BERTA GARCIA
CONSUMO

Quien contamina, paga

Es más que un lema para que, aunque sea de forma lenta, nuestra sociedad consumista vaya asumiendo la corresponsabilidad que todos tenemos en el estado de salud del planeta. Pasa como todo en nuestra vida: que con nuestros actos vamos dejando huella y la ecológica es cada día más intensa, pero no por ello sea una buena herencia para las siguientes generaciones. O al menos, eso nos dicen.

En cuestiones de corresponsabilidad todos tenemos que entonar el mea culpa, tanto a nivel individual y colectivo como institucional. Los de a pie fallamos en los pequeños detalles por pura inercia, y solo aflora la responsabilidad cuando, a golpe de impuestos o sanciones, nos recuerdan que somos culpables del desastre ecológico. Y es que los estamentos que nos controlan saben bien cómo aflojar nuestras conciencias –y nuestros bolsillos – con la manida cantinela del pecado.

En parte hay que darles la razón, pues todos fallamos poco o mucho, máxime en este norte o polo de sociedades opulentas vs. polo sur o sociedades paupérrimas, y, a falta de otros modelos de producción-consumo, con nuestros hábitos hacemos posible la consolidación de la obsolescencia programada. Con la eximente de que también pagamos la bula del poder «usar y tirar» sin remordimientos, pues el impuesto para reciclar lo que desechamos sirve para lustrar nuestras conciencias medioambientalistas.

En cuestiones de economía y política, al conjunto gregario nos pasa como con la religión: que apenas si cuestionamos los pecados con los que nos estigmatizan desde que nacemos. Y es que «sus verdades» son dogmas de fe a la hora de aceptar culpas ajenas sin reparar en gastos.

Somos consumidores por devoción y las lealtades a los dioses del mercado se pagan, aunque lo recogido en la cesta parroquial acabe sirviendo para fines inconfesables. Siempre habrá escépticos que se atrevan a seguir el flujo del caudal dinerario y descubran la inmensa cloaca en que desemboca. Inspiración de musas o investigación concienzuda, pero se empieza a vislumbrar que los dioses tienen pies de barro.