DAVID BROOKS
IRITZIA

Baile non grato

El presidente de EEUU mantiene el mismo guion con el que arrancó su campaña presidencial y que aparentemente le funciona muy bien para sus fines político-electorales internos. Esto no tiene nada que ver con los hechos, los datos y los argumentos reales relativas a una de las relaciones bilaterales más complejas del mundo. El que se lance una invitación al diálogo para resolver el conflicto existente en la actualidad entre EEUU y México tiene un dilema de inicio: el único problema que hay es el que ha provocado el mismo Trump a raíz de la emergencia nacional en la frontera que ha dictaminado. Entonces, ¿qué se está negociando, si no existe el problema como tal?

¿Qué es lo que quiere Trump? Primero, nutrir la histeria de sus bases con fines electorales; segundo, desviar la atención de las investigaciones iniciadas contra él por corrupción, engaño y encubrimiento y, tercero, según su propio jefe de gabinete, que México sea su “migra” [apodo con el que se conoce al Servicio de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos o ICE, por sus siglas en inglés]. Ceder ante esto solo conducirá a que se produzcan nueva exigencias de más concesiones al ritmo que marque lo que Casa Blanca necesite para sus fines electorales, y el tema de la migración, queda claro, está y estará en el centro de la campaña de reelección de Trump. Por tanto, todo indica que la utilización de la falsa crisis con México irá a más en el futuro.

La historia, la literatura y la filosofía universales ofrecen ejemplos de que ceder ante el bullyng y, peor aún, ceder a un acoso a nivel imperial, abre la puerta a más y más de lo mismo. El cuento de no acabar.

¿Y qué sucede si México ya no coopera con la actual Casa Blanca? Esa, la de la cooperación, ha sido palabra sagrada en la relación entre ambos países . Pero es Trump quien no está cooperando y, por lo tanto, tal vez ha llegado el momento de ignorarlo. «¡Uy, no!», se escucha exclamar asustado el coro de expertos de ambos lados de la frontera. Pero, ¿qué sucedería si se le presentaran una serie de demandas según las cuales Trump tuviera que demostrar que está cooperando, así como que México y otros países se comprometiesen a cumplir con sus obligaciones según el derecho internacional, bajo los acuerdos y los tratados que imperan desde el ámbito de los derechos humanos hasta los derechos del capital y su comercio? Y que se aceptara que eso mismo se espera de Trump.

Le corresponde a los estadounidenses aceptar o no el comportamiento de su presidente, incluyendo las consecuencias económicas de sus amenazas para su propio país. De hecho, economistas, empresarios y políticos de ambos partidos mayoritarios advierten de que el uso de los aranceles contra México podrían detonar una crisis en el propio Estados Unidos. La cuestión sería que se dejara de cooperar con Estados Unidos, con sus empresas, sus gobernadores, sus alcaldes, sus legisladores respetuosos y con diversos sectores de esta sociedad. Solo afectaría el “insultador en jefe”.

«Pero –responde el coro de expertos– eso conducirá a cosas peores». Ofender al pueblo mexicano (y a otros), perseguir con violencia a los migrantes, generar un odio muy peligroso, enjaular a niños y familias, violar los derechos humanos y civiles de ellos y de sus defensores, y hasta amenazar con fuerza militar en la frontera. ¿Hay algo peor que esto?

Una de las voces más influyentes entre las filas y apologistas de Trump, el presentador Tucker Carlson de “Fox News”, acaba de declarar que México es un poder extranjero hostil ante el cual Estados Unidos tiene que defenderse. Varios asesores de la Casa Blanca están de acuerdo. Es decir, ¿estamos en guerra? ¿O será que el autoproclamado “genio extremadamente estable” solo necesita un poco de simpatía y que alguien le agarre de la manita para decirle que no se asuste tanto, que ya nos portaremos mejor (bueno, un poquito mejor)?

El líder del país más poderoso de la historia insiste en que otros países se han aprovechado de su tierra y que los niños y sus padres que huyen de la pobreza y la violencia son una amenaza tan espectacular que le han conducido a declarar una emergencia nacional. Pobrecito, vive con tanto miedo.

La cooperación y la diplomacia son un baile, pero es imposible bailar con los elefantes –por lo menos, con este–. Ante la locura, no funciona la racionalidad. Es hora de nombrarlo persona non grata y dejar de invitarlo al baile.