Alemania afronta algo más que una crisis económica
La crisis de gobierno en Alemania ha puesto de manifiesto el estancamiento económico del país. La toma de decisiones dictadas por la oligarquía económica y el desdén por la política han conducido a una crisis que va mucho más allá de la economía.
Al día siguiente de la elección de Donald Trump como presidente de EEUU, el canciller Olaf Scholz cesó al ministro de Finanzas, Christian Lindner, del FDP, lo que provocó la salida de su partido del gobierno de coalición y el colapso del Ejecutivo. Al parecer tuvieron un importante peso las constantes desavenencias en materia económica. Lindner es fiscalmente conservador y contrario a superar el límite de déficit. Además, es partidario de una rebaja de impuestos y de una reducción de los objetivos climáticos para estimular el crecimiento. Sigue defendiendo la ortodoxia en un momento en que las grandes multinacionales del automóvil plantean cerrar plantas en Alemania por primera vez.
La CDU liderada por Friedrich Merz parte con ventaja en las encuestas, aunque en materia económica tampoco se aleja de la ortodoxia. Merz no es partidario de levantar el freno constitucional al déficit. Defiende que cualquier programa de incentivos al crecimiento debe estar acompañado del control del gasto social.
Así las cosas, no parece que las elecciones vayan a provocar cambios importantes en los fundamentos de la política económica alemana. Los especuladores, sin embargo, ya descuentan que el nuevo gobierno tendrá que aflojar la estricta disciplina fiscal y asumir un mayor gasto para sacar al país del estancamiento.
El estancamiento alemán
Posiblemente, estancamiento sea la palabra que mejor define la situación económica de Alemania. Su economía lleva dos años prácticamente sin crecer. Además, en el horizonte ya se vislumbra el cierre de más fábricas y el traslado de otras al extranjero, bien por los aranceles y estímulos estadounidenses, bien por el precio de la energía.
Todos los analistas coinciden en atribuir la actual decadencia al encarecimiento de la energía, tras la imposición de sanciones a Rusia. El impacto se agudizó, además, a causa del cierre de las centrales nucleares decretado por Angela Merkel en 2011. Seguramente el gas ruso barato tuvo un importante peso en aquella decisión que ahora está pagando la industria intensiva en energía, sobre todo, la industria química que usa el gas también como materia prima.
Pero también hay que considerar la deslocalización de la industria a China, que se ha convertido en su principal socio comercial de Alemania, a la par que EEUU. La globalización trajo la reducción de los aranceles y el abaratamiento del transporte, lo que animó la deslocalización. La pandemia y el posterior desbarajuste en el transporte mostró las consecuencias de la dependencia: encareció la producción en Alemania. Las actuales tensiones geopolíticas han traído de vuelta los aranceles a EEUU y a China. Y la UE no se ha quedado atrás. En Berlín preocupan mucho los aranceles de la UE a los automóviles producidos en China.
El periodista alemán Wolfgang Münchau señalaba que la principal causa de esta desastrosa situación es que los políticos de todos los partidos siempre se ha plegado a las exigencias de las élites industriales del país
Una tercera decisión que ahora pesa sobre la economía alemana es que Berlín ha mimado las industrias tradicionales, pero apenas ha desarrollado tecnologías digitales. Un déficit que ha permitido a China, por ejemplo, no solo producir automóviles más baratos, sino también vehículos más avanzados. Ya no se trata solo de los costes, sino de que los productos alemanes ha perdido posiciones en el mercado mundial. La crisis tiene unas raíces profundas.
La oligarquía económica
En un artículo reciente, el periodista alemán Wolfgang Münchau señalaba que la principal causa de esta desastrosa situación es que los políticos de todos los partidos siempre se ha plegado a las exigencias de las élites industriales del país. Las grandes corporaciones diseñaron la reforma del estado de bienestar de Schröder. Fueron ellas los que impulsaron estrechar la relación política con Rusia para lograr un suministro estable y barato de gas. De la misma forma, también alentaron las relaciones con Beijing, que se ha convertido en un mercado clave para muchas multinacionales alemanas. Una tradición que, dicho sea de paso, tiene una profunda raigambre también en Euskal Herria.
