Capataz y proletario

Aveces los desvíos estilísticos adoptados durante la vida creativa por un autor sirven, paradójicamente, para afianzar con mayor rotundidad su canon identificativo. Desde esa perspectiva puede ser vista y entendida una de las últimas novelas realizadas por Benito Pérez Galdós, nombrado con todo merecimiento como uno de los mejores y más enjundiosos representantes del realismo, la cual, pese a su formulación ajena a la estricta estructura naturalista habitual en su obra, ejerce como un eslabón más a la hora de perfilar y ahondar en las comunes pretensiones del escritor.
Ser publicada originalmente a principios del siglo veinte no solo la ubicó cronológicamente en plena instauración de la Generación del 98, sino que sus propios preceptos asumieron y promovieron tesis modernistas. Intercalando pasajes de morfología casi estrictamente teatral e incluso derivando en tramas perfectamente asumibles por la ciencia ficción, su sustrato narrativo sin embargo no abandona la capacidad analítica y crítica respecto a su momento histórico, en este caso herido por la decrepitud moral y política de la Restauración.
La transformación “quijotesca” sufrida por un marqués de vida licenciosa, al que su despreocupado y caprichoso uso de las finanzas heredadas conduce a un escuálido estado económico, en este caso es oficiada por un sortilegio que le convierte súbitamente en habitante de ese otro lado donde reina la carencia y la supervivencia se convierte en un reto diario. Su mutación competerá por igual a una novedosa condición de humilde trabajador, situación compartida con esos campesinos a los que bajo su mandato no tuvo reparo en explotar, como a la de esforzado aspirante a conquistar un amor por primera vez ajeno a los diseñados lazos de conveniencia.
Un conocimiento en primera persona de lo que supone vivir bajo la bota del capataz y supeditado a unas leyes amistadas exclusivamente con el bienestar de los oligarcas que, al mismo tiempo, significa una rotunda enmienda a la totalidad de un injusto entramado social. Pese al costumbrismo localista utilizado por Galdós, en el que no interfiere su trama fantasiosa, su radiografía nada tiene de limitadora, porque apellidos, localizaciones y fechas concretas son solo síntomas particulares de un padecimiento universal. Tanto como la segura afirmación de que no existe gestor, hacendado o privilegiado que no desearía derribar el orden que ellos mismos predican de convertirse durante un instante en individuos oprimidos por su despiadada naturaleza.
Navidades invertidas

«Ser los más salvajes tiene su belleza, y yo ahí me siento muy cómodo, porque es coherente con lo que pienso, digo y hago»

Mantala jantzi, ondarea gal ez dadin

La mercantilización de la menopausia
