«La honestidad es lo que ha construido movimiento en este país»
Encarcelado en varias ocasiones, detenido otras tantas veces, ha vivido de cerca la represión por trabajar por la consecución de la independencia y la construcción de un país más igualitario. Pero esta no es una entrevista simplemente política con Arnaldo Otegi (Elgoibar, 1958), es también un acercamiento hacia su persona, su pensamiento y sus ideales.
En la plaza de Elgoibar nos citamos con Arnaldo Otegi Mondragon, líder de la izquierda independentista vasca –ha sido reelegido por los afiliados como dirigente de EH Bildu, esta vez con la denominación de secretario general– y un icono de la política actual. Con una trayectoria de medio siglo y con una inabarcable experiencia a sus espaldas, se presenta como una persona sencilla y muy cercana. Ha sido una figura clave en muchos momentos decisivos de la historia más reciente de Euskal Herria y también en el devenir del pueblo vasco, pero no pronuncia ni una sola palabra para valorar sobremanera la ingente labor que ha realizado en las últimas décadas. Prefiere hablar desde lo colectivo y resaltar los valores que ha de seguir la izquierda, como son la honestidad y la pasión.
Nos encontramos en Elgoibar donde, al menos en parte, se sitúa el germen del que está siendo una de las carreras políticas más destacables de este país. Cuéntenos lo que le une a este lugar. Así es, nací aquí en el año 58, durante el franquismo, en un pueblo eminentemente industrial, con mucha clase obrera. Un pueblo que perdió la guerra, que la mayoría de su población perdió la guerra, y donde a mí se me despertó la conciencia política prácticamente desde muy temprano. Creo que el punto de inflexión fue el proceso de Burgos, porque yo era todavía un crío, pero yo me acuerdo de los trabajadores saliendo a la plaza de este pueblo, movilizándose. Entonces, para mí ha sido bastante sencillo de entender tanto el problema nacional como el problema social. Eso me ha marcado, seguro, pero he sido muy feliz en este pueblo.
La masa popular le conoce como un líder político pero, en realidad, ¿qué hay detrás de esa figura? Como diría Pepe Mujica, yo soy una persona normal y corriente de este país que me he comprometido durante toda mi vida a cambiar las cosas en mi país. Él dice, ‘no he cambiado un carajo, pero lo he intentado’. Yo creo que nosotros hemos cambiado algunas cosas, y creo que eso hay que reivindicarlo. Y, más allá de eso, yo diría que soy una persona comprometida militante, sigo teniendo los mismos amigos que tenía en mi infancia, hago la vida en mi pueblo, me muevo en las mismas calles, en los mismos bares... Soy una persona que no entiende la vida sin el compromiso militante, creo que es lo que en cierta medida también da sentido a la vida.
Cursó estudios de Filosofía en la cárcel. ¿Por qué? ¿Cuáles eran los temas y autores de interés? Yo realmente, cuando todavía estoy en Hegoalde, comienzo la carrera de Derecho. Tenía un interés por el Derecho fundamentalmente porque entendía que era un instrumento que se podría utilizar para defender a los presos políticos, pero también a las clases populares. Pero luego en la cárcel y en Iparralde ya decidí decantarme por la Filosofía. Prefería sumergirme un poco en lo que es la cultura clásica y los grandes filósofos. Siempre me ha gustado contrastar las cosas y ver que hay opiniones diferentes y que hay gente que se ha dedicado a pensar sobre la vida y los orígenes de la duda. Era algo que te permitía sobre todo formarte y entender que no eras el único rarito que le daba vueltas a determinadas preguntas.
