La crisis del MAS posibilita el regreso de la derecha en Bolivia
Los resultados de la primera vuelta electoral en Bolivia del 17 de agosto mostraron una fotografía que 10 o 15 años atrás nadie hubiera imaginado: el paso este domingo a segunda vuelta con el Movimiento Al Socialismo (MAS) fuera de la contienda y los partidos de derecha disputándose la Presidencia.
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Efectivamente, tras 20 años (2005-2025) de gobiernos ininterrumpidos del MAS (exceptuando 1 año -2019/2020- del gobierno golpista de Jeanine Áñez), la izquierda quedaba fuera de la segunda vuelta.
Hay que recordar que el partido de Evo Morales había ganado en primera vuelta las últimas 5 elecciones, y en las de 2009 y 2014 había arrasado, con más del 60% de los sufragios y con diferencias respecto al segundo de más de 35 puntos y más del doble de votos.
A su vez, tampoco hay que olvidar que han tenido que pasar casi 3 décadas para que el MAS no sea uno de los dos partidos que se disputan la victoria (en 2002 quedo segundo).
Hay que retroceder hasta el siglo XX, al año 1997, cuando los partidos hegemónicos eran de derecha.
¿Cómo explicar el escenario político presente? Para poder entender el momento actual y la crisis del MAS y de la izquierda en Bolivia es necesario reflexionar en torno a varios planos, que obviamente, están interrelacionados: las disputas políticas internas, la crisis económica y los cambios de orden sociológico que se han vivido en los últimos 20 años.
Disputas políticas internas
En primer lugar, la figura política de Evo Morales como líder indiscutible se ha desgastado sustancialmente en la última década. Su apuesta por reformar la Constitución mediante el referéndum de 2016 para instaurar la reelección sin límite de mandatos supuso un punto de inflexión, ya que, a pesar de perder el referéndum, un año después logró que el Tribunal Constitucional le permitiera volver a presentarse.
Esto erosionó notablemente su liderazgo, en un país de tradición anti-reeleccionista, además de fortalecer el ‘antievismo’ en el campo opositor. Su victoria de 2019, mucho más ajustada que las anteriores, fue un indicador del declive progresivo de su figura.
En segunda instancia, la pugna entre el actual presidente Luis Arce y Evo Morales es otra de las variables fundamentales que explican la grave crisis del ‘masismo’.
Si durante casi 15 años (2005-2019) el equipo Evo (presidente), García Linera (vicepresidente) y Arce (ministro de Economía), funcionó como un conjunto eficaz e invencible, en el último lustro la alianza se fue debilitando hasta producirse la ruptura.
Si bien Evo (debido a la imposibilidad de presentarse) apoyó la candidatura de Arce en las elecciones de 2020, lo cual permitió el regreso del MAS al ‘Palacio Quemado’, al poco de ponerse en marcha la legislatura se produjo la ruptura entre ambos.
Arce construyó su propio equipo, apartando a las figuras cercanas al ex presidente y, posteriormente, para debilitar a Morales, dividió a los movimientos sociales, cooptando a parte de la dirigencia. A fines de 2024 logró incluso apropiarse de las siglas del MAS, utilizando su influencia en el aparato judicial, expulsando así a Evo y su sector del partido.
La fractura interna se hizo aún más compleja con la postulación de Andrónico Rodríguez, apadrinado extra-oficialmente por García Linera. Rodríguez, indígena, dirigente sindical, con formación intelectual (politólogo) y presidente del Senado, había emergido en años previos como el sucesor natural de Evo y con el visto bueno de este.
Sin embargo, la llamada del ex presidente al voto nulo tras su inhabilitación, alejó a Rodríguez, que decidió presentarse sin el apoyo de Evo y, sobre todo, sin el visto bueno de las organizaciones sociales, condición básica en la cultura política ‘masista’, lo cual le perjudicó electoralmente.
Los resultados de cada candidato ‘masista’ muestran con crudeza la crisis política actual. El ínfimo 3% del candidato oficialista (‘arcista’), Eduardo del Castillo, evidencia el castigo popular a la apropiación ilegítima de las siglas y a la mala gestión gubernamental.
El 8,5% de Rodríguez deja claro que hay que respetar el sistema de elección desde la base y que se necesita el visto bueno del líder histórico. El éxito relativo de Evo y de su llamado al voto blanco (19%, aunque si restamos el 3,5% histórico de elecciones anteriores, ronda el 16%), nos deja una paradoja: sin Evo no se puede, pero Evo ya no puede.
