XANDRA ROMERO
SALUD

Cómo identificar a estafadores de la salud

Las magufadas relacionadas con la salud pública en general y con la nutrición, en particular, han sido habituales en 7K. Sin embargo, los bulos y la falta de ética profesional han aumentado exponencialmente a raíz de la pandemia por el coronavirus. Uno de los ejemplos más sonados ha sido que la mismísima Organización Mundial de la Salud (OMS) haya tenido que salir al paso del bulo: “El alcohol protege contra el Covid-19”. Ha tenido que desmentirlo pues, este rumor, que se ha extendido en distintos países, ha provocado intoxicaciones masivas y hasta muertos.

Creo que la falta de educación científica básica que se nos proporciona a la población puede ser uno de los problemas, pero no debemos olvidar aquellos “agentes” que frivolizan con la salud pública. Un ejemplo es el comunicado de una agrupación de enólogos del día 23 de marzo, que se vieron obligados a actualizar en abril debido a las críticas, en el que decían textualmente: «El consumo moderado de vino, vinculado al consumo responsable, puede contribuir a una mejor higiene de la cavidad bucal y la faringe, esta última zona donde anidan los virus durante las infecciones».

De esto también se hizo eco una revista especializada en vinos, cuyo segundo titular fue: “Un consumo moderado puede ser beneficioso frente al agente infeccioso”. La realidad, como sospecharán, es bien distinta. El alcohol interrumpe las vías inmunes, disminuye la defensa contra la infección e impide la recuperación de las lesiones en los tejidos, según el estudio “Alcohol y sistema inmune” publicado en 2015 en la revista “Alcohol Research Journal”.

Un análisis sistemático del estudio de la carga mundial de enfermedades, lesiones y factores de riesgo –publicado en 2016 para 195 países, con datos desde 1990 hasta 2016, y que supone la estimación más completa de la carga global del consumo de alcohol hasta la fecha– concluye claramente que el alcohol es un problema de salud global tremendo y que no hay un nivel seguro de su consumo, es decir, no existe eso de consumo moderado.

Hay más razones que puedan explicar por qué nos creemos estos y otros bulos. Otra de ellas viene explicada a través del efecto Dunning-Kruger, llamado así por los dos fisiólogos que le dan nombre, y que se trata de un sesgo cognitivo por el cual ciertas personas que son incompetentes no pueden reconocer su propia incompetencia y además se sienten seguros de que son competentes.

Hay personas sin formación ni conocimiento –pueden haber leído sobre un tema, pero no son profesionales en la materia– que expresan su opinión, a menudo con pasión, a veces agresivamente a través de las redes sociales haciendo homenaje a aquello de que, si gritas algo y con suficiente confianza, la gente te escuchará, independientemente de la información que se esté compartiendo.

Está claro que, a veces, no es sencillo discernir entre lo fraudulento y la realidad; pero por nuestra salud física y mental, deberíamos ser capaces de reconocer los puntos críticos, la pseudociencia y poder hacer las preguntas correctas. Si algo suena demasiado bien para ser verdad, es que no es verdad; si un profesional no puede justificar lo que dice –con referencias bibliográficas sólidas–, probablemente, tiene más que ver con “opinionismo” que con ciencia; y, por último, sea o no médico o nutricionista o enfermero o profesor universitario titulado, si promueve el uso de productos milagrosos o si menciona superalimentos, batidos detox, plantas sanadoras, ayunos terapéuticos o sinsentidos similares, está siendo fraudulento y atentando contra tu salud.

¿Tiene lógica pensar que hemos llegado a sufrir una pandemia mundial y resulta que el virus se controlaba fácilmente con alcohol? Quizá esto sea muy evidente pero, ¿la obesidad se soluciona con una dieta con nombre y apellido, con un batido, con un “producto”? ¿Un blogero sabe más acerca de qué entrenamiento nos conviene que lo que nos pueda indicar un profesional de la actividad física?