Es una persona que cuenta con una familia, está casado, y tiene hijos y nietos. Ha sido detenido en numerosas ocasiones, ha permanecido encarcelado otras tantas veces. ¿Qué dicen ellos de todo esto? Bueno, yo he tenido la suerte de haber tenido una familia cómplice, y sé que eso no es fácil. Si repasamos las biografías de personas que se han dedicado a la política, todos acabamos diciendo que ha habido un sacrificio con respecto a la familia, porque tú no has podido dedicarles tiempo, como yo tras pasar 14 años en la cárcel. Eso es muy difícil y a veces bastante injusto. Tú tomas una decisión personal de implicarte y comprometerte, pero eso tiene derivadas en gente que igual no habría tomado las mismas decisiones, o sí. Es también una decisión injusta para mucha gente, porque no es solo la vida que llevas, es, por ejemplo, que al ser una persona muy conocida, se pierde el anonimato, y no puedes hacer determinadas cosas que la gente puede hacer.
Podríamos decir que cuenta con medio siglo de recorrido en la lucha por la independencia de Euskal Herria. Habrá habido, suponemos, mejores y peores momentos, tanto alegría como dolor. ¿Cuáles son los que se le han quedado clavados en la memoria? Yo he dicho en alguna ocasión que a nuestra generación le tocó hacer cosas extraordinarias en unos tiempos extraordinarios. Y las hicimos porque consideramos que las teníamos que hacer. Momentos muy dolorosos serían cuando, por ejemplo, perdías a un compañero. La muerte de Josu Muguruza, la de Santi Brouard y tantas otras. Pero, por otra parte, en la cultura del país he visto reflejado algo que no comparto y es cuando se han hecho películas, o se han hecho libros sobre esa parte de la historia. Todo parece tenebroso, todo parece triste y todo parece pesar. Me hace recordar a la novela rusa clásica, que es como sin sentimientos, con tensión, que hay un ambiente que pesa, que no puedes respirar. Pero lo cierto es que nunca hemos perdido la alegría, nunca hemos perdido la sonrisa. Hemos hecho del humor un arte porque, en los momentos más dolorosos, un chiste siempre se agradece o algún tipo de reflexión en términos irónicos. Entonces, también hemos tenido momentos de grandes alegrías, porque nosotros recogemos, entre comillas, un país que está condenado prácticamente a morir en términos nacionales, y conseguimos revivir la conciencia nacional del país. Conseguimos situar al país en una estrategia que ahora, desde mi punto de vista, es muy eficaz.
Le ha tocado vivir tiempos muy apremiantes, donde urgían cambios, tanto internos, como externos. ¿Eso cómo se conjuga con la paciencia estratégica? Creo que los tiempos que nos tocan vivir ahora son tiempos en los que ya prácticamente todo el mundo vive con grandes dosis de ansiedad, todo el mundo vive rápidamente. Entonces tú no puedes concebir un proceso en esos términos. No es fácil de hacer, pero tienes que intentar pensar más a medio-largo plazo en términos filosóficos, tienes que entender el tiempo más en términos orientales que occidentales. Nosotros vivimos tiempos muy intensos cuando hicimos el cambio de estrategia y teníamos una confianza por encima de cualquier otra, y una duda. La confianza era que había país, que había pueblo para hacer el proceso de liberación nacional y social, y que el pueblo estaba ahí. Nuestra duda era si llegábamos tarde o no. Una vez detenidos y en la cárcel, dudamos de si el cambio llegaba demasiado tarde. Felizmente no ocurrió así. El pueblo estaba ahí y conectó mayoritariamente con nuestras tesis, porque creemos que defendemos proyectos que interesan a la mayoría popular del país. Y en eso para mí hay una cosa que es fundamental, mantener los principios y valores. En una época histórica en la que todo se resume en un twit, donde la comunicación política en las redes toma una especial relevancia, creo que tenemos grandes virtudes que nunca deberíamos perder, si no, nos irá mal. Y son la conexión popular, los principios y los valores. Ahí reside la serenidad estratégica.
