IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Otro

La cultura es un mecanismo de entendimiento y comunicación que hace de puente entre los imaginarios de cada sociedad. El arte ha sido siempre una manera de relacionarse con el mundo que nos rodea y, por tanto, una forma de reconocer la existencia de aquello que nos es ajeno. La otredad es un concepto trabajado en filosofía, sociología o antropología y advierte de la noción de un otro diferenciado, esto a su vez nos permite reflexionar sobre la construcción de nuestra propia identidad. Es por esto que, en la mayoría de las ocasiones, esta enunciación nos lleva al posicionamiento propio como lugar desde el que señalamos, lo que significa asumir nuestro espacio como el único válido.

Con todo, si bien la existencia del otro nos ayuda a entender la multiplicidad de miradas que forman parte de la realidad, puede que nos haga caer en un discurso hegemónico pronunciado desde un lugar de privilegio. Por eso, uno de los peligros de la cultura occidental ha sido reconocerse siempre como modelo y punto de partida, como un inicio al que acaban por desembocar todos los demás caminos. Aceptar la existencia de infinitas subjetividades conlleva un trabajo como sociedad que aún tenemos pendiente, pero es sin duda una de las vías más potentes en la consecución de un escenario saludable para la vida.

Dos importantes fondos componen la colección Sánchez-Ubiría, un extenso elenco de arte contemporáneo occidental y una vasta recopilación de creaciones de tribus africanas. La muestra “La idea en un signo”, inaugurada el pasado 20 de octubre en la sala Kubo-kutxa del Paseo de la Zurriola de Donostia, pone en diálogo ambas líneas aludiendo a aquellas primeras fascinaciones de principios del S.XX en las que los artistas vanguardistas admiraban el arte popular africano como una revolución en su propia mirada. Aquellas piezas que poblaban los museos etnográficos y antropológicos fueron en numerosas ocasiones puestas en diálogo con la creación occidental, intentando encontrar lugares comunes en la obsesión por el primitivismo y lo exótico de otros mundos desconocidos. Hasta el próximo 20 de enero podemos disfrutar de una fórmula curatorial que recurre a las mismas estrategias de esas exposiciones, relacionando piezas desde lo cromático o lo escultórico pero con puntos de partida totalmente ajenos.

El Koldo Mitxelena de la capital guipuzcoana inauguró el pasado 19 de octubre “Bestea naiz/El otro soy yo. Migraciones políticas y poéticas”. Una exposición colectiva comisariada por Alicia Chillida que versa en torno al fenómeno de la migración desde una óptica que vincula la creación poética con el posicionamiento político. La alargada sala presenta los diferentes trabajos que dan forma al proyecto. El elenco conformado por Lara Almarcegui, Ángel Bados, Hannah Collins, Eugenio Dittborn, Iñaki Garmendia, Housseinou Gassama, Rogelio López Cuenca, Cristina Lucas, Antoni Muntadas, Itziar Okariz, Fernando Sánchez Castillo, Juan Ugalde, Apichatpong Weerasethakul y Franz West nos brinda una propuesta multidisciplinar en la que se unen el montaje escultórico, la pintura, el vídeo, la instalación sonora o lo performático. Una visión múltiple que nos permite ser interpelados como público desde diferentes posiciones. Nuestra percepción viajará desde lo auditivo como en el caso de Okariz a la tangibilidad de lo matérico con las piezas de Bádos o la narración videográfica de Muntadas. Toda la sala aparece rodeada por la pieza del malagueño Rogelio López Cuenca, resultado de un taller paralelo que ha contado con la implicación de diferentes agentes locales. El 12 de enero es la fecha de cierre de esta sugerente opción que habita la sala subterránea del museo Koldo Mitxelena.