Xandra  Romero
Nutricionista
SALUD

¿La cultura de la dieta es la nueva violencia?

Profesionales de la dietética y la nutrición están en desacuerdo con los estereotipos de esos cuerpos considerados perfectos y que se han normalizado en la sociedad actual. Para algunos de ellos, las dietas de adelgazamiento se pueden considerar violencia psicológica.

(Getty Images)

Puede que al leer este título algunos piensen que se trata de una exageración. Sin embargo, esta visión, por llamarlo de alguna manera, no es nueva, y ya desde hace un tiempo los profesionales que trabajamos con un enfoque no centrado en el peso venimos forjando esta idea.

Cuando hablamos de cultura de dieta, nos referimos a la obsesión generalizada de la sociedad con las dietas, la pérdida de peso y una imagen corporal concreta. Este fenómeno, muy normalizado en nuestra sociedad, promueve la idea de que lograr un determinado tamaño o forma corporal es significativo de salud, felicidad y éxito.

El problema es que, además, la cultura de la dieta está en todas partes; en los medios de comunicación, en las redes sociales, en el entorno académico, en el entorno social y laboral e, incluso, en el ámbito clínico.

Pero, cuando nos referimos a las dietas de adelgazamiento como “violentas”, lo hacemos porque está demostrado que no solo son ineficaces, sino que también son iatrogénicas, es decir, que son inducidas.

¿Y por qué decimos además que se trata de violencia? Porque, según muchos expertos la cultura de la dieta, presenta muchas similitudes con el maltrato psicológico. Y es que esta violencia simbólica nos seduce con falsas promesas, lo que toca nuestra autoestima y nos da una falsa seguridad. Estas promesas usualmente se logran cumpliendo unas normas estrictas que ignoran las necesidades emocionales y fisiológicas, además del contexto individual.

Estas normas se asocian con características personales “buenas y malas”, lo que se traduce en términos de identidad y el ser suficiente o no serlo. Además, estas normas invalidan las emociones y sensaciones fisiológicas asociadas a la ingesta, lo que genera más inseguridad y desestabilización.

Para terminar, al asumir la culpa, la persona se mete en una trampa de reforzamiento intermitente (intentando volver a conseguirlo, esforzarse más...) y, al final, no cuestiona la dieta, sino que se produce un autocuestionamiento que erosiona la salud mental de la persona.