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Crueldad intolerable

‘NUREMBERG’
Estados Unidos, 2025. 150 minutos. Dirección: James Vanderbilt. Guion: James Vanderbilt. Intérpretes: Russell Crowe, Rami Malek, Leo Woodall, Michael Shannon, Richard E. Grant, John Slattery.

Fotograma de ‘Nuremberg’. (Scott GARFIELD | ZINEMALDIA)

El problema fundamental en ‘Nuremberg’ recae en que está hecha como lo está escrita. James Vanderbilt (‘Zodiac’) firma un guion extremadamente eficaz en justificar la recreación espectacular del juicio de Nuremberg en aras del psiquiatra estadounidense Douglas Kelley (Malek) y sus intercambios con Hermann Göring (Crowe). Para ello, inserta en esta clásica épica procedural –otra que arranca con un «¡es imposible!»– desde testigos personales hirientes (a lo ‘Argentina 1985’) hasta diálogos socráticos de conclusiones a medio masticar, y desde anécdotas de trivia sobre el proceso a durísimo material de archivo sobre los campos nazis. Todo, en los ambages cargados de una banda sonora tan puntual como machacona y una dramaturgia que favorece el personaje, pé mayúscula.

Tantas pruebas aporta sobre la actualidad y la urgencia de esta ficción, que las dos horas y media de hombres hablando en plano medio sobre la importancia de su tarea acaban por someter nuestra propia paciencia a un juicio, uno del que nadie sale ganando. Acaso ganan los actores, para quienes se ha escrito un reparto de premio. Aquí Rami Malek insiste en sus habituales manierismos obtusos (vistosos de entrada y que degradan en la caricatura en los momentos de máxima). Mientras, Russel Crowe aminora la expresividad de su generalísimo (de uniforme azul) en una prudencia interesante para el personaje, y salvavidas para él.

Ahora, mi gran disconfort nace con el vocabulario de ‘Nuremberg’. Luego de contextualizar un vis a vis admirado entre bufones, y cuando las piezas para la justicia han sido jugadas, llega el momento de la conclusión épica: un epílogo tan cruel como la realidad que recrea. «Es lo que pasó», alude un guionista-director. Pero sus personajes vienen denunciado sin tregua como el fascismo actúa a sus anchas porque no va en uniforme; es decir, porque se explica y convence en nuestros términos. Sin embargo, el epílogo narra con una crudeza calculada las ejecuciones de los asesinos en masa. Entonces, si apelamos a la sensibilidad política de quien escucha como responsabilidad primera, ¿por qué repetir las formas frías de la crueldad? ¿No deberíamos entender también el lenguaje cinematográfico como un acto (responsable) de imaginar otras formas de explicar «lo que pasó»?