Para concluir con la reflexión política hay que ir más allá de la crítica a lo estrictamente partidario y poner el foco en los movimientos, por el papel histórico que han jugado en el proceso de cambio. Lejos de idealizarlos, diversas voces coinciden en subrayar la mutación progresiva de estructuras de contrapoder a correas de transmisión y sostenimiento del nuevo poder que gobernó durante dos décadas.
El sistema de cuotas de reparto de instituciones públicas entre los movimientos y las lógicas clientelares asociadas a este, además de la cooptación de algunos/as dirigentes sociales, emergen como una de las contradicciones de la ‘Revolución Democrática y Cultural’.
Crisis económica
El mal desempeño económico del gobierno de Arce (2020-25) ha influenciado en los resultados electorales. El otrora ministro de Economía de Evo (2005-2019), artífice del «milagro económico» boliviano, con tasas de crecimiento «asiáticas» (García Linera) del 5% anual, se convertía en el presidente responsable de la situación crítica. Alta inflación y escasez de gasolina y de dólares simbolizan el momento presente.
Sin embargo, es importante subrayar que los problemas económicos tienen su origen más atrás. Hay que retrotraerse hasta 2014 para visualizar el inicio del declive de la producción de hidrocarburos (gas y petróleo).
Esto ha provocado la necesidad de importar combustible, el cual es subvencionado por el Estado con un gasto anual de alrededor de 3.000 millones de dólares.
De los superávits fiscales de la primera década (2005-2014) se ha pasado a un persistente déficit fiscal que está cubriéndose con las reservas internacionales, las cuales se han reducido drásticamente. Del récord de reservas en dólares que se había logrado durante la primera década (14 mil millones) se ha caído a los 3 mil millones actuales.
Paralelamente, las ganancias extraordinarias de otros sectores estratégicos (minería, agroindustria, banca) se quedaron en manos privadas, por falta de una política más ambiciosa de transferencia de excedentes hacia las arcas públicas, dejando al Estado en una situación financiera cada vez más complicada. Por otro lado, la promesa del litio como nuevo motor de la economía todavía no se ha materializado.
Cambios sociológicos
Los 20 años de Revolución Democrática y Cultural liderada por el MAS ha traído importantes cambios sociológicos, algunos deseados y otros no. El país ya no es el mismo de fines del siglo XX.
El éxito del proceso de inclusión social y de dignificación cultural de los pueblos indígenas es incuestionable. Pero paralelamente, se han producido complejos procesos de reconfiguración territorial, socio-económica e identitaria.
El mundo rural-indígena sigue manteniendo una fuerte adhesión política pero las urbes andinas (La Paz, El Alto…) mucho menos. El impulso a la ‘economía popular’, que en el caso boliviano se traduce en pequeña economía comercial-urbana en manos de indígenas ha emergido con fuerza, favoreciendo la constitución de una clase media –en algunos casos pequeña burguesía- que no se ve representada, por lo menos actualmente, en el MAS.
El caso de las nuevas generaciones urbanas es aún más significativo, ya que las organizaciones populares han perdido capacidad de influencia sobre estas. Las aspiraciones más individualistas de estas colisionan con las narrativas comunitarias tradicionales.
Paz vs Quiroga.
Que Rodrigo Paz (hijo y nieto de ex presidentes) se enfrente a ‘Tuto’ Quiroga (ex presidente por accidente -2001-2002- y vice del ex dictador Hugo Banzer) indica el regreso de las elites. Sin embargo, hay que señalar importantes matices. Quiroga es el candidato de la embajada de EE.UU., el representante del establishment y quien ha prometido acuerdo con el FMI y programa neoliberal radical (reivindicando la ‘motosierra’ de Javier Milei).
Paz, por el contrario, se proyecta como la alternativa de centro-derecha entre los dos extremos. Su victoria en la primera vuelta (32% frente a 26% de Quiroga) se debe en gran parte a la transferencia del voto ‘blando’ masista urbano que quiere impedir la vuelta del neoliberalismo más ultra y que incluso se siente identificado con el “capitalismo para todos” que promete Paz.
El tirón de su candidato a vicepresidente, el ‘capitán Lara', le da más fuerza a la candidatura, ya que este último se ha hecho muy popular tras haber sido expulsado de la policía por denunciar la corrupción y convertirse en un fenómeno en Tik Tok, con un discurso populista.
Las encuestas dan ganador a Quiroga, pero son poco confiables en un país donde el voto rural e indígena sigue estando infrarrepresentado los estudios demoscópicos. Lo que está claro es que vuelve la derecha y que habrá ajuste (moderado o radical), lo que provocará unos altos niveles de conflictividad. Habrá que ver si el MAS o la nueva izquierda que surja logra estar a la altura del nuevo tiempo político y consigue capitalizar el descontento.