Sin embargo, como es normal, no estaría del todo de acuerdo con las diversas estrategias. Como heterodoxo disciplinado, ¿cómo ha articulado la heterodoxia y la disciplina? Siempre he sido un heterodoxo muy disciplinado por varias cuestiones. Tú puedes tener la mejor propuesta del mundo, pero si la gente considera que no lo es, no pasa nada, no es un drama, tienes que pensar que, o no has convencido a la gente, o que quizás la mejor propuesta del mundo no sea esa. Luego también es necesario un ejercicio de humildad. Me parece un principio y un valor importante en términos políticos. Es decir, tú puedes estar convencido de que tu propuesta es la mejor, pero si la gente no lo ve así, no la comparte, el problema nunca es la gente. Yo he discutido todo lo que había que discutir durante muchos años y he perdido muchos, muchos debates en términos numéricos. Pero he tenido paciencia oriental y he tenido siempre la intuición de pensar que había cosas que el sentido común orientaba en una determinada dirección y que acabaríamos en esa dirección. Y, al mismo tiempo, he sido muy disciplinado. Me parece que, en los tiempos que corren, donde el yoísmo está tan extendido, es muy importante codificar la vida y los procesos en términos de primera persona del plural, masculino y femenino y otros, y entender que esto es un proceso colectivo que se hace con la gente. Ese es un ejercicio de honestidad, revolucionario, de humildad, y es lo que me parece fundamental. Yo por lo menos he tratado de hacerlo así.
Y con eso agrego otra reflexión que me preocupa en estos momentos y es que la izquierda está teniendo una atomización, maneja discursos morales sobre lo que está bien y lo que está mal. Y me da la impresión de que a veces se habla a la gente desde una especie de púlpito académico y eso genera rencor social. La gente no nos puede percibir como las listas o los listos que sabemos cómo se solucionan todas las cosas, y no puede entendernos como gente que les corregimos permanentemente. Espero que seamos lo suficientemente humildes como para saber que las cosas se cambian con la gente.
En las últimas décadas también se han vivido tiempos muy duros. Angela Davis decía recientemente que hay que entender la esperanza como disciplina, que no es un sentimiento individual, sino que es una construcción colectiva. En ese sentido, les ha tocado ser disciplinados de la esperanza y abrir vías. Hemos vivido tiempos que han sido realmente muy duros, en los que el país estuvo sometido a un enfrentamiento brutal. Pero realmente creo que hemos sido capaces al final de construir una esperanza para el país. Nosotros y nosotras somos portadores de esperanza. Hemos dotado a este país de un proyecto más o menos de carácter estratégico, y le hemos hablado a la gente con la mayor honestidad posible. Nunca nos hemos ocultado cuando nos hemos equivocado, lo hemos dicho. Nunca hemos prometido nada que no estuviera en nuestra mano. Hemos ofrecido a la gente cambiar las cosas, y después han elegido. Creo que la izquierda independentista es un sector muy maduro en términos políticos y creo que hemos alcanzado un grado de madurez suficiente como para, por ejemplo, cabalgar inteligentemente las contradicciones que existen, como para dotarnos de la serenidad suficiente para hacer el camino, como para entender que esto afecta a la gente que está haciendo grandes mayorías populares que hay que organizar, y como para tener la calma de pensar en un futuro de manera diferente y de pensar un futuro diferente para el país. Y creo que esta es nuestra gran contribución.
