IGOR FERNÁNDEZ
PSICOLOGÍA

Te quiero libre, me quiero libre

«Qué difícil se me hace pensar que quiero que estés conmigo solo si tu quieres, y al mismo tiempo temer que no quieras. Me produce una sensación confusa querer conocerte y pensar que tú no quieras o que si quieres, alguna vez dejes de quererlo.

Una y otra vez siento el temor, y de una vez las ganas de encontrarte, pero el caso es que al final termino sintiéndome a tu merced. A merced de lo que decidas sobre nuestra relación, si es que puede llamarse así –porque todavía no nos conocemos–. Sé que antes de que yo apareciera en tu vida, y tú en la mía, tenías tus propias rutinas, tus propios deseos y entiendo que no han desaparecido con mi presencia. Temo, temo todo el rato por si no soy tu deseo primero, si no me convierto en tu prioridad, porque entonces es como si no fuera nadie para ti. Es extremo, lo sé, pero cuando me miro al espejo nunca estoy seguro de tener algún valor y cuando tú te fijas en mí de repente esa inseguridad se esfuma; aunque vuelve cuando no hablamos, y se queda con intensidad cuando pienso que tu mirada se pose en otra persona. Entonces me siento más frágil que cuando me miro al espejo, mucho más débil y más pequeño.

Es una sensación horrible y trato de buscar una manera de no sentirme tan vulnerable, me hago el fuerte. Y es en ese instante cuando caigo en la cuenta de lo que estoy dependiendo de ti, y me da vergüenza el poder que tienes sobre cómo me siento.

Tengo que sacudirme esta extrañeza que no sentía desde que era un crío (¡no tiene sentido!), así que voy a hacer algo al respecto, sí, voy a estar más encima para asegurarme de que soy yo, y no otra persona, la que tiene esa atención, porque mientras lo tenga claro, como pensaba más arriba, dejaré de sentirme así. Te voy a agasajar todo lo que pueda para que quieras quedarte, y por nada del mundo te voy a enseñar hasta qué punto me influyes, sabrías que me dominas más de lo que yo puedo manejar. Sí, te voy a llamar a menudo, y voy a ofrecerte mis elogios –los que quiero darte de verdad– de tal manera que no quieras los de otra persona y observaré tus reacciones para saber que no me mientes, sería horrible que me mintieras. De hecho, no lo voy a permitir. Si intuyo algo así te lo voy a decir, si no reaccionas como yo espero y quiero te mostraré mi descontento, quizá no te mire o sea seco contigo, y me alivia ver que te entristeces o te sientes culpable porque eso significa que he llegado a impactarte, que no te soy indiferente. Pero… un momento… ¿qué estoy haciendo? Se me olvidaba cómo he empezado a pensar en todo esto: «(…) quiero que estés conmigo solo si tú quieres, y a la vez temo que no quieras».

Yo no te quiero así, no quiero que seas mía, porque aparte de no tener derecho ninguno, no quiero. Yo quiero que me elijas, eso es un hecho, me gustas y me siento muy vulnerable contigo porque ninguna de mis herramientas para sentirme sólido funcionan cuando me miras así y me eliges con tu mirada ese ratito. Pero no tiene sentido tratar de forzarte a escogerme porque entonces ¿cómo sabría realmente el valor que tiene nuestro encuentro para ti? Si lo fuerzo, nadie elige, no nos encontramos y todo es lucha y miedo.

No, te quiero libre y quiero ser libre. Libre de corazón, de mente, de acción, porque otra cosa es una ilusión. Te pido disculpas por haber transgredido tu ritmo, igual que me gustaría que tú te interesaras por el mío, pero somos dos personas con un mundo propio que compartir si es posible. Si no lo es, no significará que valgo menos o que vales menos, si no nos encontramos será para bien porque probablemente no nos veníamos bien. Pero si lo hacemos, no podré obviar mis temores, mi enfado, mi deseo y me encantaría que tú tampoco lo hicieras porque no quiero luchar contigo, quiero bailar. Y ahora, me gustaría que tú hablaras si quieres. ¿Quieres?».

*Esta carta es ficción aunque bien podría ser realidad.