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Sophie Deraspe
Cineasta

«La montaña acaba por ponerte en tu sitio»

Nacida en Quebec en 1973, se la considera una de las máximas representantes del nuevo cine canadiense. Su última realización, ‘Hasta la montaña’, basada en el best seller de Mathyas Lefebure, ha sido una de las películas más taquilleras del año en Canadá.

La cineasta Sophie Deraspe. (J. DANAE | FOKU)

‘Hasta la montaña’ está inspirado en la experiencia personal del autor de la novela en la que se basa el film, un alto ejecutivo canadiense que, hastiado del modelo de vida que lleva, resuelve cruzar el Atlántico y recalar en el sur del Estado francés donde inicia una nueva vida como pastor. El film de Deraspe evoca minuciosamente los pormenores de un oficio milenario que, en plena era global, constituye un ejemplo de resistencia y de disidencia.

¿Cómo llegó al libro de Mathyas Lefebure en el que se inspira esta película? ¿Qué potencialidades de adaptación vio en esta historia? Porque lo cierto es que más que un relato, como tal, lo que dicha obra atesora es la memoria de una experiencia muy personal.

Estoy de acuerdo, pero también es verdad que esa experiencia, sobre la cual Mathyas Lefebure construye su historia, se fundamenta en una pregunta que todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos hecho: ¿cómo sería mandarlo todo al carajo y empezar de cero en otro lugar haciendo otras cosas? Es una tentación muy fuerte, pero pocos son los que se dejan arrastrar por ella. Mathyas lo hizo: dio un giro radical a su existencia cuando dejó atrás su vida como ejecutivo en Canadá y comenzó a trabajar como pastor en Francia. Ese viaje interior, en su caso, se materializó además en un viaje físico y eso es lo que hace su historia tan interesante desde el punto de vista cinematográfico. Estamos ante una historia de trashumancia que comienza en la Provenza francesa y culmina en los Alpes. Ahí es donde vi las potencialidades de adaptación, ya que no estamos solo ante un desplazamiento en el espacio físico sino también en el tiempo, puesto que el protagonista de la película halla una conexión espiritual con una actividad, el pastoreo, que lleva haciéndose miles de años.

«La pandemia generó una sensación de liberación en mucha gente, algunos pensaron ‘si el mundo puede parar, es absurdo pensar que yo no pueda hacerlo’» 

Mathyas Lefebure aparece acreditado como coautor del guion. ¿Cómo fue colaborar con él?

De hecho, él empezó a escribir el guion sobre la base de su propia novela mucho antes de que yo entrase en el proyecto. Cuando dicho guion estuvo acabado, los productores de la película me buscaron para que lo dirigiera y ahí me vi obligada a darle una forma cinematográfica, por así decirlo. Porque Mathyas escribe muy bien, es un autor muy erudito y su prosa destila mucha ironía, pero escribir para el cine demanda otras habilidades. Así que lo que hice fue tomarle el relevo pero, aún así, necesitaba de su colaboración, porque en ese proceso de reescritura decidí volver a la novela con la idea de que la película cogiera su propio vuelo como una obra diferencial respecto del libro. Eso Mathyas lo entendió muy bien y fue una colaboración sencilla.

Antes ha comentado que su principal punto de interés hacia esta historia fue esa necesidad de resetearnos que tenemos demasiado a menudo quienes vivimos en entornos urbanos. ¿Le resulta una experiencia próxima?

Yo creo que muchas personas son conscientes de la amplitud del mundo que nos rodea y eso, unido al agotamiento que nos producen esas exigencias vinculadas a la cultura del turbocapitalismo, hace que cada vez sean más los que opten por poner tierra de por medio con la idea de recuperar calidad de vida. A mí personalmente no me ha pasado, pero conozco a muchas personas a mi alrededor que no dan más de sí, que están agotadas física y mentalmente.

(J. DANAE)

¿Cree que durante la pandemia y el confinamiento esa sensación se agudizó?

