IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Colección

El comisariado o curaduría de exposiciones es uno de los roles principales en la creación de propuestas expositivas en el sistema del arte. Desde el diálogo entre las piezas que conforman una muestra, se compone un discurso coherente y homogéneo a través del cual el público asistente disfruta de una experiencia concreta y diferenciada. Es, pues, tarea comisarial proponer las condiciones para que esto ocurra y acabe funcionando como una totalidad con cuerpo propio.

En esta ocasión, presentamos dos exposiciones que poseen puntos de partida semejantes en lo que a planteamientos expositivos se refiere. Por un lado, inaugurada en noviembre del año pasado y programada hasta el 3 de abril, “Obras maestras de la Colección del Museo Guggenheim Bilbao”. Por otro, en el Centro de Arte Contemporáneo Uharte de Nafarroa y hasta hoy, 14 de febrero, la muestra “Alrededor de una pasión. Diálogo entre un coleccionista y una comisaria de la colección Fundación RAC”.

En ambos escenarios, tendremos la oportunidad de contemplar obras de gran trascendencia estatal e internacional. En el museo bilbaino, nos toparemos con Basquiat, Klein, Rothko, Warhol, Chillida, Oteiza, Barceló, Koons, Beuys, etcétera, y en Uharte, aunque menos grandilocuente, es inapelable la calidad de Brugera, Muntadas, Santiago Sierra, Juan Muñoz o Mona Hatoum. Ambas, desde su especificidad marcada por las obras que la conforman y los espacios donde se exponen, proponen una tipología expositiva muy extendida entre instituciones públicas y centros privados. La fórmula comisarial, que recurre a fondos y colecciones, supone una relectura de piezas y significados que plantea un aporte tremendamente valioso en la oferta cultural.

El propio hecho de coleccionar pasa por definirse como la acumulación de objetos con nexos comunes. Por eso, en estos casos el comisariado debe crear nuevos lazos de interacción entre los elementos que componen la muestra y volver a dotar de viveza expresiva el escenario donde se exponen.

Aun así, en ocasiones surgen muchas dudas respecto a esta metodología. A veces es difícil encontrar el papel de la curaduría más allá de la organización de los espacios o de la puesta en escena. En el caso del Guggenheim, el público es incluso susceptible de sentirse observando una colección de cromos en la que los nombres convertidos en iconos o marcas del arte contemporáneo desfilan ante nuestras miradas –Chillida, Rotko, Basquiat...– como una acumulación de experiencias visuales que se diluyen en una extraña relación entre el marketing y la intencionalidad de la obra.

Por otro lado, es la misión y el deber del público asistente desgranar ambas propuestas. Plantearse si una exposición conjunta bajo el hilo conceptual de «colección» u «obra maestra» desactiva en cierto sentido la energía de cada una de las obras y las convierte en un cementerio de elefantes, o si, por el contrario, funcionan en un equilibrio desbordante que nos permite ser testigos de grandes referentes de la cultura contemporánea.

Ambas opciones plantean, entonces, la posibilidad de evaluar y disfrutar la propuesta del comisariado. Que nos emocione y desafíe o que sea como un simple pase de diapositivas es algo que corresponde a cada cual.