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Jacinda Ardern, sin «energía para continuar»

La primera ministra de Nueva Zelanda anunció ayer que dejará el cargo. Las encuestas no le eran favorables, tenía problemas sin resolver, un nuevo líder de la oposición con más carisma que el anterior, pero su renuncia y la manera respetuosa de hacerlo coronan su contribución al país.

Jacinda Ardern, anunciando que dimitirá en unas semanas, algo que conmocionó a Nueva Zelanda. (AFP)

Su inevitable final define, a menudo, la vida política de los líderes. Los tiempos y las demandas de la gente cambian, la realidad de los imprevistos supera, incluso, las expectativas más razonables del futuro. Hay que asumirlo con elegancia, el poder se perderá, y en una democracia debe y debería perderse para dar solidez al sistema. El anuncio de dimisión de la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, fue realizado de una manera elegante y digna. Y en los tiempos que corren, en los que las transiciones en el poder vienen empañadas por violencia e intentos de golpe de Estado, desde EEUU a Brasil, deja un mensaje muy poderoso.

Ardern aseguró que no hay ningún secreto detrás de su renuncia: «Damos todo lo que podemos hasta que llega la hora. Y para mí llegó la hora». Indicó que se sentía sin energía para seguir en el cargo y tomó su decisión «porque con un trabajo tan privilegiado hay una gran responsabilidad, la de saber cuándo eres la persona indicada para liderar y cuándo no».

Su renuncia se hará efectiva el 7 de febrero y los laboristas neozelandeses escogerán un nuevo líder en los próximos días. Dijo, así mismo, que seguiría siendo miembro del Parlamento por Mount Albert (Auckland) hasta abril, para evitar la necesidad de una elección parcial.

Activo político

La noticia impactó en su Partido Laborista, que se enfrenta a importantes desafíos políticos antes de las próximas elecciones del 14 de octubre. Durante el último año, las encuestas lo sitúan por detrás del Partido Nacional de centroderecha, encabezado por Christopher Luxon, un exejecutivo de aviación. El pasado mes, el apoyo a los laboristas era del 33%, cinco puntos porcentuales menos que el Partido Nacional (38%).

Los neozelandeses están preocupados por los muchos problemas económicos que enfrenta el país. Al alto costo de la vida y una inflación creciente, se une a la percepción de un incremento de los delitos violentos, incluidos incidentes de alto perfil en los que los empleados de las tiendas de barrio han sido atacados y, en un caso, muertos, lo que también ha contribuido a una sensación de insatisfacción.

La derecha aprovecha esa sensación de inseguridad y está agitando esa bandera para desgastar a unos laboristas para quienes la renuncia de Ardern ha sido una sorpresa, al igual que para la mayoría de neozelandeses, y podría significar un desastre electoral. Al fin y al cabo, Ardern es su activo político número uno.

Astucia y empatía

Hija menor de una familia mormona, Ardern se convirtió en la líder mundial de la Unión Internacional de la Juventud Socialista antes ser elegida para dirigir el Partido Laborista en 2017. Luego, se convirtió en la jefa de Gobierno más joven del mundo a la edad de 37 años. LLevó de nuevo al Ejecutivo a los laboristas que muchos condenaron a un desierto político, usando la llamada «Jacindamanía» para impulsar el voto en 2017 y dando a su partido una abrumadora mayoría en el «Jacindaslide» de 2020.

Ardern, con velo, en un acto en recuerdo de las víctimas de Christchurch. (Marty MELVILLE | AFP)

Durante sus años de mandato, guió a los neozelandeses a través de la tragedia y las secuelas de la masacre de Christchurch, y manejó una pandemia en la que llevaron una vida prácticamente normal. Se enfrentó a una crisis de vivienda, reconstruyó un sistema de relaciones laborales hecho jirones y unos servicios públicos erosionados. También tuvo un hijo mientras estaba en el cargo.

Más allá de la imagen de una líder cosmopolita y empática que llevó velo para llorar con los supervivientes de Christchurch o se presentó en el palacio de Buckingham con una capa de plumas maorí, Ardern ha sido una política astuta, que ha sabido despachar a sus rivales internos y externos con una espada sonriente.