El expresidente de Uruguay José Mujica es una de sus grandes referencias. Quizá sea un modo de hacer política que se está despidiendo; hace pocos días anunciaba que el cáncer que padece en el esófago se ha extendido al hígado y que se está muriendo. ¿Cómo está viviendo esta situación desde una perspectiva política y humana? Para mí Pepe Mujica, por encima de todas las aportaciones que haya hecho a nivel político, es un icono de lo que es la izquierda. Pepe, cuando habla, habla como habla la gente. Es un referente muy importante. Y, sobre la izquierda, tengo la impresión de que vienen muchas olas en términos de grandes debates populares en los próximos años. Creo que viene la ola de la inmigración, a la que la izquierda le tiene que dar un encaje en su proyecto nacional. También creo que se están despertando olas de rumores sociales que pueden ser muy peligrosos, en la medida en que pueden ser pasto de las estrategias de la extrema derecha. Creo que tenemos que ser capaces de anticipar eso que viene. La gente no quiere saber solo por qué pasan las cosas. La gente quiere que se arreglen las cosas. Entonces, si la izquierda no es capaz de, además de explicar por qué son las cosas, facilitar alternativas para que se arreglen, me temo que grandes sectores populares se van a deslizar hacia recetas sencillas de la extrema derecha reaccionaria que se está inoculando. Y, frente a eso, creo que el discurso muy académico y que no conecta realmente con la gente, que no es capaz de explicar a la gente de la manera más sencilla posible cuáles son las alternativas reales de la izquierda, puede ser un hándicap en los años que vienen. Creo que es el gran reto de la izquierda en Europa y en el mundo.
Mujica dice que debemos recuperar el relato del mundo. Yo percibo dos grandes lecturas que no comparto. Una es la lectura nostálgica, es decir, volvemos a los orígenes, todo tiempo pasado fue mejor... Entiendo que se piense así, pero tampoco era una cosa perfecta. Y luego están los ideólogos de la derrota, y creo que nos tenemos que situar en el centro. Para mí la cuestión es cómo articulas grandes mayorías populares. La izquierda tiene que tener un programa que articule los intereses de las grandes mayorías populares y que evidentemente ese gran programa tiene que dar también, sin duda, salidas a problemas de otra índole. Por decirlo de manera más filosófica, quizás la izquierda tiene que garantizar espacios de libertad y de igualdad, y tiene que evitar todos los sufrimientos posibles.
Ahora se ha puesto de moda o se ha intentado construir un marco que dice que no existen derechas e izquierdas. Nosotros no compartimos eso porque hay una diferencia fundamental entre las derechas y las izquierdas. Las derechas piensan que con los derechos humanos básicos se puede hacer negocio y tiene que haber lucro: con los cuidados, con la educación, la sanidad... Y la izquierda debería de pensar -y piensa en nuestro caso- que con los derechos fundamentales de la gente no hay negocio.
El carisma es una palabra muy ligada a la política, a los líderes naturales. ¿Cómo se consigue ser una persona carismática? ¿Cuáles son las claves? Para mí el carisma no es algo que se entrene, creo que tiene mucho que ver con tu carácter. Se trata de ser una persona genuina, que no tengas doblez, que no se la estés jugando a la gente. Yo creo que eso se transmite y hay un valor que para mí es fundamental, que también es transmitir con pasión y con emoción. La inteligencia artificial puede hacer un discurso perfecto, pero a mí no me emociona. Jon Idigoras, siendo una persona muy carismática, no era el mejor orador del mundo, pero salía Jon y se levantaba todo el mundo del asiento. ¿Por qué? Porque era una persona genuina.
Ser hombre o mujer tiene gran repercusión en eso… La política ha sido un espacio muy masculinizado. Yo diría que a lo largo de los años las cosas han cambiado mucho. Luego el debate está en si han cambiado lo suficiente, que probablemente no. Creo que ahora en Euskal Herria Bildu ya empieza a haber muchas mujeres que son referentes y que son candidatas a lehendakari, pero todavía falta mucho por recorrer. La mayor parte de la militancia juvenil es mujer y creo que eso también tiene algo que ver con lo que antes apuntaba, olas que vienen y que nos tienen que preocupar. Creo que viene una ola antifeminista y eso se está empezando a percibir. Cuidado con eso, porque eso se va sumando a muchos valores reaccionarios.
