BERTA GARCIA
CONSUMO

La ética del consumo

Como la actualidad manda, y aunque es agua pasada la efemérides del Día Mundial de los Derechos como personas consumidoras (15 de marzo), sigue siendo necesario visibilizar e insistir en los principios con los que nació el moderno movimiento consumerista cincuenta años atrás.

Aquella movilización social se basaba en la convicción de que se podía rescatar el término “consumidor” para liberarlo de la limitada definición que poseía en el sistema de mercado y luchar para transformar finalmente a los consumidores en ciudadanos. El ser humano despersonalizado, cuyo único propósito sería absorber la interminable avalancha de productos que arrojaba la correa transportadora de la industria moderna, era la imagen y el sueño de las grandes fortunas mundiales.

Aunque los grandes procesos de transición y maduración siempre son lentos, la deseada “otra ética del consumo” –propugnada por quienes nos alentaron a ella– hoy está presente en millones de voces humanas que intentan darle legitimidad y consistencia. Y, por paradójico que resulte, vincular la crisis de la actualidad con esta ética del consumo, creo que casa como anillo al dedo. Salvando, claro está, las excepciones y leyes de Murphy, las diversas sociedades afectadas vamos a una y tenemos que ser capaces de generar conciencia social para conseguir entre todos un mundo mejor. Ojalá se cumpla la cita de André Malraux : «Transformar una experiencia en conciencia, en esto estriba ser hombre (ser humano)».

Trabajar unidos. Sí, ya sé que muchas veces se aprende tras el tropezón y la caída, pero todo es relativo entre lo malo del golpe y la lección positiva para el futuro. Vamos a quedarnos con una frase maravillosa de una mujer que también lo fue investigando el mundo microbiológico y descubriendo que el ser humano ha sido posible porque sus más primigenias células fueron capaces de trabajar en equipo: «La vida no se hizo para competir sino para trabajar unidos», lo dijo la bióloga Lynn Margullis (Chicago 1938-Amherst, 2011).