IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Introspectivo

U na de las facetas más prolíficas de la creación artística es la intimidad como punto de partida. La experiencia personal es un motor capaz de articular reflexiones y procesos que conectan con los grandes temas que inundan la sociedad. En esta conexión entre lo íntimo y lo universal, el arte contemporáneo actúa como un puente que relaciona ambas esferas. Las piezas se implican con gran compromiso en espacios concretos y personales para luego abrirse al mundo, a la espera de crear nuevas interpretaciones de su potencia poética.

Hasta el próximo 14 de mayo Miriam Isasi (Gasteiz, 1981) estará presente como parte de la selección de la convocatoria de proyectos artísticos del Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz del año 2016. Se presenta con una instalación audiovisual en la que, a partir del sonido emitido durante una resonancia magnética, crea una partitura interpretada por una banda musical que estructura el relato del proyecto.

La potencia de lo sonoro envuelve y dirige el compendio visual formado por cinco piezas de vídeo que componen la narrativa lineal que se desarrolla en los espacios del depósito de aguas del centro. “Doppler eco tac” parte de una posición tremendamente arraigada en la vivencia íntima de Isasi, que a pesar de no ser uno de los temas recurrentes de su obra, es resuelta de forma impecable en el espacio de la muestra.

La puesta en escena adquiere un tinte teatral que no suele ser habitual en el lenguaje expositivo. Con una duración marcada y unas intensidades dirigidas por la composición musical, el trabajo se postula como una experiencia inmersiva plagada de referencias personales pero lo suficientemente abiertas como para implicar las miradas visitantes.

Por su parte, la sala Film&Video del Museo Guggenheim de Bilbo alberga hasta el 16 de julio una pieza del artista Pierre Huyghe (París, 1962) realizada en 2014. “(Sin título) Máscara humana” es un vídeo de 19 minutos de duración que se basa en la historia real de dos simios amaestrados que servían las mesas de una casa tradicional de sake en Japón.

Desde este punto de partida, un personaje ataviado con una máscara de teatro, una peluca de mujer y un uniforme escolar recorre con gesto acelerado un espacio abandonado. El protagonista, que resulta ser un simio, realiza las tareas para las que fue amaestrado, sirviendo las mesas y colocando los elementos de una estancia vacía tras el tsunami y la catástrofe de Fukushima, habitada solo por cucarachas y gusanos que devoran la comida abandonada. Hay algo de inquietante en la mirada animal tras los ojos de la máscara. Elementos que nos interpelan desde un espacio tan siniestro como humano con una gestualidad extraña pero familiar, activando sensaciones ocultas que no dejan indiferente.