Antes ha hablado de conexión popular, de valores, de humildad. Nosotras venimos a esta entrevista convencidas de que la honestidad es una de sus grandes virtudes. Podemos hablar de la rueda de prensa después de los atentados del 11M o el cambio de estrategia de la izquierda abertzale. ¿Cómo valora usted la honestidad? Para mí es un factor fundamental que se construye poco a poco y durante mucho tiempo y, al mismo tiempo, esa virtud puede decaer en un momento. Es muy importante, junto con algunas de las cosas que he apuntado, entender que lo que tiene que ofrecer la izquierda a la gente es ser ejemplo. Eso es lo que es Pepe Mujica, ejemplo de lo que piensa, lo que dice y lo que hace. Luego todos tenemos un montón de contradicciones, pero para mí es fundamental no fallarle a la gente, no mentirle a la gente. Tú te puedes equivocar, pero la gente tiene que percibir que tú tienes la honestidad suficiente como para aceptarlo. Creo que la honestidad es lo que ha construido movimiento en este país. El futuro de EH Bildu será brillante si tiene conexión popular y si mantiene principios y valores. El día en que la gente perciba a EH Bildu como un partido más, acabaremos mal.
Una canción de Berri Txarrak dice que la pasión es lo mínimo legítimo exigible. En su caso, es una persona que levanta pasiones, se mire por donde se mire. ¿La pasión es un factor indispensable para haber logrado mantener tantos años de actividad? La pasión es un factor indispensable para mantener una actividad tan larga y también para la vida; yo no puedo vivir las cosas sin pasión. Si tú no transmites pasión, si no le das importancia a las cosas y no crees que estás ofreciendo una propuesta buena para tu país, buena para la gente, para mí puedes hacer discursos académicamente muy buenos, pero tú tienes que transmitir pasión. Si la gente se apasiona, la gente responde.
Imaginamos que actuar con esa honestidad y esa pasión también habrá tenido sus peajes. Bueno, pero para mí es importante mantener eso siempre, si no, puedes pagarlo caro. El país necesita que la honestidad se imponga al postureo, a lo políticamente correcto. Y no hay que tener miedo de decirle a la gente las cosas tal y como las piensas; la gente es capaz de distinguir lo genuino de lo artificial.
Otra de sus virtudes es la autocrítica, y más en estos tiempos en los que en la cultura política es sinónimo de debilidad y derrota. Yo siempre he defendido que la autocrítica te fortalece, no te debilita. Hubo una época en la que había un argumento que pesaba en la izquierda abertzale, y era que no podías hacer autocrítica públicamente, porque eso fortalecía la posición del Estado. Lo puedes comprar como argumento pero, desde mi punto de vista, la honestidad está por encima de cualquier otra cosa. Tú tienes que salir y decirle al pueblo, ‘me he equivocado’.
Estando en la primera línea política, el ritmo es frenético. ¿En las últimas décadas se ha acelerado todavía más? Los tiempos se han acelerado enormemente y creo, también, que como país tenemos algunos problemas añadidos. No tenemos la frialdad suficiente como para decir, ‘estas son cosas importantes, estas menos importantes’, y creo que tenemos que tener la serenidad de intentar parar para tomar algunas decisiones.
