TERESA MOLERES
SORBURUA

El estanque del Jardín Botánico de Madrid

Un caluroso domingo madrileño no es, precisamente, el mejor momento para visitar el Jardín Botánico de Madrid, porque los jardines están desprovistos de flores, mientras las plantas y arbustos lucen el mismo tono polvoriento que los caminos. Todo luce agostado y solo se mueven algunos turistas sedientos haciendo fotografías.

Sin embargo, al fondo, junto a la rocalla, se vislumbra una masa verde refrescante en el llamado Jardín de Invierno. Es el estanque que cuenta con plantas escogidas por su capacidad para depurar agua. En la trama instalada en el estanque se ha reproducido este sistema de depuración que permite circular al agua y mantenerla en buenas condiciones. El estanque está construido con piedra de granito y barandilla de acero corten; tiene 80 metros cuadrados de extensión y su profundidad varía entre los 40 y 65 cms.

El letrero explicativo informa de que en el estanque se reproduce una vegetación adaptada para colonizar un humedal de poca profundidad. La plantación puede ser sumergida, como en el caso de las algas Chara y diferentes espigas de agua del género Potamogeton y lentejas de agua. De las plantas flotantes destacan los corazones de agua o bocados de rana, Hydrocharis morsus-ranae. Esta planta, en peligro de extinción, se ha reproducido a partir de ejemplares traídos del Parque de Doñana. También se ven helechos de los géneros Azolla y Salvinia, así como Nymphaea y lechugas de agua Pistia.

Entre las plantas emergentes destacan las eneas del género Thyphas domingensis, bayucos, castañuelas y variedad de juncos, además de los europeos iris amarillos, Iris pseudocorus, el inspirador de la tradición de la flor de lis de los escudos antiguos. Normalmente, los iris viven enraizados en el suelo, pero cuando flotan aumenta su poder de depuración, ya que difunden el oxígeno del aire que pasa por sus hojas y raíces hasta el agua.

En los bordes secos encontramos diferentes especies de menta Scirpoides, amantes de los suelos húmedos, que hay que dividir cada año a comienzos de primavera. Dicen que en esa época del año coexisten plantas como nenúfares con el croar de las ranas y numerosos insectos como libélulas. Desgraciadamente, en verano, el calor reinante no da la oportunidad de comprobarlo.