado ante las propuestas que baraja Bruselas en su plan sobre el clima para reducir un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE de aquí a 2030 en relación a las de 1990. El sector aéreo representa alrededor del 3% de las emisiones totales del club europeo.
Pero como recuerda Ecologistas en Acción, una de las ONG que impulsa la iniciativa ciudadana europea promovida por un grupo de estudiantes para acabar con la exención del combustible de aviación, el transporte aéreo es el medio que más CO2 emite por pasajero y, antes del parón provocado por la pandemia de covid, había aumentado sus emisiones un 21% en los tres años anteriores.
Pese a ello, este sector goza de numerosas ventajas fiscales en la Unión Europea, que a estos efectos puede considerarse un ‘paraíso fiscal’, y en el resto del mundo.
Para vuelos internos de la UE y de cada Estado
En el borrador de uno de los doce textos legislativos preparados, que ha sido consultado por AFP, el Ejecutivo comunitario considera que la ausencia de impuestos sobre el queroseno para los aviones «no es coherente con las políticas climáticas».
Por tanto, Bruselas quiere gravar los vuelos que discurran dentro del territorio de la UE, incluidos los domésticos o estatales. La tasa iría aumentando progresivamente durante diez años hasta alcanzar la tributación completa que se establezca.
Los gravámenes se basarían en el desempeño energético y ambiental del queroseno para alentar a las empresas a adoptar combustibles ‘sostenibles’ (mezclados con una pequeña porción de biocombustibles), que permanecerían libres de impuestos.
La aviación dedicada a los negocios (jets privados) y al transporte de mercancías (aviones de carga) quedaría exenta del impuesto al queroseno debido a las actuales restricciones legales internacionales.
Además, se espera que, en otra directriz, la Comisión eleve el objetivo, todavía muy modesto, del uso de «carburantes sostenibles».
¿Habrá negociación con terceros países?
Estas propuestas tienen que ser negociadas en el Parlamento Europeo y entre los Estados miembros. Bélgica, Luxemburgo y Austria ya han comprometido su apoyo en una carta abierta en la que reclaman «una aplicación sin dilación» de una ‘tasa queroseno’ en la UE, instando a promover la misma medida a nivel mundial.
El sector de las aerolíneas se opone frontalmente, como lo han dejado claro en una carta dirigida a la Comisión once compañías radicadas en la UE –entre ellas, Air France/KLM, Lufthansa y TAP, que han sido ‘rescatadas’ con ayudas públicas durante la pandemia– y la Federación Europea de Trabajadores de los Transportes (ETF).
«Cada una de esas medidas podría aumentar considerablemente la competitividad de compañías no europeas y de hubs aeroportuarios ubicados fuera de la UE», advierten, en referencia a empresas de Turquía, el Golfo Pérsico, China o Rusia.
Además, este lobby agita el fantasma de los aviones que llenarían sus tanques en aeropuertos de Gran Bretaña o Turquía antes de sobrevolar el continente europeo. En este contexto, Laurent Donceel, de la federación A4E (Airlines for Europe) señala a AFP que estas medidas «ecológica y económicamente contraproducentes» contribuirían a «desplazar las emisiones de carbono a otras regiones» que verían aumentar su tráfico.
Por su parte, la eurodiputada Dominique Riquet (Renovar, liberales), pronostica que, «si no se preserva la competitividad, habrá debate» en el Parlamento Europeo, al igual lo provocará el previsible aumento de los billetes de avión, «que no sería muy popular».

Lo cierto es que, como se observa en este gráfico, al contrario de lo que ocurre en la UE, lo habitual es gravar el combustible para aviación, al menos en los mercados estatales.
Así, en 2019, EEUU tenía una tasa de 1 céntimo por litro, similar a la de Arabia Saudí (2 céntimos), aumentando a 8 céntimos en Canadá y hasta 14 en Japón.
Mientras, en la UE ningún Estado miembro grava el queroseno a pesar de que la legislación comunitaria lo permite desde 2013.
¿Doble castigo?
En su carta, las aerolíneas estiman que el plan de Bruselas «debilitaría» sus capacidades financieras para renovar las flotas con aparatos más económicos o para invertir en tecnologías más limpias. En cambio, las organizaciones de defensa del medio ambiente consideran que estas medidas son todavía insuficientes.
«Tasa impositiva demasiado baja, aplicación demasiado lenta, jets privados y fletes exentos ... lo suficiente como para socavar cualquier impacto real», critica Greenpeace, que reclama a la UE que «abandone sus soluciones falsas, como aviones ‘verdes’ que funcionan con biocombustibles no sostenibles».
De hecho, «salvo con queroseno, un carburante ultrafósil, ¡no hay otro medio para hacer volar a los aviones! Los biocarburantes siguen siendo extremadamente marginales» y su modo de producción, que acapara tierras agrícolas y alienta la deforestación, «es muy controvertida», subraya Dominique Riquet.
El avión impulsado por hidrógeno no se espera antes de 15 años y el desarrollo del eléctrico está muy limitado por el rendimiento de las baterías actuales.
No obstante, la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) ha indicado que se «opone radicalmente» a un impuesto al queroseno dentro de la UE. Su vicepresidente de Medio Ambiente, Sebastian Mikosz, ha reclamado recientemente incentivos estatales para producir combustibles «verdes» y defiende el programa global del sector para compensar las emisiones de carbono, denominado Corsia.
Este programa, según los cálculos de la IATA, serviría para reducir de forma voluntaria el aumento de las emisiones del transporte aéreo en un 77% en comparación con 2019, lo que resultaría «mucho más eficiente que los impuestos».
De momento, los vuelos intraeuropeos ya están sujetos al mercado de carbono (ETS), donde las aerolíneas pueden comprar y comercializar los «derechos de contaminación» necesarios para compensar sus emisiones.
Pero hasta ahora se les han ofrecido derechos de emisión gratuitos, para ayudarlos a seguir siendo competitivos frente a rivales extranjeros. Y a Bruselas le gustaría enterrar gradualmente este privilegio.
«¡No deberíamos gravar dos veces el CO2! Si una empresa paga sus emisiones en el ETS y vía Corsia, no debería además sufrir un impuesto al queroseno», se queja A4E, que estima en 9.000 millones de euros en 2030 el coste adicional de las regulaciones previstas.
Reducción de emisiones y aumento de ingresos
Ecologistas en Acción no comparte esa visión y recuerda que, incluso, un informe de la Comisión Europea, filtrado en 2019, calculó que la tasa al queroseno «reduciría las emisiones de la aviación en un 11% y no tendría impacto en los empleos ni en la economía».
Ese estudio concluía que esa reducción de las emisiones, de unos 16,4 millones de toneladas de CO2, equivaldría a retirar casi 8 millones de coches de las carreteras europeas. Además, el impuesto serviría para recaudar cerca de 27.000 millones de euros cada año.
La organización no gubernamental Transport & Environment (T&E) señaló entonces que ese informe, que no se había hecho público oficialmente, desacreditaba el mito propagado por la industria del sector de que la economía se dañaría irreparablemente si las aerolíneas tuvieran que pagar impuestos especiales sobre el combustible que queman.