TERESA MOLERES
SORBURUA

Un buen compost

Empezaremos el compostaje con temperaturas favorables, a comienzos de la primavera y en otoño, cuando arranca la actividad de los microbios, bacterias y hongos para digerir y transformar la materia orgánica en compost asimilable por las plantas. Durante las primeras semanas del proceso de fermentación se produce calor hasta alcanzar los 60 grados, temperatura apropiada para destruir las semillas de las malas hierbas y los gérmenes de las enfermedades.

El recipiente de compostaje estará colocado sobre una superficie plana, en un lugar protegido del viento y algo sombreado. Y mejor cerca de la cocina, para que sea fácil llevar los residuos de comida. En el fondo del recipiente colocaremos una capa de 15 cm de ramas secas y trozos de madera desmenuzada para conseguir una buena aireación. A continuación, una capa de 10 cm de hojas muertas o de hierba seca, dependiendo de la temporada.

Se pueden utilizar todos los desechos del jardín, como ramas, recortes de hierba, de poda, malas hierbas y, en otoño, las hojas caídas. De la cocina, las peladuras de verduras, los posos de café y de té y sus filtros, cáscaras de huevo, papel de secar… Sin embargo, no hay que abusar del papel de periódico ni del cartón y es mejor evitar los residuos que tienen una descomposición lenta, como las peladuras de naranjas, las nueces, las ramas de rosal, de bambú y de sauce, o las hojas de nogal y laurel. Tampoco utilizaremos el aceite de las frituras, ni residuos cárnicos o lácticos, ni corchos, cajas de queso, conchas de mariscos y, por supuesto, nada de material plástico.

Los residuos, según su composición, pueden ser verdes (ricos en nitrógeno, como peladuras de verduras o cortes de hierba) y marrones (ricos en carbono, como hojas muertas, hierba seca o virutas de madera). Los colocaremos de forma alterna, con una mayor proporción de materia marrón.

Para acelerar el proceso trituraremos el material a 3 cm de grosor, y voltearemos la mezcla cada 2 o 3 días. Un buen compost debe oler a tierra de bosque. Si huele a amoniaco, tiene un exceso de nitrógeno, y tendremos que añadir materia seca, como viruta o paja. Cuando huele a podrido, está muy húmedo y requiere airearlo.

A partir de los 4 o 5 meses, ya es apropiado para acolchar los macizos de flores, y a los 6 meses, utilizable para enriquecer la tierra de la huerta y de las jardineras.