BERTA GARCIA
CONSUMO

Los excesos se pagan

Y a está aquí la gran fiesta de la sociabilidad por excelencia. Al menos, así la catalogan los sesudos sociólogos, que no entran ni salen en materia religiosa. Lisa y llanamente, hay que reconocer que una vez al año, como poco, a casi todos nos entran las ganas de parar los relojes y cerrar las frenéticas agendas de la vida rutinaria.

Personalmente considero que la fiesta en sí es bonita y gratificante. El problema es la insistencia con la que pretenden vendérnoslo todo desde el mes anterior, con fondo de campanitas y poniendo los dientes largos a muchos que ni siquiera podrán comerse el rosco navideño. Pero valgan los daños colaterales si al final el gran mercado vacía sus cestas. Que de eso trata la abundancia publicitaria, y no tanto del «hator hator, mutil/neska etxera...»

En fin, pero como esto no acaba aquí, toca hacer cálculos y ver cómo anda la bolsa para la próxima semana, que Nochevieja es mucha noche, y quién más quién menos agradece despedir el año a lo grande para no sentirse un cenizo recibiendo el nuevo año. Por eso no es momento de hablar de facturas y recordar la inminente cuesta de enero con las subidas de IVA, catastros, luz, gas, transportes y demás.

«Salud, dinero y amor», como decía la canción, son temas recurrentes en estas fechas. Para conservar la salud, ese bien impagable, hay que recordar que los excesos se pagan y que tanto dulce y cava terminan notándose en el hígado durante una tempora. Siempre queda la opción de correr las sansilvestres, carreras que se organizan el día 31 en pueblos y ciudades, manteniendo la forma y evitando desembolsos innecesarios en gimnasios para bajar los kilos de más.

Por lo demás, y dado que vender consejos es fácil, lo que siempre queda en el recuerdo no es tanto la comilona como la magia que Olentzero ejerce entre pequeños y mayores. Para hacer felices las fiestas, cualquier cosa bien envuelta con amor depara momentos inolvidables. Así que lo bueno, si breve, dos veces bueno. No repitan en Reyes, que entonces los pequeños pensarán que viven en Yupilandia y luego no vale decirles que hay que consumir con moderación.