Miremos al Estado. Desde diferentes sectores ha sido objeto de numerosos ataques, ha sido tachado como «terrorista» y como una persona enemiga de la paz. Pero lo cierto es que su trabajo en la resolución del conflicto fue clave, y lo dicen también personas como el expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Cómo se siente ahora que la sociedad vasca cuenta con otra perspectiva y otras posibilidades de futuro? Veo con mucha satisfacción lo que hemos hecho. Creo que nos anticipamos. Quizás llegamos tarde, pero nos anticipamos. Fuimos capaces de construir una alternativa, una estrategia que sería de otra manera, pero conducía al mismo sitio. Nunca esperé nada de la derecha española. Es más, siempre digo que es un honor que la derecha española diga esas cosas de mí. Es verdad que en el caso de Zapatero, que es una rara avis en esto, ha sido capaz de reconocer no todo, pero sí ha dicho que se jugó un papel evidente, y no lo jugué yo solo, porque esa es otra de las cosas que también suelo resaltar y que quiero reseñar. No fui yo solo; hubo mucha gente. Antes hemos comentado que nos tocó hacer cosas extraordinarias en tiempos extraordinarios. Bueno, ahora la gente puede vivir el compromiso político de otra manera y yo me alegro mucho por eso. Creo que hemos contribuido a que el país esté mejor, que hemos aliviado una parte del sufrimiento, todavía tenemos una parte que resolver, que son los presos, pero también se están dando pasos en esa dirección. Y creo que hemos generado las condiciones suficientes como para hacer una cosa grande a escala vasca, que es contribuir a generar una nueva realidad nacional y social en el país. Estoy muy satisfecho, me parece que es de las mejores cosas que he hecho en mi vida.
Nos gustaría también hablar sobrevíctimas. Usted ha mostrado osadía en cuanto a las víctimas del conflicto y su reconocimiento, incluso muchas de ellas se han sumado a su pensamiento. Y es, hoy por hoy, un camino que aún queda por transitar. ¿Cómo debe abordar ese tema la izquierda abertzale y la sociedad vasca en general? Creo que hemos pasado un periodo que lo recogemos en la ponencia política y que probablemente no había otra manera de hacerlo. Aquí se quiere hacer una historia de buenos y malos y, por lo tanto, todavía hay quienes permanecen instalados en un escenario en el que creen que la construcción de la convivencia o una visión autocrítica del pasado solo se puede hacer si es para desgastar a un determinado sector político. Entonces, nosotros desde el principio hemos dicho, ‘no vamos a entrar ahí, no nos interesa’. Queremos tratar de hacer cosas a futuro. Es decir, ¿cómo incorporamos este tema como una inversión a la convivencia del futuro? Nosotros tenemos interés en eso y por eso hicimos la Declaración del 18 de Octubre, para decir que no se trata de echarnos en cara el pasado, se trata de construir juntos el futuro reconociendo los sufrimientos de todo el mundo. Huyendo un poco del relato maniqueo, vamos a hablar también del pasado; evidentemente, hay que hacer lecturas, pero, ¿por qué no entendemos este espacio como un espacio de construir convivencia a futuro? Desde nuestro punto de vista, esta es una inversión especial.
Ese nuevo escenario ha traído retos y posibilidades inimaginables. Por ejemplo, la izquierda independentista tiene la oportunidad real de ser una fuerza gobernante en las principales instituciones de este país. De hecho, ya lo es en algunas. ¿Qué retos y qué riesgos entraña eso? Para mí hemos generado las condiciones para dar grandes saltos en el país a nivel nacional y social, con humildad, pero hemos sido capaces de ofrecer un camino a la gente. Tú no puedes sustituir una estrategia si no tienes una alternativa. ¿Cómo veo yo las cosas a futuro? Creo que, si nosotros mantenemos los principios y valores, y si somos capaces de ampliar todavía más el frente amplio, resolver algunas cosas que tenemos de la época pasada, como es el tema de presos, etcétera, y construir una convivencia en el sentido que he apuntado antes, nosotros vamos a llegar a gobernar.
Creo que el país necesita la experiencia de los independentistas gobernando, que ya ocurre en muchos ayuntamientos y eso va a sacar el debate del término que a algunos les gusta tanto, y lo va a situar en otra dimensión. Esa es la gran oportunidad que tenemos.
Ha solido decir que la nueva fase exige una nueva cultura política. ¿Considera que somos un pueblo de resistencias? Este es un país que ha cambiado mucho, pero hay cosas que son inalterables. Por ejemplo, todas las estructuras, todas, son conservadoras. Todas. No hay ninguna que no sea conservadora, incluidas las estructuras políticas porque, cuando tú planteas cambios, los puedes razonar, los planteas, los puedes argumentar, pero luego los cambios afectan a gente concreta. Y muchas veces todos y todas miramos los cambios desde la perspectiva de en qué nos condicionan esos cambios. Entonces, yo diría que el país está evolucionando bien, pero que es muy conservador en muchas cosas.
