Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Relaciones

Vista general de la exposición «Manolo Gil 1956-1957. Diálogo con Oteiza», fruto de la amistad que mantuvieron ambos artistas.
Vista general de la exposición «Manolo Gil 1956-1957. Diálogo con Oteiza», fruto de la amistad que mantuvieron ambos artistas. (Archivo del Museo Oteiza)

Somos seres relacionales. Nuestra manera de estar en el mundo es en relación con otras personas. La base de la sociedad es estar juntas y esforzarnos por entender a nuestros semejantes, con la firme intención de construir espacios colectivos para la comunicación y el entendimiento. La historia del arte está llena de pequeños encuentros casuales que acabaron convirtiéndose en una amistad sostenida en el tiempo. Como consecuencia de muchos de estos casos, han llegado a tener lugar momentos rupturistas y procesos evolutivos de la cultura contemporánea que, a día de hoy, siguen presentes pues todo está conectado con lo que sucedió antes. En esta línea, traemos a nuestra Panoramika de hoy la exposición que se inauguró el pasado junio en Jorge Oteiza Fundazio Museoa de Altzuza en Nafarroa. “Manolo Gil 1956-1957. Diálogo con Oteiza” nos presenta una parte reseñable de la producción del pintor valenciano, fruto de su relación con el escultor vasco. La muestra, realizada en colaboración con la galería José de la Mano de Madrid, podrá visitarse hasta enero del próximo año 2026.

Manolo Gil (Valencia 1925-1957) era un joven pintor de corte figurativo, con cierto lugar destacado en el muralismo. Un encuentro con Jorge Oteiza en el año 1955, dentro del marco de un proyecto en Tarragona, fue el inicio de una amistad que sirvió como intercambio de intereses que influyó en la trayectoria de cada cual. La vida del pintor está marcada por su prematura muerte, dejando truncada una carrera que recién comenzaba a andar los nuevos caminos abiertos tras su intercambio con Oteiza. La documentación que queda de estos intercambios, relata incluso la redacción conjunta de una serie de postulados teóricos así como la constancia de colaboraciones llevadas a cabo. Esta exposición es valiosa precisamente porque nos permite navegar en dos direcciones: Por un lado, entender la deriva creativa del pintor valenciano y su momento de vulnerabilidad en pleno proceso de ruptura desde lo figurativo a la abstracción. Por otro, porque nos brinda la oportunidad de conocer otra cara más del poliédrico legado de Jorge Oteiza y la influencia en sus coetáneos.

Ya en sala, la exposición se despliega a través de más de cincuenta trabajos realizados con la técnica de collage. De esta manera, los juegos compositivos pueden realizarse con mayor rapidez y resolver formalmente con una mecánica que no permite el uso del pigmento. Las formas, tanto de corte geométrico como más orgánicas, dialogan entre sí creando pequeñas resoluciones que se sirven también del color e incluso de las texturas. La acumulación de obras en el espacio expositivo nos hacen entender la colección como un conjunto, una evolución en sí misma. Encontramos además, a modo de contexto, varias piezas del artista oriotarra así como documentación de esta historia compartida entre estos dos creadores.