Considerar los aspectos económicos de las decisiones políticas es algo sensato, el problema es cuando el interés económico se convierte en el único que se tiene en cuenta.
Superávit comercial
En el ámbito internacional, la principal reflexión estratégica de las élites alemanas parece haber sido que los superávits comerciales fortalecerían su posición en el mundo. Para lograrlo recortaron el gasto social con Gerhard Schröder. Esa política de austeridad redujo la demanda y la creación de riqueza en el interior del país, lo que aumentó todavía más el superávit con el exterior.
Alemania llegó a la crisis de 2008 siendo la potencia europea, pero renunció a su poder para encauzar la crisis. Mientras EEUU estimuló la demanda que se había hundido por la ruina generalizada, Alemania se limitó a cargar todo el coste a los trabajadores, lo que se conoce como devaluación interna, lo que deprimió todavía más la economía, pero mantuvo el superávit comercial. El problema es que esta decisión también golpeó las perspectivas vitales de la clase trabajadora alemana y europea: reducir el peso de los salarios en la riqueza empobrece a las clases más humildes de la sociedad.
En esta búsqueda a cualquier precio y en cualquier circunstancia de una balanza comercial positiva está gran parte del problema del estancamiento actual, de la pérdida de peso de Alemania y de la UE en el mundo
En esta búsqueda a cualquier precio y en cualquier circunstancia de una balanza comercial positiva está gran parte del problema del estancamiento actual, de la pérdida de peso de Alemania y de la UE en el mundo; y del crecimiento de las opciones de extrema derecha.
Y tiene un reverso: un superávit sistemático desequilibra las relaciones comerciales a su favor, pero también crea una dependencia hacia los importadores.
Política y economía
La preponderancia de los intereses económicos llevó a la desvinculación entre las relaciones económicas y políticas. Mientras extendía los lazos con Rusia y China, Alemania seguía dependiendo de EEUU para su seguridad. No consideró que para Washington la mayor pesadilla era que llegara a cuajar una alianza ruso-alemana, algo evidente desde que Zbigniew Brzezinski escribiera "El gran tablero mundial". De ahí que, a la primera oportunidad, EEUU cortara el cordón con Rusia al volar el gasoducto Nord Stream, tal y como relató el periodista Seymour Hersh.
El problema será todavía mayor en caso de que EEUU entre en guerra con China. Tal vez por esa razón, el pasado viernes Olaf Scholz llamó a Vladímir Putin, por primera vez en dos años, para hablar sobre Ucrania. En el libro “La derrota de Occidente”, Emmanuel Todd considera que una vez terminada la guerra en Ucrania, Alemania volverá a estrechar relaciones con Rusia.

Esa desvinculación es patente en la relación de Alemania con la Unión Europea, de la que se ha servido para promocionar sus intereses comerciales, bloqueando cualquier tipo de construcción política, lo que ha terminado por convertir a la Unión Europea en un lobby de grandes corporaciones que condicionan todas las decisiones de Bruselas.
En este momento de debilidad es poco probable que haga lo que no hizo cuando era fuerte: fortalecer la Unión Europea. Difícilmente aceptará una mayor deuda comunitaria para poner en marcha los planes industriales de Draghi.
Tampoco parece factible que Alemania aumente su aportación neta a Bruselas que en la actualidad ronda los 30.000 millones. Y sin más fondos, no se podrá financiar la adhesión de Ucrania a la Unión Europea, a no ser que otros países aumente su contribución. Una decisión que dependerá, en gran medida, de lo que esperen obtener de Ucrania.
Crisis existencial
Para Münchau esta negación de la geopolítica ha devenido en una crisis existencial que supera ampliamente la economía. Cree que la vuelta a una nueva guerra fría ha sumido a Alemania en un estado de shock.
En este sentido, Todd habla de que la obsesión con la eficacia ha convertido a Alemania en una sociedad-máquina carente de destino. En definitiva, la crisis alemana va mucho más allá de la economía y tiene que ver con el modo en el que se sitúa en el mundo.