Pero en Euskal Herria, y en el mundo en general, esas mismas estructuras van a tener que abordar debates que son muy necesarios pero a la vez muy complejos y espinosos, como el modelo policial o la transición ecosocial. Aquí también la honestidad es la clave. Nosotros, antes de unas elecciones, nos metimos en el debate de educación, en el debate de las energías renovables. Cualquier formación, movimiento, digamos, en términos conservadores o en términos de política convencional, diría, ‘quita, quita, no entres que eso es un lío’. Nosotros lo hicimos y yo estoy orgulloso de que lo hubiésemos hecho, porque tú no puedes eludir debates. Eso te genera contradicciones, seguro, pero no hacerlo es una irresponsabilidad desde nuestro punto de vista.
Muchos movimientos de izquierda han tenido dificultades a la hora de sustituir a sus líderes políticos: pasó en Cuba con Fidel Castro, en Venezuela con Hugo Chávez… ¿En la izquierda independentista cómo se está trabajando el relevo? Yo creo que felizmente hay mucha cantera y esa cantera se suma al proceso y a la militancia en Euskal Herria Bildu. Por ejemplo, en las anteriores municipales hemos renovado yo creo que el 70% de las listas, que es una exageración. En los pueblos, muchos concejales tienen entre 30 y 40 años, hay muchas mujeres... Creo que ha habido un momento en el que algunos hemos destacado más o menos, pero yo creo que ha sido mucho por circunstancias históricas. Creo que lo importante va a ser preservar los principios, los valores, el camino, una forma de hacer política y luego un equipo de personas.
Más allá de la paz, el objetivo es la libertad. A lo largo y ancho del país, ¿qué posibilidades hay de dar otros pasos? Creo que hemos llegado a un momento en el que lo que va a estar encima de la mesa es la resolución de los problemas nacionales, y cómo se hace eso en términos democráticos. Y el primer paso tiene que ser entender que España es un Estado plurinacional, en el que existen naciones como la vasca. Entonces, creo que hay otra ventaja añadida en los cuatro territorios del sur en estos momentos, que es que tanto nosotros y nosotras, como el PNV, pensamos que este es el momento para hacer este debate, por razones múltiples, pero es ahora cuando hay que hacer esto. ¿Y este debate a dónde nos tiene que conducir? En los contenidos, a elevar el campamento base. Hay que elevar el campamento base lo más próximo posible a la cima. ¿Dónde llegaremos? Dependerá de la capacidad de acuerdos que alcancemos y la capacidad que tengamos de movilizar a la gente.
Última pregunta. Hablemos del legado. Sabemos que cuando se utiliza esta palabra es muchas veces cuando alguien va a retirarse de su carrera política, y de momento este no es el caso, pero sí nos gustaría saber cuáles son los valores, los principios que le gustaría que se quedaran implementados en este proyecto. A mí me gustaría que se quedaran algunas cosas que he ido comentando a lo largo de la entrevista. No perder de vista que nosotros somos en general un movimiento de liberación nacional, que tenemos un proyecto de carácter nacional y social, y que eso tiene unos principios y valores que hay que preservar. Que tiene un ADN político en el que, por ejemplo, la forma de entender la política y la forma de entender el ejercicio del poder por parte de la izquierda independentista tiene que ser sustancialmente diferente a la de los partidos convencionales. Para mí el legado es no desviarnos del camino. Mucha paciencia, mucha capacidad de surfear las contradicciones, mucha confianza, mucha serenidad y, por último, no perder la sonrisa nunca, por mucho que lo intenten.

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