Un cuarto de siglo de un debut inesperado y exitoso del fútbol vasco
En 1997, el fútbol vasco tenía representación por primera vez en un gran torneo internacional femenino. Fue la Eurocopa de Noruega y Suecia, a la que viajaron siete jugadoras enroladas en la selección española y de la que regresaron con la medalla de bronce en el cuello.
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El número varía de una cita a otra pero hoy en día no falta un torneo internacional sin su correspondiente lista de futbolistas vascas. Pero lo que se ha convertido en normalidad fue una gran novedad hace solo 25 años. La Eurocopa de 1997 fue la primera que contó con representación euskaldun, siete jugadoras nada menos, enroladas en una selección española que también se clasificaba por primera vez para disputar una competición internacional de máximo nivel. Desde entonces no han faltado aunque nunca su número ha sido tan alto como aquella primera vez.
Aquellas pioneras fueron Arantza del Puerto, Bea García, Yolanda Mateos, Eli Capa, Vanesa Gimbert, Arrate Gisasola y Maider Castillo. La eibarresa, hoy en día coordinadora general del Levante femenino, recuerda para NAIZ la experiencia. Nos recibe en Unbe, donde también jugaba entonces con el Eibartarrak aunque aquel campo en cuesta tenga poco que ver con las actuales instalaciones. Casi tan poco como aquel futbol con el actual. «Bueno, bueno, ha cambiado en todos los sentidos. El trabajo físico, la preparación técnico-táctica, los medios, los campos... Ha pasado mucho tiempo y, por suerte, se nota».
Su día a día cuando recibió la primera llamada de Ignacio Quereda lo deja bastante claro. «De lunes a viernes estaba en Gasteiz estudiando IVEF, así que sólo entrenaba aquí el viernes, jugaba el sábado y vuelta a Gasteiz», suspira. Llegó a la selección española en plena fase clasificatoria para la Eurocopa. «Ni me lo esperaba. El primer partido no lo jugué pero después ya los jugué todos, así que disfruté el doble», recuerda.
Incluyendo los de la eliminatoria previa contra Inglaterra, cuando «nadie daba un duro por nosotras porque nuestro fútbol comparado con el inglés no tenía ni color. Nuestra portera, Roser (Serra), que era un pedazo de portera, de hecho jugaba en el Arsenal, cobrando, trabajando allí... otro mundo para nosotras. En la ida ganamos 2-1 y jugando bien pero luego fuimos allí, nos metieron en un campo lleno y creo que salimos de nuestro campo dos veces y en una marcamos gol. Aquello fue un acoso y derribo, con todo el campo empujando, nosotras todas metidas debajo del larguero... Y sobre todo tengo el recuerdo de Roser, qué paradas hizo. Siempre digo que fue ella la que nos llevó a la Eurocopa, nunca había visto a una portera parar como ella aquel día».
El premio les esperaba en la fase final, que se disputó en Suecia y Noruega. Antes tuvieron «una concentración en el CAR de Barcelona que «fue mortal porque a nivel físico nos metieron una caña que no veas». Funcionó porque «llegamos a la Euro en muy buenas condiciones. Aún así el objetivo era disfrutar de la experiencia porque para nosotras era todo otro mundo. Flipabas con todo a nivel de organización, medios, viajar en avión, todo, encontrarte con otras selecciones que decías: '¡ostras las noruegas!'. Fuimos a disfrutar pero mira, no nos salió mal».

Era aquel un fútbol muy dferente. «El físico era decisivo. Las nórdicas, las alemanas... eran atletas. Que no me malinterprete nadie, pero en esas selecciones no veías ninguna futbolista regordeta como sí podías ver en otras. Y el juego también... Yo jugaba en el medio campo y allí no tocabas un balón, no pasaba ninguno por el centro, tenías que ir a las segundas jugadas a ver si pillabas alguna».
Hoy en día esas diferencias se han reducido al mínimo. «Tú ahora ves aquí a las jugadoras de Primera y todas son atletas. Con las selecciones top pasa lo mismo; puede que haya más o menos altura pero el trabajo físico es ya igual de serio en todas partes a partir de un nivel», asegura. Cree, de hecho, que las diferencias puede marcarlas ahora «el trabajo técnico-táctico, que también ha evolucionado en todos los países pero que en algunos se cuida más». Pone a los clubes españoles como ejemplo y «el trabajo que hacen desde la base. El aumento de licencias se nota mucho pero también la metodología, la forma de trabajar. Antes si tenías la vocación y el talento pues muy bien porque muchas cosas tenían que ser innatas. Ahora muchas cosas se enseñan y se aprenden. Y las distancias se recortan».
¿Puede ser también ese el motivo por el que el número de futbolistas vascas en las grandes citas vaya menguando? Castillo cree que «es casualidad aunque, evidentemente, si todo el mundo trabaja bien, hay más donde elegir». Nunca han participado tantas como en aquel 1997, algo que tampoco le sorprende «porque entonces Oiartzun y Añorga eran los superquipazos de la Liga con el Oroquieta y alguno más. En los torneos de selecciones, Euskadi también estaba muy bien. Yo tuve la suerte de competir con las hermanas Bakero, que Ixi, que era una supertop, se retiró justo al año siguiente. Y, además, yo creo que se imponía un fútbol muy competitivo y de mucha garra y creo que justamente nuestro fútbol se caracteriza por eso. También ahora. Pero también se trabaja bien y hay jugadoras de calidad, lo que pasa es que hay más competencia».