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La crisis de biodiversidad llevaría a la bancarrota a algunos países si calificase su deuda

¿Es creíble que la pérdida de especies de plantas y animales en un país determinado pueda provocar importantes rebajas en la calificación de su deuda soberana? ¿Y sería justo que no se tuvieran en cuenta los antecedentes históricos?

Extracción de carbón a cielo abierto cerca de la central térmica de Neurath, en Alemania, en octubre de 2021. (Ina FASSBENDER | AFP)

Las primeras calificaciones crediticias soberanas ‘ajustadas’ a la biodiversidad muestran cómo la destrucción ecológica podría afectar a las finanzas públicas con rebajas en solvencia y crisis de deuda. Al menos eso se desprende de un estudio realizado por un equipo de economistas dirigido por la Universidad de Cambridge (Inglaterra).

Es posible que la pérdida de especies de plantas y animales ya provoque importantes rebajas en deuda soberana, con China e Indonesia en camino de bajar 2 escalones ya en 2030 en un escenario en el que todo siga igual, según ha recogido Europa Press.

Si unas partes del mundo registran un «colapso parcial de los ecosistemas» de la pesca, la producción de maderas tropicales o la polinización silvestre, como lo simula el Banco Mundial, entonces más de la mitad de los 26 Estados analizados se enfrentarán a rebajas de solvencia, con India bajando 4 escalones y China cayendo 6, en una escala de 20.

Simulaciones «cautelosas»

En el conjunto de los 26, estas rebajas de solvencia aumentarían el pago anual de intereses de la deuda hasta en 53.000 millones de dólares al año, lo que dejaría a muchos Estados en desarrollo en un riesgo significativo de incumplimiento de la deuda soberana; al borde de la bancarrota.

Este grupo de economistas señala que sus simulaciones, impulsadas por inteligencia artificial, son cautelosas: solo cubren pesquerías, madera y polinizadores, cuando en realidad la pérdida de la naturaleza degrada todo, desde la salud humana hasta el suelo cultivable, ya que el riesgo de pérdida de biodiversidad es extremadamente difícil de cuantificar.

Según lo que ha trascendido del contenido del estudio, este no tiene en cuenta la responsabilidad que cargan a sus espaldas los países más desarrollados tecnológicamente, que, en términos históricos, son los que han contribuido más notablemente a degradar el medio ambiente en todo el planeta.

El número de ejemplares de panda gigante en libertad es uno de los indicadores más sensibles de la biodiversidad en China. (Mohd RASFAN | AFP)

Las agencias de calificación

Las calificaciones soberanas evalúan la solvencia de las finanzas estatales, cubriendo más de 66 billones de dólares en deuda soberana. Las agencias que están detrás de estas calificaciones actúan como guardianes del capital global.

Pero como estas agencias también tienen sus particulares ‘intereses nacionales’, además de los estrictamente especulativos, no son muy fiables cuando chocan con los de otras potencias, como quedó patente cuando, en plena crisis del euro, las instituciones de la UE arremetieron contra las firmas estadounidenses que presionaban sobre las primas de riesgo de Grecia, Italia o el Estado español.

En el mercado real, agencias como Moody's, Standard & Poor's (S&P) y Fitch evalúan riesgos financieros difíciles de cuantificar, como posibles eventos geopolíticos, pero ignoran en gran medida las consecuencias económicas de la degradación ecológica.

El rating (calificación de la deuda) que utilizan mide la capacidad de un Estado o gobierno –también tienen otros ránkings sobre empresas– para hacer frente a su deuda o, visto desde la perspectiva contraria, el riesgo que conlleva invertir en ella. Por ello, el ‘riesgo soberano’, también denominado ‘riesgo país’, está ligrado al concepto de prima de riesgo.

Actualmente, con ligeras diferencias en cada ránking, las tres agencias citadas conceden sus mejores notas a Alemania, Estados Unidos, Suiza, Dinamarca y Australia, entre otros, cuyas deudas soberanas están en el grupo ‘principal’.

En el siguiente, el de ‘alto grado’, aparecen el Estado francés, Gran Bretaña, Chequia o Corea del Sur. Un escalón más abajo, en el ‘grado medio superior’, están China, Japón, el Estado español (según S&P y Fitch, porque Moody's la pone más abajo) o Arabia Saudí.

Italia y Portugal –cuyas primas de riesgo son las que más están sufriendo en los últimos días dentro de la eurozona– están colocadas en el ‘medio inferior’, al igual que India, Indonesia o México

En el contexto de la guerra provocada por su invasión de Ucrania, la deuda de Rusia está uno de los escalones más bajos, el reservado a la ‘extremadamente especulativa’.

«No solo pierden los financieros»

El citado equipo de economistas de las universidades de Cambridge, East Anglia, Sheffield Hallam y la SOAS de Londres consideran que los inversores «ciegos a la naturaleza» no pueden gestionar el riesgo de manera eficaz y que omitir la pérdida de biodiversidad en los cálculos podría «socavar la estabilidad del mercado».

«No son solo los financieros los que pierden», comentó en un comunicado el autor principal, Matthew Agarwala, del Instituto Bennett de Políticas Públicas de la Universidad de Cambridge. «El aumento del riesgo soberano hace que los mercados exijan primas de riesgo más altas, lo que significa que los gobiernos y, en última instancia, los contribuyentes, pagan más por pedir prestado», explicó.

«A medida que la pérdida de la naturaleza reduce el desempeño económico, será más difícil para los países pagar su deuda, lo que pondrá a prueba los presupuestos gubernamentales y los obligará a aumentar los impuestos, reducir el gasto o aumentar la inflación. Esto tendrá consecuencias nefastas para la gente común», advirtió.

Un visitante posa ante una exposición sobre «El sentido del desastre del instinto animal» en un museo de Banda Aceh, Indonesia. (Chaideer MAHYUDDIN | AFP)

La «paradoja noruega»

Uno de los mayores inversores mundiales es el fondo soberano de Noruega, cuyo capital inicial surgió directamente de los pozos de petróleo y gas del mar del Norte.

La paradoja reside en que este país también es un referente por sus políticas para frenar la emergencia climática, aunque no ha frenado la explotación de las reservas de hidrocarburo en sus aguas territoriales.

Además, poco antes de la pandemia de covid, su fondo soberano decidió retirarse de empresas petroleras extranjeras, aunque no lo hizo en base a su código ético, que sí le impide invertir en compañías que violan los derechos humanos o en la producción de armamento nuclear, sino a cálculos de rentabilidad económica.

En esos momentos se preveía que los precios del petróleo iban a permanecer bajos a corto y medio plazo, por lo que los balances de las petroleras no iban a ser tan boyantes como en décadas precedentes.

Las consecuencias del covid y la guerra en Ucrania han echado por tierra esas previsiones, y estos factores están siendo utilizados en estos momentos por los Estados que tienen mejor rating en las calificaciones del mercado financiero real para justificar su nuevo impulso a energías contaminantes como el carbón o la nuclear, aunque lo hagan asegurando que no han modificado sus objetivos para reducir emisiones y que se trata de medidas temporales.

Si los expertos del estudio pilotado por la Universidad de Cambridge repiten su análisis, habrá que ver si la deuda de Alemania, Países Bajos o EEUU se está deteriorando en base a criterios de biodiversidad, aunque solo sea en un escenario simulado.