Sí, la pandemia generó una sensación de liberación en mucha gente en el sentido de que algunos pensaron ‘si el mundo puede parar, es absurdo pensar que yo no pueda hacerlo’. Eso, unido a la nueva realidad del teletrabajo, llevó a que muchos se planteasen cambiar de entorno productivo.

En su película, de todas maneras, se cuida mucho de no incurrir en una romantización del mundo rural. En este sentido, el film refleja la persistencia de toda una serie de elementos atávicos que en determinados ambientes aparecen sublimados, elementos como el machismo, la desconfianza hacia el otro...

La familia de mi padre proviene de una isla, situada en mitad del Atlántico, que, para los turistas que acuden en vacaciones, es un lugar paradisíaco pero que luego, fuera de temporada, resulta un entorno bastante hostil habitado por gente dura que vive de la pesca, del mar, y que se mantiene firme en la defensa de unas tradiciones que, desde fuera, nos pueden parecer absurdas. Con esto quiero decir que no hay paraísos, que no existen lugares que sean una bella tarjeta postal los 365 días del año. Y eso es algo que tuve muy presente en mi trato con los pastores mientras rodábamos la película. Frente a esa idealización tan recurrente de la la paz, la tranquilidad y la belleza que hay en esos paisajes, me resultaba imprescindible mostrar también la dureza de un determinado entorno y de quienes lo habitan.

En este sentido, la película también plantea un viaje hacia la humildad, hacia el despojamiento, por parte de su protagonista...

Es que la única manera de enfrentarse a la montaña es justamente esa. Incluso si no te dedicas a la trashumancia, incluso si solo eres un excursionista, sabes que los primeros días siempre son terribles, que tu cuerpo tiene que someterse a los rigores del cambio de clima y de las condiciones atmosféricas... Hay una lucha con los elementos que no es un simple enfrentamiento espiritual sino que es un enfrentamiento incluso físico. Digamos que la montaña acaba por ponerte en tu sitio y eso, para muchos, constituye una auténtica cura de humildad. Pero si te abandonas a esa sensación y eres capaz de afrontar las dificultades que te plantea la montaña sin cuestionarlas, terminas por alcanzar un estado de plenitud indescriptible.

«No hay paraísos, no existen lugares que sean una bella tarjeta postal los 365 días del año. Lo tuve muy presente en mi trato con los pastores mientras rodábamos la película»

¿Lo dice por experiencia?

Sí, porque en cuanto acepté este proyecto lo primero que hice fue ir al lugar donde íbamos a rodar, ponerme en contacto con los pastores, hablar con ellos, profundizar en sus vidas, en su realidad, experimentar todas las sensaciones visuales, olfativas y auditivas que me ofrecía aquel entorno. Fue un trabajo de inmersión en una realidad que no es la mía y lo acometí despojándome de toda vanidad y de toda idea preconcebida. De hecho, muchas de esas personas han nutrido la película con sus ideas y también con su presencia, ya que muchos de ellos tienen un pequeño papel en el film.

¿Qué futuro cree que le aguarda a lo pastores? Porque alguno de los que aparecen en la película exponen su malestar hacia el modo en que el turbocapitalismo también se ha hecho fuerte en esos ambientes con prácticas como la ganadería expansiva, por ejemplo.

No puedo predecir el futuro, pero lo que me parece evidente es que el oficio de pastor ha cambiado mucho en los últimos diez o veinte años, y no solo por las derivas de la globalización, sino también por los efectos del cambio climático. Pero, al mismo tiempo, es un oficio que sigue regido por una fuerza atávica que hunde sus raíces en la tradición y actualmente veo a muchos jóvenes interesados en volver a esa fuerza, en hacer las cosas como las hacían sus abuelos. Yo espero que ese mundo pequeño, invisible, ajeno a las tensiones del materiaismo, siga teniendo su espacio en en futuro.

Su película ha sido un gran éxito en Canadá, lo cual resulta curioso, porque les está confrontando con una realidad bastante desconocida para ellos.

Es cierto que en Canadá el oficio de pastor, como tal, no existe, pero yo creo que cualquier espectador puede identificarse con esa manera de estar en el mundo que tienen los pastores, más espiritual que materiaista.