IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Formal

El análisis de las obras de arte contemporáneo tiende a realizarse desde dos perspectivas diferentes. Por un lado, desde la resolución formal, entendida como todo aquello que tiene que ver con la capa matérica que no supone solo la resolución técnica sino cuestiones de montaje que afectan a la puesta en escena de una instalación o una pieza sonora. Por otro, desde el aporte conceptual sobre el que se deposita la poética de la creación. La cuestión que tiene que ver con un relato (no necesariamente lineal) que apela a una necesidad de lectura. Por supuesto, la perspectiva para afrontar ambos procesos puede completarse si conocemos trayectoria, campos de interés o los lugares desde los que habla la exposición a la que acudimos. Pero aunque esta manera puede ser sin duda una herramienta útil para iniciar cualquier visita, no debemos olvidarnos de todo aquello que escapa a la cuestión racional. La experiencia sensitiva de nuestro cuerpo dentro de un espacio en el que es atravesado por estímulos visuales, auditivos, lumínicos... hay un lugar para la potencia de lo perceptivo que va más allá de cualquier código que sepamos interpretar. De nuevo el arte reivindicado como una experiencia vital, una cuestión de dejarnos influir por otros sentires y formas de habitar el mundo.

Desde el pasado 27 de julio hasta el 30 de noviembre, el Museo Oteiza de Alzuza, en Nafarroa, acoge la exposición “Macla, mamua, bismuto, vicario” a cargo de los artistas, Karlos Martínez Bordoy (Durango, 1982) y Javier Arbizu (Lizarra, 1984). En lo que supone la primera intervención dentro del programa titulado “Hazitegia”, Martínez y Arbizu realizaron una residencia de investigación y producción en el centro Huarte que comenzó a tejer los primeros mimbres del proyecto que nos ocupa. Si bien la escultura se extrae como denominador común del trabajo que presentan, no estamos ante una muestra escultórica al uso. El concepto “macla” utilizado por Jorge Oteiza para señalar aquellas relaciones que se daban en el encuentro entre dos o más volúmenes, es el lugar desde el que parte la propuesta. Un total de 17 piezas que constituyen una misma intervención, pueblan el edificio del museo como elementos activadores del propio centro. Un alto grado de sutileza es empleado para la creación de los elementos que conviven entre sí suscitando relaciones matéricas y compositivas. De manera complementaria, una publicación recoge la documentación del recorrido visual de todas las intervenciones.

Cristina Cámara es la comisaria de “Drawn By the Pulse”, el proyecto de la artista Rosa Barba (Italia, 1972) que podrá visitarse en el Centro Internacional de Cultura Contemporánea Tabakalera de Donostia hasta el próximo 14 de octubre. La experimentación y creación en torno a lo cinematográfico rige gran parte de la producción de la prolífica artista italiana. Sin embargo, existe un intento (conseguido) de desplazar las jerarquías de lo visual consiguiendo que la mirada se vuelva sobre los propios dispositivos de proyección que se comportan como “esculturas fílmicas”, reivindicando su capacidad de transformación y alteración de lo espacial. Una atmósfera de oscuridad parece situarnos en un lugar de observación pasiva que nos es arrebatado desde la primera pieza que da nombre al título general. Las narraciones fílmicas se ven alteradas y desafiadas por los traqueteos de los cambios de bobina, que nos recuerdan la experiencia tangible del celuloide y de la imagen revelada. Un total de ocho piezas que aluden a cuestiones como el archivo o la construcción de memoria hacen de esta exposición una oportunidad ineludible para nuestro público.